
Persecución de Diocleciano. Pintura: Eugene Thirion
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán».
Jn 15, 18-20
Uno de los rasgos que puede caracterizar al cristianismo, ya incluso desde sus inicios, es la persecución a la que fue sometido. Comenzando desde el judaísmo que rechazó a Jesucristo y a sus seguidores y tras la expansión de este por toda la geografía dominada por el imperio romano; hubo emperadores que se caracterizaron por la persecución explícita al cristianismo; emperadores como Nerón, Domiciano, Trajano, Adriano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Diocleciano etc.
Aunque, cuando se habla de la persecución a los cristianos, se nos viene la imagen de los perseguidos por el imperio romano, precisamente no es esta la etapa más trágica, más destructiva y más aniquiladora de los cristianos, especialmente de los católicos. Esta etapa la tenemos mucho más cercana en el tiempo y más aniquiladora, precisamente más anticatólica y más destructiva; hablamos de los siglos XIX y XX. Pero vamos a concretar en especial el genocidio de católicos en la “católica” España, en estos dos siglos.
El siglo XVIII

El paso de la Edad Media a la Edad Moderna marca una cosmovisión diferente a la de Edad Media, dicha Edad, la cosmovisión de la vida era Teocéntrica y la cosmovisión de la Edad Moderna, antropocéntrica. En los inicios de la Edad Moderna hubo pensadores que, influidos por la filosofía neo-platónica de Plotíno elaboraron un pensamiento marcadamente con fundamentos sincretistas y gnósticos como sería el sacerdote Marsilio Ficino
(1433-1499) de Florencia y Pico de la Mirándola (1463-1494) de Florencia.
El Siglo XVIII supone una etapa de la historia del pensamiento filosófico y social donde comienzan a emerger conceptos de filosofía y tendencias que marcarían a lo largo de los siglos venideros el nacimiento del pensamiento de ciertos filósofos que señalarían un hilo conductor de ataque al cristianismo especialmente al catolicismo. De estos movimientos ideológicos, los que evidencian más un férreo ataque y persecución tanto intelectual como físico y social, serían el marxismo, socialismo, liberalismo, comunismo, nihilismo, anarquismo, el ateísmo beligerante, el materialismo, etc.

A lo largo de casi todo el siglo XVIII tenemos la presencia del filósofo francés François-Marie Arouet (1694-1778), nacido en París, conocido como Voltaire. Es un filósofo esencialmente anticristiano que ingresó en la masonería en la logia parisina de “Las Nueve hermanas”, defensor del Deísmo — deísta — , en sus obras incitaba a sus lectores y a las masas a la destrucción del cristianismo, decía así: «¡Aplastad al infame!». El acto de fe lo consideraba como un hecho de superstición; en cambio, la existencia de Dios — no el Dios de los cristianos — lo consideraba como un hecho de la razón.
Idealismo alemán, influyendo especialmente en pensadores como Kant (1724-1804), no se puede demostrar con certeza que Kant perteneció a la Masonería, pero lo que sí es cierto es que ésta tuvo una importante influencia en su pensamiento ya que el movimiento kantiano desembocó o estimuló el Nihilismo.

Entre los pensadores del Idealismo alemán La Fichte, Shelling y Hegel, haremos destacar a Hegel por la causalidad de su pensamiento que derivó en dos movimientos ideológicos totalmente opuestos, la ideología de derechas y la de izquierdas. Hegel es otro filósofo que en el contenido de su pensamiento evidencia unos fundamentos claramente gnósticos sobre todo en el concepto de su filosofía de la historia.

Es necesario mencionar que en la Revolución Francesa (1789-1799) tiene lugar el primer gran genocidio de católicos de la Edad Contemporánea; estoy hablando del genocidio de la guerra La Vendée (1793-1796) —el preludio de las Guerras Carlistas en España — en plena Revolución Francesa (1789-1799), fue el alzamiento legítimo de los católicos franceses para defender su fe y así mismo la libertad religiosa, donde La Vandée es lugar más representativo con unos 200.000 muertos.

