SAN FRANCISCO DE BORJA

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Francisco de Borja y Aragón, más conocido como San Francisco de Borja​,​ fue III General de la Compañía de Jesús, IV duque de Gandía, I marqués de Lombay, grande de España y virrey de Cataluña, donde durante su mandato la fortaleció contra la piratería, el bandolerismo y la amenaza francesa. En España es Santo patrono de la nobleza, de la cetrería y de la ciudad que le vio nacer, Gandía, en la que se erigió un monumento a Francisco de Borja, IV Duque de Gandía.

Francisco nació en el Palacio ducal de Gandía, el 28 de octubre de 1510, hijo del III duque de Gandía, Juan de Borja y Enríquez de Luna, y de Juana de Aragón y Gurrea,​ hija natural de Alonso de Aragón, virrey de Aragón, hijo ilegítimo del rey Fernando II de Aragón,​ Aldonza Ruiz de Yborra, vizcondesa de Evol. Por parte de su padre, era bisnieto de Rodrigo de Borja, el papa Alejandro VI.

Reina Juana I

Perdió a su madre a la edad de 9 años, cuando ya habían apreciado en él virtudes singulares para su edad, marcada por la inocencia y la piedad. Precisamente los dones que advirtió en él, indujeron a su tío materno Juan de Aragón, arzobispo de Zaragoza, a llevárselo con él proporcionándole una excelente formación integral a cargo del maestro a Gaspar Lax, conocido como el príncipe de la lógica. Aunque de niño fue muy piadoso y deseó convertirse en monje, su familia lo mandó a la corte de su tío segundo el emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico y en 1522 se encontraba en el palacio de Tordesillas para servir a su tía abuela, la reina Juana I, que estaba recluida ahí apartada del gobierno por su precaria salud mental y la subida al trono de su hijo Carlos como rey de Castilla en 1516.​ En 1528, Juan de Borja concedió a su primogénito la mitad de la baronía de Llombay y el título de barón,​ en tanto que el emperador Carlos V lo nombró gentilhombre de la Casa de Borgoña, llegando a ser «gran privado» del emperador.

Leonor de Castro, supuesto retrato

Los planes familiares iniciales para el joven Borja consistían en desposarlo con doña Aldonza de Cardona, un matrimonio muy ventajoso para la casa de Borja tanto desde el punto de vista económico como por el prestigio social de los Cardona. En 1529, se acordó su matrimonio con Leonor de Castro, amiga íntima, Caballeriza Mayor y Dama de la emperatriz Isabel.​ Tuvieron amplia descendencia, ocho hijos, de los cuales cinco fueron varones y tres mujeres: Carlos en 1530, Isabel, Juan, Álvaro, Juana Francisca, Fernando, Dorotea, y Alonso en 1539.

La emperatriz en ausencia del emperador y actuando con plenas facultades como regente, lo nombró Caballerizo Mayor suyo, como ya lo era su esposa, y elevó el título de la baronía de Llombay a marquesado. Cuando Isabel de Portugal murió, era considerada una de las mujeres más bellas de su tiempo, como lo atestigua un lienzo del Tiziano.

Falleció en Toledo el 1 de mayo de 1539 con solo 36 años de edad.   Su hijo, Felipe, encabezó los funerales y Francisco de Borja organizó la comitiva que escoltó el cuerpo de la emperatriz hasta su tumba en la Capilla Real de Granada, donde sería sepultado junto a los restos de los Reyes Católicos. El día 18, se descubrió el féretro antes de introducirlo en el sepulcro a fin de corroborar una vez más su identidad. Al ver descompuesto el rostro de la emperatriz que el mundo había admirado por su belleza, dijo: «He traído el cuerpo de nuestra Señora en rigurosa custodia desde Toledo a Granada, Jurar que es Su Majestad no puedo. Juro que su cadáver se puso ahí». Tras las exequias recuerda la tradición que le comentó a un allegado: “Nunca volveré a servir a señor que se me pueda morir”.​

En ese mismo año, Carlos I lo nombró virrey de Cataluña cargo que desempeñó con gran eficiencia, sin embargo, sus verdaderos intereses fueron otros. Cuando su padre murió, el nuevo duque de Gandía se retiró a su tierra natal y llevó, con su familia, una vida entregada puramente a la fe. Por esos tiempos entró en contacto con algunos de los primeros jesuitas: los padres Pedro Fabro y Araoz.

