Porque debemos recordar el Desembarco de Alhucemas

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Presentación de la Comunicación de España en la Historia en el simposio de CISDE, Sevilla, conmemorando el centenario del desembarco.

En el centenario del Desembarco de Alhucemas —8 de septiembre de 1925— resulta imprescindible preguntarse qué hace relevante esa operación un siglo después. Lejos de quedarse en una efeméride aislada, Alhucemas condensa lecciones políticas, militares, doctrinales y de cooperación internacional que siguen vigentes. Tratemos de condensar todo en base a los siguientes ejes.

  1. Recuperar un hito decisivo luchando contra el olvido

El desembarco de Alhucemas no fue un episodio menor de la guerra del Rif, sino el momento en que España, tras años de sangría en las montañas y el humillante desastre de Annual (1921), logró articular una operación que rompió el núcleo estratégico de la rebelión de Abd el-Krim. Recuperar ese hito implica:

• Reconocer el punto de inflexión que cerró la fase más cruda de la guerra africana.

 • Volver sobre las causas del desastre de Annual para entender cómo España rehízo su mando, su logística y su fuerza de choque.

 • Poner nombre y apellidos a quienes lo hicieron posible: desde el mando naval hasta los jefes de La Legión y los Regulares, cuyos testimonios revelan la intensidad del combate y la presión psicológica de jugarse la vida en cada asalto.

• Aportar al debate historiográfico un relato riguroso que, sin mitificar, muestre los matices de una dura victoria: enfermedades, carencias de agua, duros combates y la capacidad de improvisación de los mandos intermedios.

En un contexto contemporáneo marcado por feroces debates sobre memoria histórica, el Desembarco de Alhucemas ayuda a equilibrar la narrativa: no es celebrar el colonialismo, sino rescatar cómo una España acorralada por las dificultades pudo, tras reorganizarse, recurrir a la profesionalización castrense para cerrar un conflicto sangriento. Ese proceso sirvió para moldear la identidad de las Fuerzas Armadas españolas y definió la cultura de combate de La Legión y los Regulares. Dejar que caiga en el olvido es renunciar a aprender cómo se gestionan crisis en territorios ajenos, con múltiples actores incidiendo en lo político, lo militar y lo diplomático.

  • Un antecedente doctrinal para la guerra anfibia moderna

El desembarco de Alhucemas adelantó en dos décadas gran parte de la doctrina y las prácticas que los aliados aplicarían con éxito decisivo en la Segunda Guerra Mundial. Su estudio contemporáneo aporta:

• Un modelo de planificación conjunta aire-mar-tierra, donde la Aviación Militar, la Armada y el Ejército de Tierra compartieron información, tiempos y objetivos tácticos. El papel de los servicios de observación aérea sentó las bases de lo que, en 1942, se denominaría “control de fuegos coordinado”.

• La introducción de lanchas de desembarco con rampa frontal (tipo “K”), adaptadas de diseños británicos, capaces de poner en tierra carros ligeros Renault FT y cañones de montaña sin depender de pontones improvisados.

• El uso del fuego naval para enmascarar movimientos iniciales y neutralizar las posiciones enemigas.

• La articulación de oleadas de asalto con vehículos e infantería, contemplando demoras, contingencias y repliegues parciales. Los hechos antes y durante el Desembarco de Sicilia (1943) consagró este enfoque, que ya había sido depurado en Alhucemas.

 Para el historiador militar y para el aficionado a las maniobras anfibias, examinar Alhucemas es retroceder a un laboratorio de guerra donde se probó la tecnología emergente —radios, aeronaves ligeras, lanchas especializadas— y la sinergia entre fuerzas. Estudiarlo hoy ayuda a contextualizar innovaciones posteriores: cabezas de playa, logística de puertos artificiales, plazas fuertes temporales en la costa y el concepto de “proyección anfibia” como pieza de presión política internacional.

  • Éxito tras aprender de fracasos propios y ajenos

Ningún triunfo militar surge de la nada: nace de lecciones anteriores, de ensayo y error. En España hubo un antecesor menor, Alcázar Seguer (1925), y en el bando aliado —Gallípoli (1915)— una amarga lección de sobre confianza. Alhucemas representa el momento en que se corrigieron:

• La subestimación del terreno y del enemigo, que en  Gallípoli condenó a decenas de miles de soldados aliados a morir en playas empinadas y sin refuerzos.

