El 27 de octubre de 1553, muere el español Miguel Servet, no precisamente en su cama, no en una situación fácil, no desearíamos su atroz final. Miguel murió quemado en una hoguera, sin apenas juicio, no quedan registros del mismo. Algunos pensarán que el autor del asesinato fue la Inquisición Española, nada más lejos de la realidad. Miguel murió por orden directa de Juan Calvino, uno de los gestores de la Reforma Protestante y fue ejecutado en Ginebra, en la actual Suiza. Nada tuvo que ver en el asesinato, España.
Miguel había nacido en Villanueva de Sigena (Huesca) el 29 de septiembre de 1509 y su verdadero nombre era Miguel Serveto Conesa. Su familia gozaba de buena situación y esto le permitió obtener una educación refinada. Rápidamente, el entorno no pudo ofrecerle la educación que el ansiaba y acabó como pupilo de fray Juan de Quintana, monje francisano al servicio directo del emperador Carlos V. Este hecho hizo que viajara con su mentor por Italia y Alemania y presenciara la coronación del emperador en Bolonia en 1530.
Que fuera pupilo de Quintana no significaba que fuera un mero aprendiz, tenia conocimientos profundos de latín, griego y hebreo y estaba en posesión del grado de Maestro en Artes. Tenía preparación e inquietudes y sus viajes le pusieron en contacto con las ideas reformistas de Lutero. Ello hizo que desarrollara ideas propias que le enfrentaron tanto a la Iglesia de Roma, como a las luteranas. Fueron varias las controversias, pero la principal fue la publicación de ¨Trinitatis Errroribu” que provocó un extraordinario escándalo entre los reformadores alemanes, pero que tampoco sentó bien en su España natal y donde el obispo de Zaragoza solicitó la investigación por parte de la Inquisición. El encontrarse fuera de España, no responder a los requerimientos y encontrarse en contacto con los protestantes alemanes, no ayudaron mucho y decidió desaparecer del mapa.
Había estado en Paris, donde intentó entrevistarse con Calvino y aunque no lo consiguió sí que a partir de este momento entablaron una relación epistolar estable. Pasó a Lyon y ahí adoptó una nueva identidad pasando a hacerse llamar Michel de Villenueve. Trabajando en un imprenta conoció al médico Symphorien Champier que le animó a estudiar medicina. Se trasladó a París en 1937 donde consiguió no solo obtener grados sino que trabajó en la enseñanza de las matemáticas.
Servet no era capaz de retener ni su lengua ni su pluma y también en el ámbito de la medicina consiguió hacerse con enemigos. Primero redactó un tratado de medicina atacando a los médicos que estaban en contra de las ideas arabistas, donde de paso rebate a la doctrina luterana de que la salvación solo se obtiene con la fe y no hacen falta obras y después otro sobre el uso de los jarabes, donde también ataca a los conocimientos contemporáneos. Después no se le ocurrió otra cosa que impartir un curso de astrología, defendiendo la influencia de los astros sobre los acontecimientos. En resumen, consiguió enemistarse con todas las iglesia cristianas de la época y con el estamento oficial medico.
En 1546 envía a Calvino la que sería su obra magna “Christianismi Restitutio”, obra de carácter teológico, pero que en su Libro V expone por primera vez en el Occidente cristiano, la idea de que la sangre es transmitida por la arteria pulmonar a la vena pulmonar a través de una estancia prolongada en los pulmones. Su idea no tenía nada de fisiológica sino era más bien para sostener que la esencia divina residía en la sangre y que sostenía el alma como condición divina. Para Servet no había distinción de ciencia y religión ya que todo obedecía a los designios divinos, por ello esta descripción se encuentra dentro de una obra que hoy consideramos teológica. Es gracias a esta acertada descripción, que Servet ha pasado a la posteridad, pero fue también debido a esta obra que acabó en la hoguera.
Calvino, respondió a la obra con el envío de la propia “Institutio religionis Christianae” y los comentarios de Servet no fueron del agrado de Calvino, que le amenazó directamente avisándole de que si ponía los pies en Ginebra, no saldría vivo de la ciudad. Como Servet no salía de Lyon por motivos obvios, un anónimo, se cree que Calvino, le denunció a la Inquisición Católica. O sea, un reformista futuro protestante, utiliza a la Iglesia Católica, a la misma que critica, para atacar a alguien que lo único que ha hecho es discrepar de sus opiniones.
No tarda Servet en ser detenido a principios de 1553 y empieza su interrogatorio y juicio. El 7 de abril se fuga y las autoridades católicas aceleran el proceso y en 17 de junio es sentenciado a muerte y es quemada una efigie en su nombre.
Probablemente, Servet deseaba huir hacia Italia, pero cometió el error de pasar por Ginebra y ahí fue detenido por los protestantes y encarcelado. El trato físico que recibió no fue muy agradable y el juicio fue bastante rápido sin que se le diera la opción de discutir con Calvino, su principal acusador. Fue quemado vivo el 27 de octubre.
Su muerte causó gran escándalo entre muchos pensadores europeos y fueron ejemplo de la hipocresía que imperaba entre algunos círculos del pensamiento reformista. Se podía criticar a la Iglesia Católica pero no era posible discrepar del pensamiento de Calvino.
Como dijo Sebastian Castellion, “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre”.
Puede que su muerte fuera un punto de inflexión y a partir de aquel momento se empezó a considerar a la libertad de conciencia como un derecho fundamental en la sociedad moderna.
Manuel de Francisco Fabre