El 5 de septiembre de 1229 la expedición partía rumbo a Mallorca, desde Salou, Cambrils y Tarragona, con una flota formada por más de 150 naves, la mayor parte de ellas catalanas. Las distintas fuentes hablan de un contingente armado formado entre 800 y 1500 caballeros y unos 15.000 soldados. El rey musulmán de la isla, Abú Yahya, disponía entre 18.000 y 42.000 hombres y entre 2.000 y 5.000 caballos.
En un fresco conservado en el museo de arte catalán, se refleja que una de las armas musulmanas usadas ampliamente desde las murallas consistía en el fustíbalo, artilugio similar a una honda, cuyos lazos iban atados a una vara de madera. También contaban los musulmanes con catapultas y máquinas de tiro rasante, llamadas por Jaime I algarradas, muy ligeras, rápidas de manejar, y capaces de arrasar varias tiendas enemigas.
El viaje hacia la isla estuvo dificultado por una fuerte tormenta que estuvo a punto de provocar que el convoy retrocediese, pero finalmente, después de tres días, entre el viernes 7 de septiembre y parte del sábado, la totalidad de la flota cristiana arribó al islote Pantaleu, situado en la costa de la actual localidad de San Telmo. fue tal la dureza del temporal que, el rey, durante la tormenta, le juró a Santa María que le construiría una catedral para venerarla si les salvaba la vida. La tradición local cuenta que, la primera misa real se llevó a cabo en este islote y que en él se conservaba una pila de agua donde el rey abrevó su caballo, pero en 1868 fue destruida por unos revolucionarios que pretendían acabar con los vestigios del pasado feudal.
El domingo 9 de septiembre, mientras las tropas cristianas se encontraban descansando fondeadas en la Dragonera, junto al Pantaleu, recibieron la visita del conocido por «Alí de la Palomera» o el de Ben Abed. Un musulmán que suministró provisiones a Jaime I durante tres meses y medio, que se acercó nadando hasta esta isla y les proporcionó noticias sobre Mallorca y la situación en la que se encontraba. Debido la información dada por Alí de los pasos del valí y del contingente que le esperaba, la temeridad de tentar la operación ante tantos enemigos hizo a Jaime I convocar a los nobles, resolviendo que, Nuño Sanz y Ramón de Moncada, cada uno con una galera, costeasen la costa hasta que encontrasen un buen lugar para tomar tierra. Esta escuadra de reconocimiento y exploración regresó con la noticia de haber encontrado un lugar llamado Santa Ponsa, desde el cual había un montecillo que, con unos 500 hombres apostados en él, podrían defender el desembarco de los soldados.
Al llegar la medianoche y en completo silencio, tal y como Alí les había aconsejado, el rey ordenó que se levasen anclas y que la señal de ataque se daría golpeando con un palo en la proa de las taridas y galeras. Por el otro lado, parte del ejército musulmán había avanzado intentando averiguar el lugar del desembarco, pero a pesar del silencio que mantenían los cristianos, los moros oyeron sus remadas y comenzaron a gritar y a galopar hacia la playa, por lo que una vez los cristianos en tierra, se produjo el primer enfrentamiento armado entre ambos ejércitos, el cual acabó con una victoria fácil cristiana; alrededor de 1500 bajas al ejército del valí, mientras que el resto de sus fuerzas se desplegaron huyendo hacia las montañas de la zona.
Berenguer de Palou, el obispo de Barcelona, celebró una misa sobre una roca que se encuentra entre la actual urbanización Galatzó y la actual zona turística de Palmanova, en acción de gracias por los recientes éxitos de la campaña. Sobre esta roca, en 1929, se construyó un pequeño templo de estilo románico denominado capilla de la piedra sagrada. Se cree que, durante el recorrido hacia la medina, el primer objetivo militar de las tropas cristianas fue el Puig de sa Morisca, donde en 2008, un equipo de arqueólogos descubrió dentro de un contexto del siglo XIII un pequeño escudo de metal con el blasón que se estima de los caballeros Togores, junto a otros restos musulmanes. En la localidad de Santa Ponsa, se eleva hoy día una cruz conmemorativa del acontecimiento en el lugar del desembarco.
