El Arte Visigodo (I)

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La llegada a la Península Ibérica de los visigodos a comienzos del siglo V no supuso una ruptura con las formas artísticas del mundo hispanorromano. El arte fue evolucionando con el transcurso del tiempo, y llegó a crear un estilo con una personalidad propia y definida que arquitectónicamente se identifica con el arco de herradura y la tosquedad en la escultura.

Las construcciones que han sobrevivido al tiempo se encuentran en la mitad superior de la península. El arte visigodo es el fruto de la tradición romana y paleocristiana anterior. Como características principales podemos destacar que los edificios se construyen con grandes bloques de piedra colocados sin argamasa. Los muros son muy anchos y tienen escasos vanos con el fin de poder soportar el peso de la bóveda de cañón. Emplean el arco de herradura sobre capiteles de orden corintio y de tronco de pirámide invertido.

Basílica Sta. María del Trampal

Una característica importante es que el espacio en los templos está muy compartimentado con gran variedad de plantas, algunas de tipo basilical, otras de cruz griega o combinación de ambas. La cabecera siempre aparece abovedada, a ambos lados de la cabecera solía haber dos sacristías. La luz en los templos visigodos es escasa, existen pequeños vanos en las naves y alguno mayor en el ábside.

Los muros suelen estar ricamente ornamentados con frisos adornados con elementos geométricos o florales, tallos ondulantes de vid y estrellas o figuras de animales. Según san Isidoro de Sevilla, “la belleza de los edificios radica en la buena estructura o en su distribución, como en sus adornos y decoración”. Para esto emplearon artesonados de madera dorados, mármoles en los muros, en los iconostasios y en las columnas. En muchas ocasiones aprovecharon materiales de mármol de antiguos edificios romanos. También destacaban las lámparas votivas, los velos y los objetos sagrados que contribuían a la belleza del templo.

Santa María de Melque

El arte visigodo ha dejado muy pocas muestras a lo largo de nuestra geografía, seguramente por la belicosa historia de España, sobre todo desde la invasión musulmana. Los ejemplos más sobresalientes que nos quedan son los templos de San Pedro de la Nave (Zamora), San Juan de Baños (Palencia), Santa María de Melque (Toledo), Santa Comba de Bande (Orense), Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos) y la Cripta de San Antolín (Palencia).

San Juan de Baños (Palencia)

San Juan de Baños (Palencia)

Es la iglesia más antigua que se conserva en España, se encuentra en la vega del río Pisuerga, en las afueras del pueblo de Baños. La zona es llana con tierras circundantes sembradas de cereal. Cerca de allí, en una hondonada, brota un manantial que desde muy antiguo gozó de fama salutífera. Se supone que fue lugar de adoración de espíritus y a tal efecto se construyeron unas termas romanas y un templo dedicado a Esculapio. Más tarde el lugar se cristianizó y se dedicó a San Juan Bautista, y siguió teniendo gran afluencia de visitantes, uno de ellos fue el rey Recesvinto quien de regreso de una campaña contra rebeldes del norte se detuvo en el lugar aquejado de un cólico nefrítico. Bebió agua del manantial y notó un alivio inmediato, por lo que en agradecimiento decidió erigir una iglesia que es la que ahora nos ocupa.

San Juan de Baños. Interior

La iglesia fue consagrada en el año 661. Se compone de una nave central que sobresale en altura y dos naves laterales más bajas. La nave central tiene el doble de altura que de anchura y con esa simple proporción guarda la esencia de su armonía. Los techos son de madera, modernos, aunque el edificio fue utilizado para el culto casi de continuo, durante el siglo XIX sufrió un abandono total y la techumbre original se deterioró. La imagen del santo titular no se conserva; se dice que fue rota en pedazos por los soldados napoleónicos del general Lasalle en el año 1808.

La importancia del templo para la historia de la arquitectura española es fundamental. Es una referencia dentro del arte español y, sin duda, es el principal edificio de la época visigoda conservado.

Cripta de San Antolín de la Catedral de Palencia

Cerca de San Juan de Baños se encuentra esta obra cuyos orígenes y función no han sido desentrañados. Existen dos leyendas que dan fe de ella. La primera relata como el rey Wamba trajo desde Narbona las reliquias de San Antolín, mártir que fue sacrificado en aquella ciudad y que tenía sangre goda. Para cobijar y venerar aquellos restos se construyó un edificio del cual formó parte la cripta.

La segunda leyenda que nos habla sobre la cripta es la que protagonizó el rey Sancho III de Navarra cuando se hallaba de caza en las cercanías. Corría el año 1032 y el rey Sancho perseguía a un jabalí cuando la fiera se introdujo por una amplia cavidad subterránea. El rey siguió al animal y cuando se disponía a lanzar su venablo sobre él, notó que momentáneamente se quedaba sin fuerza. En la penumbra de la cueva observó cómo junto al jabalí se encontraban mansos los perros de la jauría. 

Sancho III de Navarra

Ayudado con antorchas, reconoció que se encontraba en una vieja iglesia y que allí se guardaba el cuerpo incorrupto de San Antolín. Para dar culto a las sagradas reliquias, hacia el año 1034 Sancho III reinstauró la antigua diócesis palentina y construyó la parte más amplia de la cripta. Así, utilizó en Castilla por primera vez el románico, en el que se mantuvieron muchas formas del prerrománico asturiano. Por detrás de la cabecera del siglo XI quedó tapada y oculta la estructura visigoda, que fue hallada de nuevo en 1905.

La estructura visigoda tiene unos diez metros de longitud y tres de ancho. Lo más interesante es el frente, cerrado con dos columnas de capiteles levemente decorados que sujetan tres arquillos, el central es de herradura muy marcada. Cabe destacar los ábacos ― que son unas molduras que coronan los capiteles ― que siguen dibujos típicamente visigodos, en punta de lanza y trazos simétricos en espiral.

José Carlos Sacristán

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