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Cuando Hernán Cortés decidió explorar la tierra firme de América, disponía de variada información, aunque toda ella se refería a las costas y lo poco que se sabía del interior estaba plagado de leyendas y medias verdades.
Puede que hubiese más expediciones clandestinas y por tanto no documentadas, pero lo que se sabe a ciencia cierta y lo que sabía
Cortés, procedía de las expediciones de Francisco Hernández de Córdoba en 1517, y de Juan de Grijalva en 1518. Hasta la desgraciada expedición de Hernández de Córdoba, lo que se había descubierto en el Nuevo Mundo, no tenía nada que ver con las descripciones de Marco Polo y todo el mundo empezaba a pensar que las tierras descubiertas eran lugares donde se podían instalar factorías y haciendas, ya que las tierras eran fértiles y se podía contar con mano de obra de bajo nivel, pero no había grandes imperios de avanzada cultura.
Durante la expedición de Hernández de Córdoba, ocurrió casi de todo, pero al final dos cosas fueron fundamentales. Una fue que consiguieron apresar a dos indígenas, que posteriormente fueron bautizados e instruidos en la lengua española, con lo cual se pudieron contar con intérpretes en ulteriores expediciones. Otra fue que el capellán de la expedición, tuvo la curiosidad, el valor o la inconsciencia de explorar un templo maya y llevarse algunos objetos de culto, que al resultar de oro y cobre, despertó la codicia de los exploradores.
Hernández apenas sobrevivió dos semanas después de su vuelta a la isla de Cuba, debido a las heridas sufridas en su aventura, pero al año siguiente Juan de Grijalva, emprendió una nueva expedición contando siempre con la colaboración del piloto Antón de Alaminos, personaje un tanto extraño del que se piensa sabia más sobre el continente de lo que oficialmente se suponía.
El caso es que Grijalva, guiado por su piloto, el dicho Antón de Alaminos, exploró toda la costa norte del Yucatan, subiendo por el golfo de Méjico hasta el actual Tabasco y ahí hubo el tercer encuentro que posteriormente motivó a Cortés. Los Maya-Chontales que habitaban la región y que habían sido sometidos por los aztecas, les hablaron del poderoso imperio, de su emperador y de su riqueza en oro. Ganas de continuar no le faltaban a Grijalva, pero tras cinco meses de expedición, de varios sangrientos enfrentamientos con los nativos y de casi tener amotinada a parte de la expedición, decidió volver a Cuba.
Esta es la información con que contaba Cortés y en base a ella organizó una nueva expedición, con la intención de conquista, no de establecer colonias. Su armada estaba formada por 11 naves, 518 soldados de a pie, 16 jinetes, 13 arcabuceros y 32 ballesteros. La tripulación la integraban 110 marineros y contaba con 200 indígenas y negros como auxiliares. El armamento pesado estaba compuesto por 10 cañones de bronce y 4 falconetes. Como pieza que resultó fundamental, también embarcó 32 caballos de combate. Era una armada imponente para enfrentar a indígenas que vivían en la edad de piedra, pero claramente insuficiente para enfrentarse a ejércitos organizados como los que se encontró en el continente.
El caso es que el 18 de noviembre de 1518, Cortés salió de Santiago de Cuba hacia lo desconocido. Bueno, en realidad, no tan desconocido. Tenia los relatos de Hernández y Grijalba, además de un piloto excepcional llamado Alaminos. Este le guió hasta la isla de Cozumel y ahí fue donde Cortés inició un nuevo tipo de estrategia.
Era obvio para los habitantes de la isla que no eran contrincantes para lo que se les caía encima y decidieron desaparecer del escenario. Salieron en estampida hacia el interior de la isla. Cortés no podía estar en todas partes y delegó las operaciones de desembarco y exploración inicial en Pedro de Alvarado, el cual de forma expedita requisó los pavos que encontró (según parece los españoles estaban hartos de comer salazones en los barcos) y se apropió de los objetos de culto que halló en los templos locales, preferentemente los que eran de oro.
Fue aquí donde el ingenio de Cortés se hizo patente. Contaba con la ayuda de Melchor, uno de los indígenas raptados por Hernández y lo envió al interior de la isla para parlamentar con los indígenas. Los convenció para que volvieran. Cuando Cortés consiguió parlamentar con los jefes indígenas, les devolvió los objetos robados. No hizo lo mismo con los pavos, ya que se los habían comido los sibaritas acompañantes de Pedro de Alvarado , pero intentó resolver el problema consiguiendo que el cacique aceptara en pago algunos de los objetos que los indígenas apreciaban. Esta acción fue realmente la clave del éxito de Cortés. Continuó con esta estrategia, mezclando hábilmente los halagos, el conocimiento de la situación política local y el uso de la fuerza.
Continuó costeando el Yucatán hacia el norte y el 12 de marzo desembarcó en Tabasco. Ahí contactó con el cacique maya local, Taascob, quien le informó que habían recibido órdenes de no dejarles desembarcar ni ser aceptados dentro de los límites del imperio mezquita. La situación degeneró en la batalla de Centla, primer enfrentamiento serio entre las tropas del imperio mezquita y las europeas. Según las crónicas de la época, unos 40.000 indígenas, procedentes de ocho provincias cercanas se enfrentaron a 410 soldados españoles. La superioridad técnica y táctica de los europeos barrió a los indígenas.
Cortés se había enfrentado a una parte del imperio formada por mayas chontales, que tampoco estaban muy de acuerdo con la tiranía mezquita y tenían sus propias costumbres. Entre ellas se encontraba la de aplacar al ganador de una batalla con la oferta de regalos suntuosos al jefe del ejercito vencedor y ponerse al servicio de este. Esto fue lo que hicieron al día siguiente. Enviaron a Cortes una embajada con obsequios compuestos por joyas de obsidiana y oro, pieles de animales exóticos, plumas de aves preciosas y,… veinte esclavas, procedentes de familias de gran posición que habían cometido el error de enfrentarse al imperio mezquita y haber perdido.
Entre las esclavas se encontraba una jovencita llamada Malitzin, que los españoles bautizaron como María y que pasó a la Historia como “La Malinche”. Fue otra pieza clave en la conquista del imperio. Cortés se fijó enseguida en sus habilidades como diplomática y confidente. Tuvo una influencia enorme en Hernán Cortés, que se fió de ella a la hora de establecer alianzas entre las diferentes etnias. En numerosos códices se la representa de pie, detrás de Cortes, guiando sus acciones.
Para algunos indigenistas actuales, fue una traidora, cuando en realidad no fue nada más que una inteligente mujer, que había sido prisionera por los mezquitas y que no acabó descuartizada en algún templo local, gracias a la llegada de los españoles.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Hern%C3%A1n_Cort%C3%A9s#Primeros_contactos_con_los_pobladores