Del cementerio de Santa Eulalia sacaron tres cadáveres. Uno pertenece al sacerdote Antoni Tur Costa. Los otros dos a su padre y a su hermano. En los tres casos se ha podido constatar la existencia de orificios de entrada de bala, dos en el cráneo y un tercero en el cuerpo. Llevaban allí desde el 8 de agosto de 1936, cuando fueron asesinados a las puertas de la iglesia de Sant Carles, donde el sacerdote era el ecónomo. Fueron las primeras víctimas de la Guerra Civil en la isla de Ibiza.
Para nombrar a los primeros santos ibicencos el Vaticano se está sirviendo estos días de la gracia de Dios y de tres forenses. Su objetivo es encontrar la mayor cantidad de restos humanos de los 21 religiosos ejecutados entre el 7 de agosto y el 13 de septiembre de 1936 por unas tropas republicanas que trataban de recuperar una isla que desde el primer momento cayó del bando sublevado.
El Tribunal Diocesano cuenta con 2.500 folios que documentan estos hechos, lo que ha permitido iniciar el proceso de canonización de estos «mártires» de la iglesia, «víctimas del odio a la fe», como explicó el obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura, durante la fase diocesana del proceso. «Con esta causa no se pretenden abrir polémicas ni discusiones que no nos corresponden», apuntó también.
El 8 de agosto de 1936, exactamente siete siglos y un año después de que tropas catalano-aragonesas arrebataran la ciudad de Ibiza a los musulmanes, unas tropas catalano-valencianas al mando de los capitanes Alberto Bayo, quien luego sería instructor de los guerrilleros cubanos que llevaron a Fidel Castro al poder, y Manuel Uribarry, llegaron a la isla con 2.500 hombres, dos destructores de la armada republicana y un buque civil. Su objetivo era reducir a una guarnición de Ibiza que se había unido al alzamiento, y que como documenta el jurista Mariano Llobet en su obra ‘Apuntes sobre la persecución religiosa en la diócesis de Ibiza durante la Guerra Civil española’, estaba formada por 123 hombres, 23 guardias civiles y 22 carabineros.
La mañana del 7 de agosto los republicanos desembarcaron sin resistencia en Formentera, donde quemaron las tres iglesias de la isla. Por la tarde su intención era tomar Ibiza. Fondearon sus destructores al pie de las murallas y difundieron la primera de dos proclamas:
«Guarnición de Ibiza. Pueblo de Ibiza. Frente a vuestras costas está dispuesta la escuadra republicana en línea de combate. De vosotros depende que comience, implacablemente, el castigo. Si una ceguera suicida os impide comprender vuestro error, reduciremos inexorable a escombros las casas que habitáis y arrasaremos vuestros campos en los que han fructificado la traición y el engaño. No queremos ruinas. No queremos sangre. Os estimamos como hermanos y como españoles y proletarios que sois. La República no es cruel, sino justiciera y humana. Rendíos ibicencos. Capitulad soldados. Os rendís no a la fuerza brutal, sino a la ley y al derecho, Capituláis no ante el enemigo, sino ante la República, ante la libertad, ante España (…) ¡Por vuestros hijos, por vuestros hogares, por vuestra Patria, por la República: rendíos! Si no izáis la bandera blanca, abriremos el fuego sobre la isla. Ibicencos: ¡Viva la República! Viva la Libertad!».
Pero no tuvieron suerte y regresaron esa noche a Formentera. Como represalia, explica Miguel Ángel Sánchez, promotor de Justicia del Tribunal Diocesano, asesinaron a un sacerdote de la isla de solo 24 años, el más joven de los 21 religiosos en proceso de canonización, y arrojaron su cuerpo al mar atado a una piedra.
Al día siguiente, en la toma de Ibiza, el poeta Antonio Colinas reveló durante unos cursos de verano de El Escorial, un incidente en el que estuvo implicado el poeta Rafael Alberti, que en ese instante se encontraba en la isla. Al parecer, en la plaza de la catedral, un grupo de republicanos preparó una hoguera con imágenes y objetos religiosos que habían sacado de la iglesia. Alberti se enfrentó a ellos y logró evitar su destrucción arguyendo su valor monetario, que eran objetos que se podrían vender y obtener dinero para el bando republicano.
Pero la jornada más negra de la historia de la guerra civil en Ibiza ocurrió unos pocos días después, el 13 de septiembre. Ese día aviones italianos que apoyaban la causa de Franco dejaron caer sobre la isla 2.000 kilos de bombas que acabaron con la vida de 40 personas.
Como represalia, los republicanos entraron de noche en el castillo de Ibiza, donde había dos centenares de presos, y asesinaron con ametralladoras y bombas de mano a 93 personas, incluidos 18 religiosos implicados en este proceso de canonización.
De aquellos días se recuerda que el entonces obispo de Ibiza se salvó de ser asesinado tras huir disfrazado de payesa. El jurista Mariano Llobet, que cuando ocurrieron estos hechos tenía ocho años, recuerda en su libro que los republicanos, en su afán de recuperar la isla «no se detuvieron ni ante lo criminal ni ante el ridículo», por el hecho de que borraron el ‘san’ de todos los pueblos de la isla con nombre de santo, para dejarlos en Antonio, Eulalia o Carlos.
Las ejecuciones prosiguieron los días posteriores hasta llegar a las 113. Sus nombres se recuerdan junto a una polémica placa instalada junto al Cristo Yaciente en el interior de la catedral. En el año 2000 se cambió la placa original para que representara a todas las víctimas de la guerra. La anterior culpaba a las «hordas marxistas» de las muertes.
Nada más llegar al poder en la isla, la portavoz de Podemos Viviana de Sans también la tomó con la placa. No le parecía bien que el nombre del primer asesinado fuera el del banquero Abel Matutes, abuelo del ex ministro del PP, y así lo puso en un tuit que acabó borrando porque no se había dado cuenta de que estaban en orden alfabético, aunque no se libró de las críticas de la familia.
La mayor parte de los 113 cuerpos se encuentran en una fosa común dentro de la catedral que estos días abrió el tribunal eclesiástico. Entre los restos se ha podido individualizar un cuerpo con una calavera con dos orificios de bala, uno de entrada y otro de salida.Los cuatro cadáveres ya son suficientes para que los forenses, según explican desde el tribunal eclesiástico, elaboren y envíen a Roma un informe en el que se «constatan» los hechos documentados en cientos de folios. Será la última fase de este proceso iniciado en 2008 antes de la beatificación de los «mártires», que aún tardará de dos a tres años, y a la que esperan siga un proceso de santificación.
(Fuente: El Mundo Baleares)