• La fragmentación de mando, que en Gallípoli se tradujo órdenes

contradictorias. En Alhucemas, la cadena de mando única, liderada operativamente por el General Sanjurjo garantizó decisiones ágiles.

• La dependencia exclusiva de fuego naval, que en Alcázar Seguer resultó insuficiente para cubrir avanzadas en altura. En 1925, la combinación de fuego naval, artillería de campaña desembarcada y apoyo aéreo logró crear un “sombrero de fuego” que avanzaba con la infantería.

• La logística improvisada, que en Gallípoli acabó matando más por enfermedades y falta de agua que por balas. En Alhucemas se diseñó un plan de abastecimiento escalonado, con mulas, camiones ligeros y depósitos avanzados, garantizando que la segunda y tercera oleada de lanchas llegaran con agua, munición y material de ingenieros.

Este tercer motivo para el historiador es un recordatorio de que los errores se eliminan con estudio honesto y planes de contingencia. Para el aficionado a la historia militar, una confirmación de que la audacia sin análisis es suicidio.

  • La cooperación hispano-francesa: el valor de la pinza aliada.

El desembarco de Alhucemas no hubiera tenido el mismo resultado sin la presión francesa desde el sur. Francia, con sus columnas desde sus posiciones del Protectorado, empujaba simultáneamente a las fuerzas de Abd el-Krim.

Esa cooperación aportó:

• Un bloqueo estratégico: mientras España tomaba por asalto la bahía, las fuerzas francesas cortaban rutas de relevo y abastecimiento.

• Un intercambio de inteligencia: entre los servicios secretos militares compartiendo información clave.

 • Una sincronización de ritmos operativos: España eligió su “día D” para coincidir con la ofensiva francesa, evitando que Abd el-Krim pudiera disponer de tropas del frente sur para lanzar un contraataque contra la bahía.

• Un efecto político múltiple: la colaboración reforzó al sultán, cuya autoridad estaba en entredicho, y aisló diplomáticamente a la República del Rif. Francia y España presentaron una fachada unida ante el resto de las naciones, legitimando la acción militar como operación de pacificación internacional.

Hoy, en un momento en que las coaliciones militares vuelven a ser la norma —misiones de la ONU, operaciones antiterroristas en contexto híbrido— resulta útil estudiar cómo dos potencias europeas, con fuerzas limitadas, produjeron la victoria sobre unas fuerzas rebeldes bien pertrechadas. La clave estuvo en la complementariedad: territorio francés explotable para maniobras de profundidad; litoral español para experimentos anfibios; coordinación cronometrada; y reparto claro de misiones.

Esa experiencia es instructiva para quien analiza la guerra de coalición, donde la interoperabilidad, la confianza mutua y el reparto de objetivos resultan tan decisivos como los tanques o los aviones.

Para finalizar la exposición

La confluencia de estos cuatro motivos —memoria, doctrina, lecciones y cooperación— convierte al centenario en algo más que un mero aniversario.

Es una invitación a:

• Releer crónicas originales para refrescar el debate sobre mando, disciplina y valor en el combate.

• Explorar archivos diplomáticos de Madrid y París, recuperando cartas y telegramas que describen el pulso político entre Primo de Rivera y el mariscal Pétain.

 • Reflexionar sobre la pertinencia de esa operación en un mundo donde la proyección de fuerzas sobre costas remotas vuelve a ser esencial, ya sea en el Pacífico, el Mediterráneo oriental o África occidental.

 Rescatar Alhucemas hoy no es un ejercicio de arqueología militar, sino un taller de estrategia viva, en el que las lecciones de hace cien años informan decisiones de mañana. La guerra anfibia, la coordinación interinstitucional, la adaptación tras fracasos previos y la acción conjunta con aliados no son reliquias: son herramientas que exigen estudio, debate y aplicación contextualizada a los desafíos actuales.

Vicente Medina Prados.

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1 thought on “Porque debemos recordar el Desembarco de Alhucemas”

  1. Magnífico: como militar puedo decir que es lo mejor que he leído … y precisamente de manos de un civil.
    Bueno, profundo, conciso.
    Enhorabuena sentidísima

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