La propaganda y la acción británica encaminada a la destrucción de España cumplió todos sus objetivos a lo largo del siglo XIX. No obstante, si en la Península y en América debió aplicarse a fondo, con el envío de efectivos militares de importancia, tanto de mandos como de tropa, de material militar y armada, en Filipinas no revistió las mismas características.
La acción de la Masonería, que en América triunfó en la oligarquía criolla pero fue insignificante en los estratos populares, tuvo mayor significación en Filipinas, donde los principios disgregadores calaron hasta en los estratos más bajos de la población haciendo que, contrariamente a lo acaecido en América, el apoyo popular a los principios separatistas tuviese una importancia decisiva.
Sin embargo, uno de los principales instigadores de la separación, José Rizal, había cambiado radicalmente sus postulados para estas fechas y así lo había manifestado, lo que significó el enfrentamiento tanto con el Katipunan, organización masónico-separatista instigadora de la revuelta, como con la misma Masonería. Es probable que esta circunstancia fuese el detonante que lo llevase ante el tribunal que, presidido por el masón y gobernador de Filipinas, general Basilio Augustín lo condenó a muerte, sentencia que fue ejecutada el 30 de diciembre de 1896.
El general Augustín no se conformó con eso, sino que desoyendo las indicaciones de su predecesor, el general Blanco repartió armas a la milicia local que había demostrado encontrarse cercana a los postulados separatistas. Algo de especial importancia si tenemos en cuenta que, del total de 17.659 soldados existentes en ese momento, 14.605 eran indígenas. Gran parte de ese contingente desertó.
En América queda sobradamente demostrado que, ni mucho menos, se trató de la rebelión de un pueblo contra una metrópoli; americanos eran muchos oficiales; americanos eran varios generales; americanos eran la inmensa mayoría de los soldados.
En América queda sobradamente demostrado que, ni mucho menos, se trató de la rebelión de un pueblo contra una metrópoli; americanos eran muchos oficiales; americanos eran varios generales; americanos eran la inmensa mayoría de los soldados. ¿Qué sucedió en Filipinas? También queda señalado que la soldadesca era mayoritariamente filipina, como también queda señalado que hubo muchas deserciones, pero… ¿era todo así?
El apoyo popular a la disgregación fue mayoritario en Filipinas… Mayoritario, pero no absoluto. Las defecciones de unidades enteras hicieron que el ejército no tuviese confianza en la actuación de las tropas autóctonas, pero, no obstante, existieron unidades que siempre dieron muestras de absoluta fidelidad.
Tal es el caso de la provincia de Pampanga, que siempre se mantuvo fiel y dio al ejército español unidades que destacaron en sus acciones militares. La que alcanzó especial significación era originaria de la localidad de Macabebe, cerca de la bahía de Manila.
Iniciadas las revueltas, en 1897 el Coronel Eduardo Blanco, natural de Luzón, de la etnia de los macabebes, y con la autorización del capitán general Ramón Blanco y Erenas, organizó una unidad de caballería compuesta por doce jinetes y comandada por Eugenio Blanco, en tres días, sometió a los rebeldes de Magabun, provincia de Bulacan. Su servicio fue con carácter gratuito, por puro patriotismo de los macabebes.
Seguiría ampliando sus contingentes, con los que combatiría contra los separatistas y contra los usenses, destacando su actuación en los principales combates. En Cavite, en Batangas, en Bulacán, en la Pampanga, en Tambales y en Bataán se cubrieron de gloria en su lucha contra los katipuneros.
En Julio 1898, las tropas españolas de General Monet se replegaron al pueblo de Macabebe, y, Carlos Ría-Baja, soldado español escribió en sus memorias:
Al salir los españoles de Macabebe, los voluntarios quedaron defendiendo el pueblo: como ya no tenían cartuchos, enterraron los fusiles, y con bolos y lanzas contuvieron aún durante cuatro días á las numerosas fuerzas insurrectas que les sitiaban, armados de fusiles modernos, rifles y con ochos cañones, entrando a fin éstos en el pueblo con la condición de respetar vidas y haciendas de los que quedaban. El número de bajas de los insurrectos fue enorme, y cuatro veces mayor que las que sufrieron los leales voluntarios, según el periódico La Ilustración Artística.