La batalla de Portopí fue el principal enfrentamiento armado en terreno abierto entre las tropas cristianas de Jaime I y las musulmanas de Abú Yahya en toda la conquista. Se llevó a cabo el 12 de septiembre, en diversos puntos de la sierra de Na Burguesa, aproximadamente a mitad de camino entre Santa Ponsa y la Ciudad de Mallorca, zona conocida localmente como el Coll de sa Batalla.
Aunque los cristianos resultaron vencedores, sufrieron bajas de importancia. Las fuerzas cristianas dejaron mucho que desear, pues varias fueron las veces que tuvo que insistir el rey a sus hombres para que entrasen en combate, llegando incluso a amonestarles hasta en dos ocasiones, en las que exclamó la frase que posteriormente pasó a la historia mallorquina de forma popular; «Vergüenza caballeros, vergüenza». Finalmente, la superioridad militar de los cristianos consiguió que los musulmanes se retirasen, pero al solicitar los caballeros de Jaime I un alto para rendir homenaje a los nobles que habían fallecido, los dejaron huir hacia la medina donde terminaron refugiándose. Tras esta gran batalla campal el camino hacia la capital de la isla se presentó libre de obstáculos para las tropas invasoras, momento en que se prepararon para dar el asedio final a la ciudad.
Al llegar la noche, el ejército de Jaime I se detuvo a descansar en la zona de la actual localidad de Bendinat, donde según la leyenda, comieron unas sopas con ajos. La tradición popular cuenta que, el rey, al terminar la cena, pronunció en catalán las palabras «bé hem dinat» (bien hemos comido) pudiendo así haberle dado nombre al lugar.
Las tropas avanzaron y acamparon al norte de la ciudad, entre la muralla y la zona conocida hoy día como «La Real», ordenando Jaime I que se montasen dos trabuquetes, una catapulta y un mangonel turco con los que posteriormente comenzaron a bombardear la ciudad. El emplazamiento del campamento real fue escogido estratégicamente basándose en la cercanía a la acequia de agua que abastecía a la ciudad, pero lo suficientemente lejano de las ballestas y mangoneles musulmanes. Ante el imparable avance de las tropas del rey, los moros ataron a varios prisioneros cristianos completamente desnudos en lo alto de las murallas para impedir así que este los bombardease, al tiempo que los mismos exhortaban gritando a sus compatriotas que no cesasen de disparar. Escuchando Jaime I sus plegarias, en las que decían que con su muerte alcanzarían la gloria, los encomendó a Dios y redobló las descargas que, al pasar por encima de las cabezas de estos, provocó que los musulmanes los devolviesen al calabozo viendo fallido el chantaje. Asimismo, en respuesta a la estratagema musulmana, Jaime I les catapultó las cabezas de 400 infieles que habían capturado en una escaramuza, intentando reabrir la fuente de agua de abastecimiento de la Medina que anteriormente habían cegado los cristianos.
La dificultad que entrañaba llevar a cabo un asedio a una ciudad amurallada solía convertir la estrategia en el cerco y esperar a que sus defensores sufriesen las consecuencias de la sed y el hambre, pero debido a las condiciones climatológicas de la isla durante esta época del año y la baja moral y cansancio de las tropas de Jaime I, llevaron al rey a no desistir en su empeño por derribar los muros y asaltar las torres para terminar cuanto antes la empresa. Tras duros combates que se prolongaron durante meses de asedio, los cristianos fueron abriendo brechas, derribando muros y torres de defensa.
