Hace 1335 años, se clausuró el XIV Concilio de Toledo. Parece una noticia perdida en los remotos tiempos de la Edad Media y de hecho lo es. Pero detengámonos a reflexionar sobre el hecho. En la ciudad de Toledo, hace 1335 años, se clausuró una reunión que debatía sobre temas que afectaban a los habitantes de la Península Ibérica. La reunión había sido convocada por una persona que gobernaba sobre un territorio único, donde había una legislación común, se hablaba el latín vulgar y no había fronteras. Esto sucedía, repito, hace 1335 años.
Los Concilios de Toledo es otra de las extrañas características que salpican nuestra historia. Se celebraron durante un dilatado periodo de tiempo, y cubriendo momentos políticos muy diferentes, pero siempre abarcaron un ámbito territorial bastante estable que cubría la Península Ibérica.
Empezaron como sínodos puramente religiosos, bajo el Imperio Romano, cuando la Península Ibérica estaba administrado en forma de dos Provincias Romanas y acabaron como reuniones consultivas, convocadas por los Reyes Visigodos y donde se trataban tanto temas religiosos como puramente administrativos. Un total de 18 concilios, desde el año 397 hasta el 702, donde se configuraron muchos aspectos fundamentales, cuyos ecos nos han llegado hasta nuestros días.
No se encuentra un paralelo a dicha institución en ningún país europeo y por tanto es difícil establecer qué clase de Asamblea eran los Concilios de Toledo. Sabemos que acabaron siendo alguna forma política de apoyo al Rey Visigodo aunque desconocemos si era una forma de aprobar públicamente algo que ya había sido decidido de antemano o si habían debates reales durante la celebración de la reunión. La Monarquía Visigoda se apoyaba en los nobles y en el ejército. Probablemente las intrigas entre bambalinas constituían la base de la forma de gobierno, pero nunca se conocerá la verdad.
No creamos que los temas tratados eran meramente protocolarios. Se abordaron asuntos de importancia capital y de trascendencia hasta nuestros días. Por ejemplo en el Concilio numero III, de 589, se decidió el abandono del arrianismo, la incorporación política de los hispanorromanos y la conversión del Rey Recadero al catolicismo. En el IV Concilio de Toledo de 632 se decidió que los reyes visigodos serian elegidos, no serian hereditarios. En el de 654, se publicó el Liber Iudiciorium, donde se zanjó la forma de juzgar a cualquiera que viviera en la Península Ibérica, independientemente de su origen visigodo o hispanorromano.
Después vino la invasión musulmana y todo se vino abajo. La Península Ibérica se transformó en un campo de batalla, donde los derechos se obtenían en función de los orígenes. Un musulmán tenia derechos distintos si vivía en Sevilla a si vivía en Oviedo, y lo mismo sucedía a los cristianos.
Después de siglos de luchas e injusticias, hoy en día hemos llegado a una situación que aunque no es ideal, está muy lejos de la que sufrían a los habitantes de la Península Ibérica durante la Edad Media. Hay políticos contemporáneos que desearían volver a situaciones típicas de aquellos oscuros tiempos.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/XIV_Concilio_de_Toledo