Nació en Trujillo… ¿O en Sevilla?… Alrededor del año 1495, y falleció en Sevilla el 28 de agosto de 1587.
Más de 90 años de una humanidad francamente fructífera y francamente olvidada por una historia que, sin embargo, ha tenido en cuenta a otros que abordaron los mismos aspectos, que fueron ciertamente significativos, como Juan de la Cosa, pero que posiblemente sean menos significativos en el ámbito de la ciencia.
Y es que, sin pretender restar protagonismo a un personaje como Juan de la Cosa, que también ha permanecido demasiado oculto en la historia, escarbando un poco podemos descubrir otros personajes que, como Alonso de Chaves, nos deslumbran con su magnífico legado cultural y su impronta, de mayor envergadura que la del propio Juan de la Cosa, cuya comparación nos resulta acorde con el conocido refrán.
Es el caso que para 1527 Alonso de Chaves era piloto en la Casa de Contratación de Sevilla, cuando el titular era Sebastián Caboto, un veneciano cuya fidelidad pasó de ser algo dudosa a decididamente nula cuando pasó a servir a Inglaterra.
Sebastián Caboto era aficionado a abandonar su puesto para realizar expediciones, y en 1527 se encontraba de ruta hacia las Molucas, motivo por el que la responsabilidad de las enseñanzas acabó recayendo, por Real Cédula de 2 de agosto de 1527, en los pilotos Diego Ribeiro y Alonso de Chaves, siendo que el 4 de abril siguiente sería nombrado “piloto y cosmógrafo e maestro de hacer cartas e astrolabios e otras cosas para la navegación”.
Con ese título, ostentado hasta 1552 cuando Sebastián Caboto pasó a servir a Inglaterra, Chávez fue nombrado Piloto Mayor, y hasta su muerte en 1587, fue un fiel servidor encargado de formar pilotos marinos y responsable de recoger e interpretar los informes de los nuevos descubrimientos.
En nuestros tiempos, y más si nos conformamos con la educación institucional recibida, puede parecernos asunto menor el tema de la navegación atlántica, pero debemos ser conscientes que hasta que se le ocurrió a Cristóbal Colón navegar hacia occidente, y para muchos hasta mucho después, a nadie se le ocurría llevar a cabo una navegación que no fuese de cabotaje, por mero espíritu de supervivencia. Ni las cartas náuticas ni las naves estaban preparadas para semejante empresa, que requería nuevas soluciones de navegación.
Unas soluciones que requerían el desarrollo de la ciencia y de la técnica… y de la astronomía, la cosmografía, la cartografía … y la cosmología… entre otras artes.
Su desarrollo serviría para el de la medicina, de la meteorología, de la agricultura, del cómputo del tiempo, el perfeccionamiento del calendario o de la filosofía natural.
Los viajes a Indias, además de los objetivos comerciales debían aportar cuantos conocimientos nuevos se alcanzasen, por mínimos que fuesen, por lo que todos los pilotos debían remitir a la Casa de Contratación una relación detallada y completa de su viaje donde quedase señalado con exactitud el rumbo seguido, las corrientes encontradas, las distancias y cualquier dato útil para la navegación, y con esos datos sería creado el Padrón Real, que no era, ni más ni menos que el mapa, oficial y secreto, utilizado como modelo para la confección de mapas y cartas náuticas utilizados por la marina española para seguir ensanchando el mundo.
Sus experiencias y descubrimientos acabó plasmándolas en papel, siendo que su obra fundamental, “Quatri partitu en cosmographia pratica i por otro nombre llamado Espejo de Navegantes”, era el pie de rey de todas las rutas marítimas a América, lo que ocasionó que fuese considerada secreto de Estado, permaneciendo inédita hasta 1983.
Consta la obra de cinco partes en las que aborda el movimiento del sol y la determinación de la latitud por la observación del mismo y de la estrella polar. Asimismo explica los movimientos de la Luna y su influencia en las mareas.
Y acomete otros asuntos como el cálculo horario, nocturno y diurno, el cálculo de la latitud… y las tablas de previsión de conjunciones, oposiciones y cuadraturas del Sol y de la Luna y de los eclipses, la proporción entre el grado de longitud de cada paralelo al grado de la equinoccial y un conjunto de señales para conocer la “mudanza de los tiempos” y su efecto sobre la navegación, así como la influencia de la Luna sobre las mareas y corrientes
Pero, análisis tan importantes como esos los compagina con otros de vital importancia para la navegación transatlántica, al tiempo que realizó un mapa de América con lo que de la misma se conocía en 1533 y en el mismo queda exactamente ubicada la posición del Ecuador, y queda meridianamente claro hasta dónde habían llegado los descubrimientos en ese momento, siendo que la costa atlántica de Suramérica, las Antillas y el Golfo de la Nueva España están perfectamente señalados.
Y en esos conocimientos son formados los pilotos, que serán fuente de nueva información a la vuelta de sus viajes.
Tal nivel de información, forzosamente, debía comportar una frenética actividad de espionaje por parte de las potencias extranjeras, ávidas de hacerse con la información. Muestra de ello es la defección de Sebastián Caboto, que pasó a servir a Inglaterra en una acción similar a la que un siglo después llevaría a efecto Antonio Pérez, el que fuese secretario de Felipe II. De hecho, el mapa confeccionado por Chávez se encuentra hoy en Alemania, en la Herzog August Bibliothek Wolfenbüttel.
Una muestra definitiva de espionaje que se ve repetida en tantas ocasiones como muchos de los mapas españoles que hoy se encuentran en colecciones europeas. Los mapas eran la puerta de entrada a todo un mundo nuevo, parte de un todo que aún hoy se encuentra en parte oculto al conocimiento general.
Y además de puerta de entrada, guía de cómo hacerlo. Así, la obra magna de Alonso de Chávez, “Espejo de Navegantes” es un manual para aventurarse en la carrera de Indias en el que se indica cómo debe manejarse el barco desde las cuestiones más elementales a las más especializadas; atiende desde la misma construcción del barco hasta la formación de la tripulación, la alimentación y su conservación, hasta la provisión de armamento y la función de cada tripulante.
El libro, dividido en cuatro partes, dedica la última a señalar los puertos, las islas, la localización de agua potable y las rutas; datos todos que venían a certificar lo que el análisis de los tres primeros anunciaban: el carácter de secreto del texto para evitar que cayese en manos del enemigo, que andaba organizando flotas piratas para atacar los barcos españoles, y que durante muchos años debieron limitarse a navegación de cabotaje.
Quiso abandonar su puesto de piloto mayor, pero no le fue concedido el retiro hasta el 21 de abril de 1586, cuando contaba más de noventa años de edad y estaba sordo y casi ciego.
El servicio que Alonso de Chávez le prestó a España a lo largo de seis décadas cumplidas no merece permanecer en el olvido, sino salir a la luz.
Hoy el buque BS-12 Alonso de Chaves es un buque remolcador de manufactura española, utilizado por la Sociedad de salvamento y seguridad marítima.
Cesáreo Jarabo