Por fin, el 31 de diciembre de 1229, Jaime I logró tomar Madina Mayurqa. El momento inicial ocurrió cuando una cuadrilla de seis soldados consiguió colocar un pendón en lo alto de una de las torres de la ciudad y comenzó a hacerle señas al resto del ejército para que los siguiesen, al tiempo que gritaban: «¡Adentro, adentro, que todo es nuestro!» El soldado valenciano que se adelantó al resto de la tropa enarbolando el estandarte de la corona de Aragón sobre aquella torre y animó a los otros cinco a seguirle, se llamaba Arnaldo Sorell, y fue posteriormente nombrado caballero por Jaime I en recompensa por la valentía de su hazaña. 50 caballeros lanzaron sus caballos contra los sarracenos en nombre de Dios, y el resto del ejército cristiano entró en la ciudad mientras en voz alta gritaban: «ayúdanos Santa María, madre de nuestro señor» y una vez más: «¡Vergüenza caballeros, vergüenza!», al tiempo que espoleaban sus caballos embistiendo y arrollando con ímpetu a los sarracenos que habían quedado en la medina, mientras otros miles de ellos huían por las puertas traseras de la ciudad.
Cuentan que, una vez tomada la ciudad, los cristianos apresaron a Abú Yahya y lo torturaron durante mes y medio para que les confesase dónde se encontraban los tesoros acumulados de la piratería, llegando incluso a cortarle el cuello a su hijo de 16 años en su presencia, mientras que su otro hijo se convirtió al cristianismo para salvar su vida. Finalmente, el valí fue torturado hasta que murió, aunque jamás reveló dónde escondía sus riquezas.
Según la crónica de Jaime I, resultaron muertos 20.000 musulmanes, mientras otros 30.000 abandonaron la ciudad sin ser advertidos. Por otro lado, en la sierra de Tramontana y en la comarca de Artá, habían conseguido refugiarse unas 20.000 personas entre civiles y hombres armados, aunque finalmente fueron capturados por los cristianos.
Nada más entrar en la medina, los conquistadores comenzaron a adueñarse de todo cuanto veían, por lo que pronto comenzó a surgir discordia entre las huestes. Gracias a las disputas internas entre los conquistadores derivadas del reparto del botín, los musulmanes que lograron huir pudieron organizarse en las montañas septentrionales de Mallorca y resistir durante dos años, hasta mediados de 1232, cuando finalizó la conquista total del territorio. Sin embargo, la mayoría de la población musulmana no ofreció demasiada resistencia y permaneció desunida, facilitando la invasión.
El 28 de octubre de 1230 el rey regresó a Cataluña, pero poco después, se corrió el rumor de que se estaba formando una gran escuadra en Túnez para contraatacar y arrebatarle la isla, por lo que volvió de nuevo a Mallorca y aprovechó para tomar los castillos donde se encontraba parte de la resistencia musulmana; el castillo del Rey, en Pollensa, el de Santueri en Felanitx y el de Alaró, en la localidad homónima. El último reducto de las fuerzas sarracenas se agrupó dentro del castillo del Rey, una fortaleza situada sobre un promontorio de 492 metros. Una vez hubo tomado estas fortalezas y habiéndose convencido de que no vendría ninguna armada desde África para hacerle frente, retornó de nuevo a Cataluña. El último foco de resistencia, hizo que Jaime volviese de nuevo a la isla en mayo de 1232, cuando unos 2.000 sarracenos que se habían amparado en las montañas no permitieron entregarse ni rendirse a otro que no fuera el mismo Jaime I.
Entre las localidades que pertenecieron al rey se encontraba el distrito de Yiynau-Bitra con las localidades de Sineu y Lloret de Vista Alegre. Parece ser que, antes de la conquista, la población cristiana en la isla era escasa o quizás inexistente, pues tuvo que acondicionarse una mezquita, conocida hoy día como iglesia de Sant Miquel para dar la primera misa después de la toma de la ciudad, lo que hace suponer que el culto y clero cristiano era inexistente. En un primer momento, la nueva ciudad cristiana se dividió en dos parroquias; la de Santa Eulalia y la de San Miguel, llegando estas a actuar como centros administrativos y gremiales, además de centros espirituales. Esta última está considerada por los historiadores mallorquines como el templo más antiguo de Palma, ya que su construcción se llevó a cabo sobre una mezquita musulmana después de la invasión, aunque con pequeñas modificaciones en la estructura original para adaptarla al culto cristiano.