Universidad de Gandía

Así fue madurando su deseo de ayudar económicamente a la orden fundada por Ignacio de Loyola, sobre todo después de hacer los ejercicios espirituales. Fue un gran bienhechor del Colegio Romano y fundó la Universidad de Gandía, el primero en recibir alumnos seglares. Enfermó su esposa Leonor y suplicó al cielo por ella. Una locución divina le advirtió: “Tú puedes escoger para tu esposa la vida o la muerte, pero si tú prefieres la vida, ésta no será ni para tu beneficio ni para el suyo”. Con mucho dolor y lágrimas expresó: “Que se haga vuestra voluntad y no la mía”. Leonor de Castro falleció el 27 de marzo de 1546 en el Monasterio de San Jerónimo de Cotalba, cerca de Gandía cuando su hijo pequeño tenía 7 años.

Coincidió que pasó el padre Fabro por Gandía y, sin perder más tiempo hizo los ejercicios espirituales, y emitió los votos de perfección ese mismo año de 1546. Con ellos se comprometía a integrarse en la Compañía y abandonó su carrera. En junio de este mismo año Francisco decidió entrar en la Compañía de Jesús. Ajustó cuentas con sus asuntos mundanos, renunció a sus títulos en favor de su primogénito, Carlos, e inmediatamente se le ofreció el título de cardenal. Lo rechazó, prefiriendo la vida de predicador itinerante.

Ignacio de Loyola

Marchó a Roma e ingresó el 27 de marzo de 1546, en la Compañía de Jesús, donde llegó incluso a ser ayudante del cocinero. Fue ordenado sacerdote. Su deseo de pertenecer a la Compañía de Jesús lo había llevado a enviar a Ignacio de Loyola una carta pidiéndole humildemente que lo aceptara entre sus hijos y exponiéndole los obstáculos que se anteponían a tal deseo: a saber, su condición de padre y de duque. Mientras tanto, hizo voto de castidad y obediencia al superior de los jesuitas de Gandía.

Cuando el General de la Compañía recibió con los brazos abiertos a aquel hijo, que conocía sólo sobrenaturalmente, el duque se arrodilló para pedirle la bendición, San Ignacio hizo lo mismo y se unieron los dos santos en un largo abrazo.

Padre Diego Laínez Almazán

En 1554 se convirtió en el comisario general de los jesuitas en España y, en 1565, a la muerte del Padre Diego Laínez Almazán, Padre General de toda la orden. Cierto día, visitando en calidad de Comisario General de la Compañía para toda España a los jesuitas de Ávila, éstos se refirieron a una monja, cuya vida estaba regada de eventos extraordinarios y que era muy perseguida y calumniada. Así se encontraron San Francisco de Borja y Santa Teresa de Jesús. El primero confirmó que ésta era guiada por el espíritu divino, y se transformó en su ardiente protector.

Monasterio de Yuste

El demonio y sus secuaces humanos reiniciaron la campaña de calumnias contra la Compañía de Jesús. Viendo la tempestad que se formaba, Carlos I mandó llamar a su antiguo protegido. En una conversación de tres horas, comprobó su santidad y la malicia de los calumniadores. La protección del emperador salvó nuevamente a la Compañía. Poco después, Carlos I renunciaba al trono y se retiraba al monasterio de Yuste, donde tres años después terminaría sus días mencionando al padre Francisco en su testamento.

Francisco de Borja se preocupó de que cada provincia jesuítica tuviese su propio noviciado: personalmente fundó el Noviciado de San Andrés del Quirinal, en el que se formaron san Estanislao Kostka, el predicador polaco Piotr Skarga y el futuro Padre General Claudio Acquaviva.