Es muy significativo y premonitorio que con el Siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, del culto y deificación de la razón; donde se sustituye al Dios Cristiano, el Dios revelado por el Deísmo y el gnosticismo masón y un mundo donde se prescinde de dicho Dios y se deifica a la razón — como he dicho — se comete este primer genocidio de la fe católica de la Edad Contemporánea, marcando la señal e inicio de una persecución sistemática de la Iglesia Católica y de todo lo que supone esta fe, todo auspiciado por la masonería.
La Revolución Francesa, la Ilustración y así mismo el Racionalismo Ilustrado son un ataque al Dios cristiano a través de la mencionada secta y su credo gnóstico.
Engels, Marx, Bakunin y Nietszche

Con la llegada del Siglo XIX aparecen estos filósofos que tienen un pensamiento corrompido del gnosticismo y cuyo principio en común es la destrucción del cristianismo, sustituyéndolo por el superhombre donde se fomenta el ateísmo beligerante que desemboca en un radical totalitarismo y en unos reinados del terror.
Se puede definir al socialismo y al marxismo como una corrupción del gnosticismo e igualmente se presenta como ciencia y salvación; en cambio, es una falsificación de la una y de la otra o dentro de varias religiones, como el judaísmo, el cristianismo, el islam, el hinduismo; el gnosticismo se hace compañero de camino de estas creencias, pero hablando del comunismo, socialismo y la masonería son una doctrina sistemática que promete una salvación por el conocimiento a los iniciados. Pretenden conformar un orden cósmico, declara su apoyo a una certeza científica. Estas ideologías poseen la estructura mental de la gnosis, tienen una profunda relación con la política; el marxismo-leninismo está marcado por el pensamiento gnóstico.

Uno de los filósofos que han marcado igualmente a nuestro tiempo es Nietzsche: su pensamiento gnóstico en obras como “Así habló Zaratustra”. “El Anticristo” o “Ecce Homo” es evidente. Nietzsche fue un profeta del gnosticismo moderno, interpretando su proclamación de la «muerte de Dios» y su visión del hombre como creador de valores en un mundo sin verdad trascendental como una forma de gnosticismo secular. El gnosticismo y otras tradiciones esotéricas han influido en la espiritualidad contemporánea, conectando a Nietzsche con impulsos gnósticos en la cultura moderna. En definitiva, este profeta de la “muerte de Dios” anticipa un tipo de gnosticismo postmoderno, donde la creación de valores y la autotrascendencia se alinean con una gnosis que rechaza las certezas tradicionales y abraza la multiplicidad de perspectivas.

En cuanto al fundador ideológico del anarquismo, Bakunin era una persona de pensamiento extremadamente revolucionario, anti-Estado y antisistema y anticristiano; en una carta de él a la condesa Salias de Tournemir leemos:
«Que mis amigos construyan, yo no tengo más sed que la destrucción, porque estoy convencido de que construir con unos materiales podridos sobre una carroña es trabajo perdido y de que tan solo a partir de una gran destrucción pueden aparecer de nuevo elementos vivientes, y junto con ellos, elementos nuevos».
El convulso siglo XIX

El siglo XIX comienza en España con la dinastía de los Borbones, esta dinastía de origen francés ya en 1767 con Carlos III en el trono de España expulsa a los jesuitas de todos los dominios españoles y confisca sus bienes, hecho que provoca un daño irreparable para la iglesia y la cultura española. Con la llegada de la Revolución Francesa y la caída de la monarquía en Francia dicha revolución manifiesta unos principios masónicos, Libertad, Igualdad y Fraternidad son principios que evidentemente no se practicaría en general, sino que al contrario hacia la iglesia católica mostró una radical postura de persecución.

Ya en los inicios del siglo XIX, con la guerra de la Independencia (1808-1814) sería esta un medio de persecución a la Iglesia, maltrato de religiosos y su expulsión de los conventos. Durante el “reinado” del intruso José Bonaparte en España, creó, en 1808, una masonería estatal totalmente dependiente de él, y asumió el mismo cargo que tenía en Francia, el de Gran Maestro del Gran Oriente. Para ello creó igualmente el Consejo del Grado 33 del Rito Escocés y Aceptado, activo hasta 1813. Esta monarquía ilegítima y masónica, la napoleónica en España, practicó el modelo revolucionario francés de perseguir a la Iglesia Católica prohibiendo las ordenaciones sacerdotales. Se recuperó el proyecto desamortizador diseñado por Godoy, pero ampliándolo. Se suprimían por decreto del 18 de agosto de 1809 las órdenes religiosas masculinas que fueron exclaustrados.

