Antonio Serrano contra Edward Vernon (8 enero 1721)

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Antonio Serrano

El 23 de febrero de 1721, según los registros oficiales, entraba en el puerto de Cádiz, el navío de línea de 64 cañones Nuestra Señora de Montserrat, alias “El Catalán”, al mando del capitán de fragata, Antonio Serrano. La nave llegaba según el plan previsto pero presentaba evidentes daños que atestiguaban un enfrentamiento naval. Su cargamento, compuesto por caudales, fruto de la recaudación oficial y de cargamento diverso pero siempre con la característica de alto valor, fue puesto a buen recaudo en los almacenes oficiales.

Esta no sería más que una de las muchas reseñas sobre llegada de navíos a la Península procedente de América, sino fuera porque al comienzo de su singladura “El Catalán”  había tenido un violento encuentro con una nave británica. En aquel momento, España se enfrentaba con la Cuádruple Alianza, formada por el Sacro Imperio Romano Germánico, Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos, en dicha Alianza, los británicos habían entrado a finales del 1718 y por tanto ningún encuentro entre naves de ambos reinos podía ser amistoso.

El Catalán

“El Catalán” era un navío de reciente construcción. Uno de los primeros en seguir las directrices del “Sistema Gaztañeta”, que daría un nuevo enfoque a la construcción naval militar en España. Construido en San Feliu de Guixols, población situada en la catalana comarca del Alto Ampurdán, aunque seguía las dichas directrices, tenían unas proporciones superiores a las de sus homólogos construidos en los astilleros del norte de España. Su construcción no fue un hecho aislado, ya que el italiano Bernardo Cambi, utilizó los astilleros de este puerto para la construcción de una serie de tres navíos militares al servicio de la Corona Española. En concreto “El Catalán” era un buque de dos puentes, armado con sesenta y cuatro cañones. Su tamaño era el normal para los navíos de su época.

Al mando de este buque se encontraba Antonio Serrano. Uno más de los desconocidos de la larga historia de España. Poco se sabe de sus orígenes, pero lo que es seguro es que entró al servicio de la Armada Real del Océano en 1676 como soldado ordinario y que en 1700 era capitán de Mar y Guerra. O sea, que la meritocracia funcionaba en el Imperio Español, por mucho que se cacaree en contra. Durante sus años de servicio había perdido su mano derecha y había batallado tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico, en las costas de los tres continentes. Era un aguerrido hombre de mar.

Edward Vernon

El adversario era el navío británico “Mary” de sesenta y cuatro cañones, muy similar al “Catalán” y al mando estaba el famoso Edward Vernon, el almirante que en 1739, al mando de una potente flota, ocupó el puerto de Portobello, actualmente en Panamá y que en aquella época era una de las paradas claves de los barcos que partían de Cartagena de Indias para llevar a la Península la recaudación del virreinato del Perú. Aunque la ocupación y saqueo no duró más de una semana, la acción fue muy celebrada en Londres y es el origen del famoso mercado de Portobello Road en el barrio de Notting Hill de Londres.

Con este curriculum, el gobierno británico, en 1741, le dio el mando de una formidable flota compuesta por más de  ciento noventa y cinco naves, treinta mil hombres y dos mil cañones, con la orden de ocupar de forma permanente la ciudad de Cartagena de Indias, con la intención de apoderarse del Virreinato de Nueva Granada, actual Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador. Tal era la confianza británica en el éxito que Londres llegó a acuñar monedas y medallas celebrando la conquista. En el reverso de las medallas está escrito “Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741”. Dicho evento jamás llegó a suceder ya que los “héroes británicos” sufrieron una dolorosa derrota, pero ello nunca fue reconocido por la propaganda británica.

Hasta ahora hemos presentado a los principales actores de la acción, un olvidado marino español, un renombrado almirante inglés con monumentos en su honor en Inglaterra y dos navíos de proporciones similares. ¡Perdón! Me olvidaba. El “Mary” iba acompañado por la fragata de 40 cañones, “Ludlow Castle”. No era un acompañante de poco nivel.

Ahora veamos lo que sucedió, según los registros del navío español y digo del navío español, porque dado el resultado del enfrentamiento, los británicos borraron toda referencia el hecho.

Según se desprende del diario de Serrano, las naves se avistaron al anochecer y dado la superioridad británica, estos decidieron esperar al día siguiente ya que eran más rápidas que “El Catalán” y tenían el viento a su favor. Al amanecer, la fragata hizo una pasada sobre el navío español, con la confianza que la pericia de sus artilleros consiguiera provocar alguna avería que minimizara la capacidad de maniobra de los españoles. El resultado fue el contrario, Serrano había adiestrado bien a su tripulación y el “Ludlow Castle” fue desarbolado e inmovilizado. El “Mary” se vio obligado a proteger a la fragata, pero su fuego no fue nada efectivo ya que apenas consiguió dañar a la nave española. Finalmente, con el viento a favor, consiguió arrastrar a la fragata y huyó. Serrano estaba más interesado en depositar en Cádiz la carga que transportaba que en perseguir a los dañados buques enemigos y los dejó huir.

Personalmente, extraigo algunas conclusiones de este hecho naval.

Primero, que las tripulaciones españolas del siglo XVIII no estaban compuestas por gente sin adiestramiento. Eran marinos capaces y artilleros adiestrados, mandados por oficiales que conocían su oficio. En muchas películas nos presentan a menudo a las tripulaciones españolas, como desharrapados sin conocimientos y solo valor suicida.

Segundo, que los barcos españoles disponían de las mejores tecnologías constructivas navales de la época y el imperio utilizaba los medios ahí donde las mejores capacidades se habían detectado. En este caso, “El Catalan” fue construido en una población del Principado de Cataluña.

Tercero, que desde siempre, Cataluña estuvo inmersa en el proyecto de España y contribuyó con medios humanos, físicos y financieros.

Cuarto, que si en algo nos superaron, y superan, los británicos, es en la propaganda. Escondieron todos los datos negativos que pudieron de la historia de “su” almirante mientras que los españoles ignoramos las gestas de los nuestros.

Manuel de Francisco Fabre

Antonio Serrano | Real Academia de la Historia (rah.es)

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