María de Toledo y Rojas fue un personaje en su época, pero ha pasado casi desapercibido en nuestros libros de historia, debido a la densidad de acontecimientos que debieran reseñarse. Puede que en otros países o en otro sistema educativo, se le hubiera dado un poco mas de espacio en los libros de historia. En cualquier caso, aportemos nuestro grano de arena, para intentar mejorar el conocimiento de nuestra historia, la historia de España.
María de Toledo y Rojas, era sobrina del Duque de Alba, Fadrique Álvarez de Toledo y estaba también emparentada con Fernando el Católico. A pesar de su noble origen, se desconoce exactamente fecha y lugar de nacimiento. Lo que se conoce con certeza es que su matrimonio fue motivo de cálculo detallado, debido a la importancia de su familia. El caso es que en 1508 se casó con Diego Colon, el hijo de Cristóbal Colon, y justo este año se iniciaron los famosos Pleitos Colombinos. El Duque de Alba, se consideró afectado moralmente debido a este parentesco sobrevenido y tomó parte activa en la defensa de los intereses de su sobrina, nombrando a su factor, Juan de la Peña, como apoderado con totales facultades, pera seguir e influir en el pleito.
Resultado de sus esfuerzos, Diego fue nombrado gobernador de las Indias el 8 de agosto de 1508, poco después de su casamiento y juntos cruzaron el Atlántico en una potente flota que partió de Sanlúcar de Barrameda el 3 de junio del año siguiente. Era uno de los primeros ejemplos de familias nobles al completo que se desplazaban al nuevo continente. La familia se instaló en Santo Domingo y dado que María de Toledo insistió en ello, se hizo acompañar por todo un plantel de jóvenes nobles en edad de casarse, creando un efecto de consolidación de las nuevas tierras descubiertas, desde un punto de vista social. Ya no era solo tierra de conquista y explotación, si no tierra donde emigrar, establecerse y formar una nueva sociedad.
Hasta el año 1515, María se dedicó a dar brillo al nuevo entorno e impulsó la vida social, empujando a su marido para que se aplicara en el urbanismo de la ciudad, apoyando la construcción de casas de piedra, iglesias, escuelas, atención médica, calles empedradas y provistas de albañales. Pero los pleitos con la Corona continuaron y 1516, Diego se vio obligado a viajar a España para defender en persona sus intereses y antes de irse, dejó al mando de la gobernación a María, que entonces tenía ya dos hijas e imaginamos que suficientes problemas. Fue la primera vez que una mujer tenía un cargo de tal relevancia en el Nuevo Mundo, aunque no fue la última.
No se amilanó nuestra protagonista y no tuvo ciertamente fácil su tarea, primero por su condición de mujer y segundo porque había tomado partido en defensa de los indígenas y eso no se lo perdonaban algunos de sus conciudadanos. En 1518, viajó a Sevilla, para ver a su marido que había quedado bloqueado en la corte. Volvieron en 1520 a Santo Domingo, pero Diego Colón era una persona conflictiva y continuaron los enfrentamientos con los funcionarios reales. Finalmente en 1523, Carlos I le ordenó volver a España, donde fue acompañando a la Corte y apoyando sus reclamaciones. Finalmente la muerte le sorprendió cuando se dirigía a Sevilla para participar en la boda de Carlos I con Isabel de Portugal.
Pero si Carlos I se pensaba que el problema quedaba resulto con la muerte de Diego Colón, se equivocaba de medio a medio. María de Toledo continuó tenazmente en la defensa de los derechos de sus hijos.
Nombró al hermano de Colon, Hernando, como representante de la familia y reactivó el proceso. En 1527, llegó una nueva sentencia, emitida en Valladolid, anulando las sentencias anteriores. Al reiniciarse el proceso, el fiscal de la Corona intentó demostrar que el descubrimiento de América se había realizado gracias a los conocimientos técnicos de Martín Alonso Pinzón y no gracias a Colon. Se hicieron testificar a participantes en la primera expedición y se llegaron a emitir dos sentencia, pero siempre fueron recurridas por la incansable María de Toledo, que firmaba siempre como “la desdichada virreina”.
En 1530 volvió a la Península, siempre en pos de la Corte y recordando sus reclamaciones. Hasta 1544 (pasaron catorce años) no consiguió un laudo que se ajustara a sus deseos y cierto es que tuvo muchas simpatías y no le faltó protección. Durante este periodo le quedó tiempo para lograr un ventajoso matrimonio de su cuarta hija, Isabel, con Jorge de Portugal, hijo de Álvaro de Portugal.
Además de los Pleitos Colombinos, otro capítulo en el que se ve el carácter de María de Toledo, fue en el protagonismo que tuvo en el enterramiento de los Colón. Diego Colón había dejado testado que se debía construir un Monasterio en Santo Domingo para acoger los restos de él, de su padre y de sus descendientes, pero en 1536 no se había hecho nada y solicitó a Carlos I la concesión de la capilla mayor de la Catedral de Santo Domingo para su enterramiento perpetuo. Una Real Provisión le concedió el privilegio y ahí estaban los restos de los dos almirantes hasta que en el siglo XIX, se trasladaron a la Península, al independizarse las islas.
El 11 de mayo de 1549, la “desdichada virreina”, murió en su residencia de Santo Domingo. En su testamento pidió ser enterrada fuera del presbiterio, a los pies de la tumba de su marido, sin adorno alguno y que no se hicieran fastos durante el sepelio.
Manuel de Francisco Fabre
María de Toledo – Wikipedia
María de Toledo y Rojas | Real Academia de la Historia (rah.es)