En el Trienio Liberal (1820-1823) que se le puede llamar más bien el Trienio Masónico; al frente del gobierno estaba el masón Agustín Argüelles el 14 de agosto del 1820 decretó la segunda expulsión de los jesuitas, el 1 de octubre de este mismo año suprimió todos los monasterios de España salvo 8, como fue del El Escorial, 1701 conventos se cerraron y sus frailes exclaustrados, el Estado se apoderó de los bienes de los conventos cerrados siguiendo directrices de las Cortes de Cádiz. Se prohibieron nuevas fundaciones y el gobierno español rompió relaciones con la Santa Sede y expulsó al Nuncio en 1823 y 8 obispos fueron desterrados — de las Diócesis de Orihuela, Tarragona, Oviedo, Menorca, Barcelona, Tarazona, Pamplona y Valencia — , el Obispo de Vich, el franciscano Fray Ramón Strauch, el 16 de abril del 1823 fue asesinado cerca de Molins de Rei cuando era conducido a Tarragona para ser juzgado por el Tribunal Superior de Guerra acusado de “realista”; la orden de asesinarlo venía de Rotten lugarteniente del general Francisco Espoz Mina miembro de la Masonería.

Un siglo después, la historia se repitió con la “democrática” Segunda República; las medidas contra las órdenes religiosas se endurecieron y se promulgó una ley a imitación de la Constitución Civil del Clero de la Revolución Francesa, donde se ordenó la secularización de los religiosos.
En cambio, el Papa Pío VII publicó el 13 de septiembre del 1821 la Encíclica “Eclesiam a Jesu” donde condenaba explícitamente a la secta secreta de “La Carbonería” y “La Masonería” diciendo de ellos: «actúan bajo el disfraz de corderos, pero no son sino lobos rapaces». Después les atribuye los turbiones de la revolución y denuncia las parodias de los sacramentos y de la liturgia cristiana en algunas de las iniciaciones de estas sectas.
El 22 de abril del 1834 se funda la Real Junta Eclesiástica, se publicaron unos decretos, en uno de ellos se creaba para la reforma del clero regular y secular, con carácter consultivo, formada con prelados de tendencias liberales o adictos a la causa isabelina; sería significativo, ya que desembocó en la disolución de los conventos.
El 17 de julio de 1834, en Madrid, bajo una epidemia de cólera proveniente de la India, y con el bulo de que “Los frailes habían envenenado las fuentes de agua”, fueron asaltados varios conventos y asesinados 80 religiosos.
Al año siguiente, en 1835, se repetirían los mismos sucesos provocados por el mismo bulo en las ciudades de Reus, Zaragoza y Barcelona, en la ciudad condal, con 16 religiosos asesinados.

Benito Pérez Galdós narra lo que las turbas de gente cantaban cuando se dirigía a asaltar los conventos y asesinar a los frailes, decían lo siguiente: ¡Muera Cristo, viva Luzbel, muera Don Carlos, ¡viva Isabel! El 29 de julio del 1837, bajo la regencia de M.ª Cristina de Borbón, sale el Real Decreto de la desamortización del ministro de Hacienda, Juan Álvarez Mendizábal, que decía lo siguiente:
«Las Cortes, en uso de la facultad, han decretado lo siguiente:
I.- Quedan extinguidos en la Península, Islas adyacentes y posesiones de España en África, todos los monasterios, conventos, colegios, congregaciones y demás casas de religiosos de ambos sexos…
X.- No se conservará abierto ningún convento o monasterio que tenga menos de 12 religiosas profesas, ni se volverán a abrir los que estén ya cerrados, aunque antes de cerrarse tuviesen aquel número…»
«Las Cortes, en uso de sus facultades, han decretado lo siguiente:
I.- Se suprimen la contribución y diezmos y primicias y todas las prestaciones emanadas de los mismos.
II.- Todas las propiedades del clero secular el cualesquiera clases de predios, derechos y acciones que consistan, de cualquier origen y nombre que sean, y con cualquiera apliación o destino con que hayan sido donadas, compradas o adquiridas, se adjudican a la nación, convirtiéndose en bienes nacionales…»

