El Cardenal Pacelli y el Presidente Roosvelt

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“La Iglesia persiste en su camino, es nuestro gran enemigo de siempre. Por sus obras la conocemos. Por su conducta tendrá en el corazón de todos los españoles dignos el odio que se merece. Nada de seguir criando cuervos. El pueblo no debe olvidar. No debe perdonar lo que no tiene perdón ni lo tendrá nunca, nunca, nunca.”(Federica Montseny, 1938)

Desde Junio de 1.937, tras la toma de Bilbao por las tropas del General Franco, el Gobierno de la Segunda República comenzó a sentir su derrota militar. Largo Caballero, el “Lenin Español”, acababa de ser sustituido por Juan Negrín al frente del Gobierno, ambos dos dirigentes del PSOE. Hasta ese momento, en el plano internacional, y salvo para la Iglesia Católica, el conflicto trágico de la Guerra Civil Española era más una cuestión política que humanitaria.

La Santa Sede, a través del Cardenal Pacelli, Secretario de Estado con el Papa Pio XI, conocía perfectamente todas las atrocidades cometidas o consentidas por el Gobierno de la República. Sin embargo, la opinión pública internacional era desconocedora de estos sangrientos y lamentables sucesos. La creencia era que se trataba de un pronunciamiento militar más, que al no haber tenido el éxito absoluto, había derivado en una Guerra Civil.

    La entrada en Bilbao del bando nacional, con la consecuente huida del Gobierno Vasco de José Antonio Aguirre, hizo que cambiara la propaganda internacional del bando republicano. Éste se aprovechó de la catolicidad, en aquel entonces, del PNV, para recabar los apoyos de las distintas naciones europeas y americanas. El Partido Nacionalista Vasco, no sólo desoyó las condenas y censuras del Vaticano por su alineamiento con el Frente Popular, sino que fue uno de los principales actores del blanqueamiento y la publicidad de la República, que empezaba a declinar. Esta postura de encastillamiento del nacionalismo vasco provocó serios disgustos, y no pocos quebraderos de cabeza, a la Iglesia Católica. No sólo huyó Aguirre, sino que previamente envió al extranjero a miles de niños. Este lamentable suceso hizo que la Santa Sede enviara, en Julio de 1.937, a Monseñor Antoniutti  para ocuparse de la repatriación de los niños. Fue una obra de bien, aunque de arduo trabajo por la posición obstaculizadora, principalmente, del nacionalismo vasco.

     A la postre, Ildebrando Antoniutti quedó nombrado, a partir de Octubre de 1.937 y hasta Junio de 1.938, como Encargado de Negocios de la Santa Sede ante el Gobierno de Franco. Fue don Ildebrando un gran eclesiástico que realizó una gran labor en aquella España sufriente. No sólo consiguió el regreso de los niños, y la reunificación familiar, sino que también solicitó y obtuvo de Franco gran número de indultos y clemencia. Así mismo, logró la pacificación del clero vasco dentro la España Nacional. Junto con Monseñor Valeri, Nuncio en París, fueron los que mejor tuvieron informados al Vaticano de lo que sucedía sobre la Guerra Civil, tanto nacional como internacionalmente.

   Toda esta propaganda republicana, de carácter no sólo marxista, sino también masónica, y buscando el apoyo de la Iglesia Católica, se fue incrementando a lo largo del año 1.938. La presión sobre la Santa Sede fue aumentando, y los que no vieron o no quisieron ver las matanzas y asesinatos de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos católicos, ahora clamaban ante el Papa para que detuviera la guerra. El Cardenal Pacelli, futuro Pio XII, estaba muy bien informado y escuchaba a unos y a otros, pero no era ingenuo y conocía la realidad. Tuvo que pedir al Nuncio Valeri y al Cardenal Verdier, Arzobispo de París, que moderaran al periódico católico La Croix, pues las informaciones y artículos que publicaba eran inciertos y sesgados.

A pesar de la labor del Vaticano en la difusión de las noticias, testimonios y averiguaciones que le llegaban de España, primero a través del Cardenal Gomá, luego Monseñor Antoniutti y finalmente del Nuncio Gaetano Cicognani, hubo algunos católicos, principalmente en Francia, que prefirieron creer la versión que difundía el Gobierno de la República. Realmente, salvo los franceses y no todos, la mayoría de los católicos no se creyeron las supuestas bondades y tolerancias  que prodigaba el socialista Juan Negrín.

    Hubo intentos y presiones internacionales, desesperadas tras el fin de la Batalla del Ebro, para que el Papa Pio XI mediara e impusiera la paz. La suerte militar estaba echada, y el Vaticano lo sabía, como también sabía que la supuesta libertad religiosa en la zona republicana era un engaño. No obstante, las tramas masónicas continuaron en su empeño hasta Enero de 1.939.

    Es en aquella fecha cuando se produce el último intento de dar un giro a la guerra. Los Estados Unidos, donde gobernaba Franklin D. Roosvelt, se había mantenido neutral en la contienda, declarando el embargo de armamento para los dos bandos. Empero, el Presidente Roosvelt intentaba levantar esa medida aprobada por el Congreso de la Nación. La presión de los comunistas y de los simpatizantes del Gobierno de la República Española era inmensa. Los católicos, mayoritariamente, simpatizaban, por el contrario, con el Gobierno de Franco. La autoridad de la Iglesia, en los Estados Unidos, seguía las directrices de Roma. Mas Roosvelt buscaba un resquicio que le permitiera suspender el embargo, que en principio supondría una gran ayuda para el bando republicano.

    Este pretexto llegó con el malentendido, más querido que real, merced a un reportaje de “The New World”, periódico del Arzobispado de Chicago. En la información del mismo se recogían las opiniones distintas sobre la guerra de España, así como las posturas sobre el embargo. Tal y como explicó, posteriormente, el Cardenal Mundelein al Delegado Apostólico, Amleto Cicognani, no se trataba de una postura oficial de la Iglesia, sino una simple exposición de las diferentes pareceres sobre los temas referidos. Roosvelt no tardó en agarrarse al reportaje, para interpretarlo, a su modo, como un cambio de postura del Vaticano en relación con los dos bandos; con una actitud menos favorable a la España de Franco, y de cierto acercamiento a la República.

    De forma inmediata, el Delegado Apostólico telegrafió a Roma desde Washington, el 14 de Enero de 1.939,solicitando una aclaración. El día 16, el Cardenal Pacelli con un telegrama, firme y claro, manifestaba que las noticias sobre el cambio de postura no tenían fundamento y, que mientras con la España Nacional mantenía una perfecta relación diplomática, la Santa Sede carecía de Representante ante la España roja.

    Este suceso histórico, desconocido en gran medida, tuvo una importancia trascendental en el final de la Guerra Civil Española. Si se hubiera levantado el embargo por parte de los Estados Unidos…¿Cuál habría sido el devenir de España en la Historia?

Francisco Iglesias

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