Perdida la guerra, Eduardo Blanco fue enviado como gobernador a las islas Marianas; le acompañaron tres compañías de macabebes y sus familias. Su triste destino sería entregar las islas a Alemania el 17 de noviembre de 1899, ya que el gobierno español cedió sus últimos territorios del Pacífico a Alemania por 25 millones de pesetas. Así, podríamos decir que las últimas tropas españolas del Pacífico fueron filipinas. Él y muchos de los que le acompañaron a las Marianas se establecieron en España en 1900.
Sobre su actuación , el periódico Mar y Tierra decía en 1900:
El pueblo de Macabebe puede asegurarse que ha sido víctima de su fidelidad, escribiendo en el libro de la historia una página que todo buen español debe grabar tanto en su corazón como en su memoria.
Pero los macabebes acabarían sufriendo el mayor desprecio del gobierno español cuando fueron licenciados en diciembre de 1899. Llegada esta fecha, con Filipinas en poder usense y vendidas las Marianas, los macabebes que no acompañaron a Blanco solicitaron, como españoles que eran, ser repatriados a la Península, a lo que ya a todos los efectos se había reducido España.
Pero no contaban con que, en España, el gobierno no estaba compuesto por españoles sino por agentes británicos con pasaporte español, que como tales no atenderían a razones, ni de fidelidad, por supuesto, ni de deudas contraídas.
Se les adeudaban dos mensualidades por un monto de 13.000 pesos…, pero esa era una cuestión menor. Se les debía alguna condecoración, algún reconocimiento a su valor y a su fidelidad… Pero ni eso fue atendido por el gobierno de Su Majestad Alfonso XIII. Sencillamente se les licenció, se les abandonó.
Blanco falleció el 4 de diciembre de 1925; año y medio más tarde, el 5 de agosto de 1927, un grupo de seis macabebes que habían tomado parte directa al mando del Coronel, Mariano García, Alberto Sawal, José Blanco, Januario Casio, Diego Magat, Hilario Sawal y Baltazar Sawal, solicitaron del Gobierno español, en carta dirigida al Rey, ayuda en forma de pensión o de otra índole ya que estaban al borde de la indigencia; no acudían en demanda de pago por sus servicios y confiaban en que el Gobierno español no abandonara en la indigencia a los que fielmente le habían servido.
El Rey desestimó dicha petición argumentando que carecían de derecho a lo que solicitaban. (Pozuelo 1998: 158)
Como toda compensación, el gobierno español les ofreció que continuasen al servicio de Alemania.
Tristes acontecimientos que fueron sufridos en primera persona por el pueblo hispanofilipino…, y quizás también por el principal protagonista de la tragedia, Emilio Aguinaldo (imagen), que en entrevista concedida a Guillermo Gómez Rivera el dieciséis de diciembre de 1958, decía:
Al llegar a Filipinas inmediatamente hice que se declare la independencia de Filipinas de España esperando que los Yanquis nos apoyen. Pero me traicionaron. ¡Nos traicionaron! En vez de apoyarnos como aliados nos provocaron la guerra muy adrede porque su intención era robarnos la reserva en oro y plata que acumulamos en Malolos bajo la custodia del Gral. Antonio Luna y el Capitán Sevillano Sevilla. Esa reserva vale más de mil millones de dólares y nos lo robaron al caer Malolos en manos de Arthur MacArthur. Y me persiguieron hasta Palanan, La Isabela, para capturarme. No se atrevieron a ejecutarme porque no les convenía hacer eso. Me quieren vivo para echarme la culpa del asesinato de Andrés Bonifacio y el de Antonio Luna.
También en entrevista concedida a Luis María Ansón el 15 de febrero de 1964 diría Aguinaldo:
La Madre Patria— dijo, y yo sentí un nudo en la garganta—. La Madre España. Después de a Filipinas yo amo a la Madre España y querría ir algún día a ella… Los norteamericanos nos traicionaron, nos traicionaron, nos traicionaron…
Cerca de la Plaza de Legazpi en Madrid se encuentra una calle que honra a los Voluntarios Macabebes.
Cesáreo Jarabo