Gregorio XIII

Una de sus tareas más delicadas fue negociar con el papa Pío V, quien deseaba reintroducir el oficio cantado en la Compañía. Ya lo había intentado de manera generalizada Pablo IV durante once meses entre 1558 y su muerte, lo que había prorrogado su sucesor y enemigo, el papa intermedio Pío IV. Pío V también ordenó que ningún candidato al sacerdocio de ninguna Orden pudiera ser ordenado hasta después de su profesión; esto causó grandes problemas a la Compañía. Por este motivo, todos los jesuitas debían profesar tres votos solemnes hasta que Gregorio XIII (en diciembre de 1572) restauró la práctica original, tal como estaba en las Constituciones escritas por San Ignacio.

El Papa San Pío V, mientras preparaba su cruzada contra los turcos, pidió al General de la Compañía que, debido a su sangre real y al gran prestigio de que gozaba en la Corte de España, fuera personalmente a tratar con el rey Felipe II sobre su ayuda. Sometió a consideración de Pío V la creación de la Congregación para la Propagación de la Fe. Escribió tratados espirituales, y auxilió a los afectados por la peste que asoló Roma en 1566. Sus atributos son, una calavera coronada con una corona imperial. Francisco con un crucifijo en la mano, realizó exorcismos.

Su secretario fue Juan Alfonso de Polanco, quien había sido el secretario de los dos superiores generales pasados. Los Colegios prosperaron: de 50 en 1556 pasaron a 163 en 1574. Borja promulgó la primera Ratio Studiorum en 1569. Para su gobierno se apoyó en Visitadores. Se inició la remodelación de la Iglesia del Gesù en Roma.

Colegio Romano

Como prepósito general de la Compañía. Fundó más de una veintena de colegios en España, impulsó el noviciado y el Colegio Romano y logró que la Compañía se expandiera por distintos continentes, entre otras acciones. En general, siguió muy de cerca la evolución de la Contrarreforma en Alemania y muchas fundaciones jesuitas atendieron a reforzar la causa católica.

Bajo su administración la obra misionera se incrementó y fue próspera. La Compañía fundó nuevas misiones en Florida, México (entonces Nueva España) y Perú. Se incrementó la penetración en Brasil. Una expedición misionera enviada por él a Brasil fue exterminada por los protestantes en alta mar el 5 de junio de 1570 (Inácio de Azevedo y sus compañeros mártires). Recibió encargos especiales de Su Santidad, al igual que Laínez. De viaje a Portugal y a España, pese a sus achaques, fue muy agasajado. Atendió negocios de la Compañía y delicados encargos diplomáticos en las cortes de ambos países. El regreso a Roma fue penoso; llegó a la Ciudad Eterna desahuciado, quebrantado y con la salud muy golpeada. Dos días antes de morir expresó su deseo de volver al santuario de Loreto. Francisco de Borja entregó su alma al Creador a la medianoche del 30 de septiembre de 1572, diciendo: «Solo quiero a mi Señor Jesucristo».


“Visitatio sepulchri» en Gandía

Poco conocida es la pasión que el santo siempre sintió por la música y su espacio como compositor. Se asegura que: «Se conoce poco su aportación al mundo de la música, pero, sin duda, fue un autor muy relevante en la música del siglo XVI». La obra más conocida, que se le atribuye, es “Visitatio sepulchri”, un drama litúrgico escrito en 1551, que representa los episodios del Entierro y la Resurrección de Cristo. Igualmente, se considera que escribió algunas otras composiciones religiosas que han tenido una menor notoriedad, pero también consideradas, por los especialistas, como excelentes. 

Clemente X

El Papa Urbano VIII lo beatificó en 1624 y fue canonizado en 1671 por el papa Clemente X, un siglo después de su muerte y más tarde que los primeros santos jesuitas, Ignacio y Francisco Javier, ambos canonizados en 1622 por el papa Gregorio XV. Su memoria litúrgica se celebra el 3 de octubre en el rito romano de la Iglesia católica, el 10 de octubre, pero Pablo VI reformó el calendario y su fiesta también fue trasladada al 3 de octubre para el Novus ordo missae.

Jaime Mascaró Munar

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