El calendario gregoriano

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Una de las glorias de España es la creación del calendario gregoriano, el que rige hoy mismo en el mundo.

Por supuesto no se trata del primer calendario, que siempre ha existido en diversas versiones. 

En tiempos remotos la medida del tiempo se basaba en la luz, siguiendo el curso del Sol y de la Luna. Fue la civilización la que dio lugar a la utilización de calendarios; así nos encontramos con calendarios budistas, chinos, musulmanes, persas, egipcios, helénicos, mayas, romanos…

En busca de la exactitud de medición, el año 46 a.C., vio la luz el calendario juliano, proclamado por Julio César, que tendría aplicación en el Imperio Romano y que vería prolongado su uso, tras la caída del Imperio en parte de Europa y América.

La aplicación del calendario juliano, en sustitución del calendario egipcio, provocó un desfase que alargó la duración del 46 a.C. hasta los 455 días, dando lugar a la creación de dos meses extraordinarios (enero y febrero).

Con el calendario Juliano se determinó que todos los años constaran de 365 días, y cada cuatro años se contarían 366, para ajustar el desfase que significaba la duración real del año, que se estimaba, ya en el precedente calendario egipcio, en 365,25 días.

Pero esa estimación era errónea, ya que como siglos después señalaría la Universidad de Salamanca, la duración del año es de 365,242189 días, error de 11 minutos y 14 segundos que hacía que se acumulara un día cada 128 años que tenía como consecuencia que las estaciones y las fiestas móviles del catolicismo (como la Semana Santa) tuviesen lugar en una estación y momento diferente.. Las modificaciones aplicadas por el calendario gregoriano hacen que el desfase sea de un día cada 3300 años.

La preocupación por la exactitud del calendario juliano tuvo una importante expresión en el Concilio de Trento, donde se instaba a adecuar los cambios de estaciones y las fiestas religiosas móviles, como la Pascua. Y al estudio del asunto se dedicó la Universidad de Salamanca, que presentó dos estudios científicos en 1515 y en 1578.

Para la corrección de errores provenientes del tiempo que tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol: 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, señala un año bisiesto cada cuatro.

Con base en el estudio de 1578, Gregorio XIII, mediante bula Inter Gravissimas,  implantó el calendario que lleva su nombre, eligiendo el momento de su aplicación en unas fechas con pocas festividades: entre el 5 y el 14 de octubre. Así, en 1582 se eliminaron 10 días y en la noche del 4 de octubre desaparecieron los días comprendidos entre el 5 y el 14 de octubre, pasando directamente al día 15.

Aún así hay una ligera diferencia, ya que el calendario gregoriano es 26 segundos más largo que el año astronómico, lo que implica un día de diferencia cada 3323 años, es decir que el año 4000 y el 8000 no serán años bisiestos para arreglar esta discrepancia.

Toma como referencia el año supuesto de nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, lo que da lugar a dos grandes períodos históricos: antes de Cristo (a.C) y después de Cristo (d.C). El año del nacimiento de Jesús sería el año 1 d.C, mientras que el año anterior a su nacimiento se considera el año 1 a.C.

La implantación fue muy rápida. España Portugal e Italia lo implantaron inmediatamente, con lo que medio mundo lo adoptó. Inglaterra y sus colonias, como Estados Unidos, todavía tardaron doscientos años en hacerlo. A finales del siglo XIX, Japón comenzó a utilizarlo, y a principios del siglo XX lo hicieron China y Turquía.

Cesáreo Jarabo

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