Batalla de Bicocca (27 abril 1522)

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En 1521, el emperador Carlos I de España y V de Alemania, consiguió un éxito diplomático de primer orden al conseguir un acuerdo con el papa León X. Mediante este tratado, se disponía que fuerzas conjuntas imperiales y papales, iniciarían las acciones necesarias para expulsar a los franceses del Ducado de Milán. Las fuerzas conjuntas imperiales y papales estaban al mando de Próspero Colona, mientras las francesas coaligadas con los venecianos, estaban bajo las órdenes de Odet de Foix, vizconde de Lautrec.

En aquella época, la doctrina militar que imperaba era que una batalla la ganaba quien conseguía reunir el máximo de infantes, formarlos en cuadros organizados rígidamente y lanzarlos contra el enemigo. La caballería solo aportaba un componente auxiliar, al intentar rodear a los cuadros y hostigarlos, mientras que la artillería era considerada tan solo como otro elemento para intentar desorganizar los cuadros enemigos. La fusilería, entendida ésta en sentido amplio, era algo que todavía tenía menos importancia. En Bicoca, todo cambió.

La batalla fue la consecuencia de una serie de factores. El primero de ellos fue la caída en manos imperiales de Milan. El 23 de noviembre de 1521, Colona había conseguido romper la muralla que defendían tropas venecianas y se adueñó de la ciudad. Ciudad que abandonó poco después para poder fortificar sus tropas en una posición más favorable. A partir de este momento, Lautrec quiso pasar el invierno haciendo tan solo una guerra de tierra quemada, para debilitar al enemigo, sin pretender enfrentarse directamente. Pero aquí entró en escena el segundo elemento, las tropas mercenarias suizas.

Estas tropas eran tenidas en alta estima dentro del mundo militar europeo. Estaban bien entrenadas y sabían formar y mantener un cuadro militar ofensivo, el problema era que, al ser mercenarias, deseaban que se les pagase puntualmente. En este caso se les debía unos meses de paga y presionaron para lograr un enfrentamiento a gran escala, en el cual se pensaban ganadores. Después era solo cuestión de cobrar y volverse a sus valles de Suiza.

Mientras tanto, Colona había encontrado un lugar apropiado en la localidad de Bicocca, donde la configuración del terreno le permitía establecer un campamento fortificado y en caso de enfrentamiento podía sacar provecho de sus lansquenetes alemanes, que también luchaban con la filosofía del cuadro militar. El choque era entre fuerzas muy parecidas en cuanto a número ya que aunque Lautrec contaba con alrededor de 30.000 hombre, casi la mitad eran venecianos que se negaron a participar en el asalto. Por el lado imperial, se estima que había unos 18.000 soldados, pero entre ellos había 4.000 arcabuceros españoles, que resultaron ser decisivos.

Los suizos, confiados en su estrategia y envalentonados por los éxitos conseguidos en la últimas décadas, atacaron frontalmente sin esperar el apoyo de la artillería. Ésta quedó atrás y sus disparos no llegaban a las líneas imperiales.

Colona, había construido un débil muro de tierra y detrás de él distribuyó tres líneas de arcabuceros e inmediatamente a los lansquenetes. Esto contradecía toda la doctrina de la época y tal vez esperaba tan solo desgastar a los cuadros suizos antes de que chocaran con sus lansquenetes, pero el resultado fue totalmente imprevisto.

Los ardorosos piqueros suizos, se vieron ralentizados por una leve ondulación del terreno, un pequeño foso y el muro de tierra. Nada que en el pasado les hubiera resultado imposible de traspasar, pero en este caso fue suficiente para que los arcabuceros, bien entrenados, dispararan a placer sobre la masa de soldados que se encontraba enfrente. El resultado fue que más de 3.000 mercenarios suizos cayeron frente al muro y que los lansquenetes alemanes no tuvieran que intervenir.

Las consecuencias directas fueron que los suizos abandonaron la coalición el 30 de abril y que Lautrec  partió hacia Lyon con sus tropas para presentar informe al rey de Francia Francisco I. Los venecianos, a su vez firmaron en 1523 un tratado con Carlos V renunciando a toda pretensión en aquellas tierras.

Sin embargo las consecuencias militares fueron más importantes. A partir de aquel momento la utilización de las armas de fuego portátiles, fue considerada de máximo interés. El arcabuz fue la nueva arma que impuso su ley en los campos de batalla y Francisco I, que no lo quiso entender, lo aprendió en 1525 en Pavia, cuando su ejército fue derrotado y él cayó prisionero.

El vocablo “bicoca” ha quedado en nuestro diccionario como sinónimo de algo barato de conseguir, ya que en dicha batalla, no se produjo ni una sola baja en el lado imperial, pero puede que no fuera totalmente justo. En Bicocca no se produjeron pérdidas humanas en el lado victorioso pero no fue fruto de la casualidad, sino el resultado del estudio de un arma que ya era conocida y empleada desde hacía 100 años pero que fue un español, Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), que supo ver sus posibilidades en Ceriñola en 1503 y después fueron los españoles que supieron poner en marcha una maquinaria capaz de producir en masa este tipo de armas y después formar a los hombres que debían utilizarlas.

A partir de la batalla de Pavia, los asaltos de caballería pasaron a ser anécdotas en las grandes batallas.

Manuel de Francisco Fabre

Batalla de Bicoca – Wikipedia, la enciclopedia libre

https://ejercitodeflandes.blogspot.com/2012/12/la-batalla-de-bicoca-27-de-abril-de-1522.html

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2 thoughts on “Batalla de Bicocca (27 abril 1522)”

    1. Con este verbo, el corrector me juega malas pasadas y al final no se si estoy en lo cierto o mis orígenes catalanes me delatan.

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