Madina Mayurqa pasó a llamarse Ciutat de Mallorca o de Mallorques (Ciudad de Mallorca), ya que Jaime I la dotó de una municipalidad que abarcaba toda la isla. Posteriormente, la ciudad vivió una época de prosperidad económica por su privilegiada situación geográfica para comerciar con el Magreb, Italia y con el resto del Mediterráneo. La mezquita existente pasó a ser empleada como templo cristiano, hasta que alrededor de 1300 comenzó la construcción de la catedral de Santa María, reconocida por ser la única catedral gótica del mundo que se encuentra edificada con mayor cercanía de la orilla del mar, y también, por tener uno de los rosetones más grandes del mundo, el conocido popularmente como “El ojo del gótico”.
Tras la muerte de Jaime I, el reino, junto con otras posesiones en el sur de Francia, fue heredado por su hijo Jaime II, quien pasó a ser el rey privativo de Mallorca, independiente de la Corona de Aragón hasta la posterior reintegración a la corona. Algunas calles de Palma rememoran con su nombre este capítulo de la isla, entre ellas, cabe destacar la plaza de Abū Yahyā y la calle 31 de diciembre, cruce con esta última y que hace referencia a la fecha de la entrada triunfal de las tropas cristianas en la ciudad.
En la literatura popular de los territorios cristianos existe amplia variedad de cuentos y leyendas protagonizadas por Jaime I, como por ejemplo la que cuenta que una noche, mientras las tropas cristianas dormían, un murciélago chocó con un tambor, provocando con el ruido que se despertasen las tropas de Jaime I antes de ser atacadas por las huestes árabes en una de las batallas, por lo que los cristianos lograron salvar sus vidas, y por ello el murciélago figura en el escudo de armas de Mallorca.
Una de las imágenes religiosas más veneradas de Palma consiste en la virgen que se encuentra en la iglesia de San Miguel, conocida localmente como «La Mare de Déu de la Salut» (La madre de dios de la salud). A pesar de que no existe documentación sobre su origen medieval, la tradición y leyenda popular transmitida de padres a hijos, cuenta, que esta estatua de mármol que representa a una virgen, presidió la misa que se celebró en Salou el 5 de septiembre de 1229, antes de que la flota cristiana zarpase hacia Mallorca y que Jaime I, debió encomendarse a ella y traerla consigo a bordo de la galera en la que realizó el viaje.
La toma de la capital es conmemorada en la llamada «Festa de l’Estendart», declarada como «Bien Cultural», ya que, al datar del siglo XIII, está considerada como una de las fiestas civiles más antiguas de Europa. Colocada en la plaza la réplica de la Cimera del Rei, junto al cuadro de Jaime I que normalmente está instalado en el salón de plenos, los miembros del Ayuntamiento se dirigen a la catedral acompañados de gigantes, cossiers, cavallets y la banda municipal, además de la policía montada para asistir a la misa. Se cree que su nombre, hace alusión a aquel soldado que colocó el estandarte real en la torre y avisó al resto de las tropas cristianas que podían asaltar la ciudad.
Durante su celebración se realiza un pregón y se lleva a cabo una ofrenda floral a la estatua de Jaime I situada en la plaza de España de Palma, en cuyo centro se encuentra el monumento que consiste en una estatua ecuestre de bronce a cuyo pie figura un almogávar. Fue realizada por el escultor Enric Clarasó e inaugurada en 1929, el séptimo centenario de la conquista.
Jaime Mascaró