En el Bienio Liberal (1854-1856) el General Espartero vuelve a instaurar las medidas anticatólicas del Trienio Liberal.
En la Revolución La Gloriosa (1868) de nuevo se suprimió la Compañía de Jesús, así como las comunidades y asociaciones religiosas creadas en las últimas décadas. Se publicaron unos decretos, se creaba una Real Junta Eclesiástica para la reforma del clero regular y secular, con carácter consultivo, formada con prelados de tendencias liberales o adictos a la causa isabelina. Esto sería el origen de la disolución de los conventos.
Otro de los objetivos del poder civil liberalista era abrogarse una serie de poderes, principalmente hacia el clero regular y sus bienes, ya que era un clero formado, difícil de controlar, que no dependía del obispo; el objetivo por tanto era perseguirlo, expulsarlo y poseer sus bienes.

En el Siglo XIX tuvieron lugar principalmente tres guerras Carlistas. La primera desde 1833-1840, la segunda desde 1846-1849 y la tercera desde 1872-1876; Marcelino Menéndez Pelayo definía, en una breve frase, el verdadero origen y causa de éstas guerras, diciendo lo siguiente: «Las Guerras Carlistas fueron guerras religiosas revestidas de dinásticas» es decir fueron guerras en defensa de la fé católica del ataque del régimen liberal.
Otro de los hechos de la persecución anticatólica del Siglo XIX es la desamortización de Madoz, que decía así:
“Desamortización acordada mediante Ley de 1 de mayo de 1855 (Gaceta de Madrid de 3 de mayo de 1855) que declaró en estado de venta todos los predios rústicos, los urbanos, censos y foros pertenecientes al Estado, al clero y cualesquier otros pertenecientes a manos muertas».
Se declaraban en venta todas las propiedades principalmente comunales del ayuntamiento, del Estado, del clero, de las Órdenes Militares de Santiago, Alcántara, Calatrava, Montesas y San Juan de Jerusalén, cofradías, obras pías, santuarios, del ex infante don Carlos, de los propios y comunes de los pueblos, de la beneficencia y de la instrucción pública, con las excepciones de las Escuelas Pías y los hospitalarios de San Juan de Dios, dedicados a la enseñanza y atención médica respectivamente, puesto que reducían el gasto del Estado en estos ámbitos. Igualmente se permitía la desamortización de los censos pertenecientes a las mismas organizaciones”.
La ley violaba los acuerdos del Concordato con la Santa Sede del año 1851. Declaraba en venta los bienes del clero secular y regular que hubiesen quedado sin desamortizar en los procesos anteriores. El clero regular apenas se vio afectado por la medida, porque sus posesiones habían sido ya el objetivo fundamental de la desamortización de Mendizábal.
La acción del régimen Liberal
Uno de los objetivos del régimen liberal es desligar progresivamente a los movimientos proletarios, tanto rurales como urbanos, de la fe católica, o sea crear la laicidad en ellos, para los cuales serían estos movimientos un terreno fácilmente abonable para sembrar las nuevas ideologías, anarquismo, socialismo, republicanismo y el odio a la fe católica.
A comienzos del siglo XIX en España había 72.000 sacerdotes seculares y 73.000 religiosos y religiosas. Llegado el año 1860 los sacerdotes seculares eran 42.000 y los religiosos y religiosas 20.000; por tanto por falta de formación en la fe, y apartando a las personas de esta formación, las vocaciones se desploman debido a la acción laicista. Este hecho lo estamos viviendo actualmente, la historia se repite.

El papa León XIII en su Encíclica del 20 de junio del 1888 “Libertas Praestantissimum” condenaba contundentemente el liberalismo y el 5 de mayo del 1891 publica la “Rerum Novarum” donde condena explícitamente el socialismo, considerándolo como un cáncer para la sociedad, hecho que pasados los años se evidencia que no se equivocó.
El 2 de mayo de 1879 Pablo Iglesias funda el Partido Socialista Obrero Español y el 8 de agosto del 1888, en Mataró, la U. G. T.

Manuel López Gómez
Orden Franciscana Seglar