Un año más volvimos a celebrar el Día de la Hispanidad, día grande de la Historia de España y de toda la Humanidad.
Recordando a aquellos que extendieron la cultura y la Fe de España por tierras desconocidas para el hombre occidental.
Los recordamos inmersos en permanentes ataques, tanto internos como externos, a tan monumental obra.
¡Nada nuevo bajo el Sol!
¡Siempre ha sido así!
En la larga Historia de España han sido frecuentes los ataques de otras grandes naciones rivales, al igual que han sido frecuentes las traiciones internas de personajes de toda catadura.
Por eso no nos deben asustar los ladridos, así era antes y así será siempre.
¡Sancho, dejad que los perros ladren, es señal de que cabalgamos!
¡Centrémonos en lo nuestro!
Recordemos que España creo la Primera Globalización cultural, religiosa, económica, legal y lingüística.
El resultado de aquella Globalización española es lo que hoy conocemos como Hispanidad, de cuyos frutos debemos sentirnos altamente orgullosos.
En cualquier rincón se reconoce como una realidad la Hispanidad, y en toda América surgen grupos que estudian y desarrollan eso que se ha dado a conocer como cultura Hispanoamericana, aunque la Hispanidad es mucho más que España y América.
Las piedras del camino, que nos hacen comprender que Hispanidad es mucho más, nos las marcaron dos excepcionales extremeños.
Vasco Núñez de Balboa
Hernán Cortés
El primero, porque nos mostró que no todo era el Atlántico, descubriendo para los europeos el océano Pacífico, abriendo nuestra imaginación a las infinitas leyendas del Mar del Sur.
El segundo, porque por la gracia de Dios y por orden del Emperador daría inicio a las exploraciones del Pacífico desde Nueva España, precursoras del intercambio comercial y cultural entre Europa y Asia, que durante siglos se mantendría con la Ruta del Galeón de Manila.
Personajes que necesitamos defender y recordar, con todas sus luces y sombras.
¡Claro que son controvertidos!, pero ¿qué gran personaje de la Historia no lo es?
Representan a una época de la que nos debemos enorgullecer, siendo muestra y ejemplo de unas generaciones que abrieron los ojos de España, y de toda Europa, al resto del planeta.
Solo con pronunciar sus apellidos se nos llena la mente de peligros y aventuras en remotos lugares con nombres que nos saben a antiguo.
La Española
Darién
Santa María la Antigua
Urabá
Nombre de Dios
Mexicas
Tenochtitlan
Pero, al igual que hicieron ambos, superemos el muro americano y asomémonos al otro lado del continente.
Saltemos a las aguas del Mar del Sur de Núñez de Balboa y naveguemos en las expediciones más allá de las costas de Nueva España, hasta exóticos lugares que los españoles fueron los primeros europeos en contemplar.
Filipinas
Formosa
Nueva Guinea
Australia
Nueva Zelanda
Palaos
Marianas
Carolinas
Hawái
Marquesas
Salomón
Guam
Galápagos
Son suficientes motivos, para comprender que términos como hispanoamericano, iberoamericano y latinoamericano se nos quedan cortos, ya que se les deben sumar otros para los hispanos de Asia y Oceanía, que si no existen deberíamos inventarlos.
Por todo ello, el término más exacto es el de Hispanidad, que engloba a aquellos que nos consideramos herederos de estos personajes únicos en la Historia.
A quien no le guste la Hispanidad, que ladre, que sigan ladrando, y mientras, nosotros, a lo nuestro defendiendo y recordando lo propio, que es mucho.
¡Dejemos que ladren!
El 12 de octubre del 23, delante de esta llama eterna a los Caídos en la plaza de la Lealtad de Madrid, pongamos nuestro pequeño grano de arena, para que su recuerdo permanezca en nuestra memoria.
Y, así, al recordarlos, nunca desaparecerán aquellos que extendieron la cultura y la Fe de España más allá del horizonte.
Fernando de Magallanes
Juan Sebastián Elcano
Gonzalo Gómez de Espinosa
García Jofré de Loaisa
Álvaro de Saavedra Cerón
Hernando de Grijalva
Ruy López de Villalobos
Bernardo de la Torre
Iñigo Ortiz de Retes
Miguel López de Legazpi
Fray Andrés de Urdaneta
Juan Jufré
Juan Fernández
Álvaro de Mendaña
Pedro Fernández de Queirós
Luis Váez de Torres
Diego de Pablo y Tovar
Y tantos otros marinos anónimos.
Vicente Medina