En la madrugada del 23 de diciembre de 1913, se había desatado un temporal de los que son habituales en esta zona durante el invierno. En aquella época, pocos eran los barcos de grandes dimensiones, propulsados solo a vela que existían en el mundo, y todavía menos los que pertenecían a una armada oficial, sin embargo, en plena tormenta un velero militar se debatía en medio del furor de las olas. ¿Qué hacia un buque militar a vela en aquellas latitudes? La respuesta es, formar marinos. El barco de nuestro artículo era un buque escuela de la armada española.
En 1866 y después de arduas discusiones, Fernando Villa Amil consiguió que el gobierno liberal del general Leopoldo O’Donnell, comprara al Reino Unido, un clíper construido en Escocia y que ya no tenía recorrido comercial. Su idea, muy novedosa en su tiempo, era que los futuros oficiales de la marina, debían aprender el oficio resolviendo los problemas con los que se encuentra un marino cuando navega a vela.
Hoy en día todas las potencias navales, mantienen esta misma idea y sus futuros oficiales deben pasar un periodo de aprendizaje en este tipo de navíos. No era el caso en el último tercio del siglo XIX, cuando la rápida evolución de la navegación a vapor, había puesto en entredicho las viejas artes marinas en las flotas militares. Como en muchas otras cosas, Villaamil fue un rompedor y avanzado para la época.
El navío se adscribió en la marina de aquellos tiempos, y después de pasar por los astilleros de Cádiz, fundamentalmente, para mejorar y adaptar la habitabilidad, el mismo Villaamil comandó la corbeta para dar la vuelta al mundo, el 30 de noviembre de 1892 celebrando el cuarto centenario del Descubrimiento de América. Retornó el 16 de julio de 1894, entrando en el puerto del Ferrol, habían cumplido su misión.
Desde entonces, el Nautilus había realizado sistemáticamente, campañas de formacion, sin mayores incidencias. Sin embargo, el invierno de 1913, puso a prueba a su tripulación. Se encontraba al mando Jose Cervera Rojas y las cosas no marchaban. Una turbonada imprevista había tomado por sorpresa al barco y se corría el riego de naufragar si no se recogía trapo de las velas. No había tiempo para realizar la maniobra de forma ordenada. Se tenían que eliminar las velas de forma drástica, lo que se conoce en términos marinos como “degollar las velas”, o sea, subirse a los palos que se mueven de forma desordenada y cortar los cabos sin que el retroceso de los mismos te lance a la mar.
La operación era de alto riesgo y se solicitaron voluntarios.
Tres dieron un paso al frente, el cabo Rodríguez Saleta (imagen), el cabo Blanco y el marinero López, y lo lograron. Salvaron a la tripulación de 470 hombres y a la nave. Nada más llegar a puerto, el comandante Cervera, dio parte al Estado Mayor de la Armada, proponiendo la Laureada de San Fernando para los tres marinos, la cual les fue concedida no sin antes hacer una indagación de los hechos.
¿Pero qué fue de estos héroes?
Francisco Rodríguez Saleta, pasó al servicio de guardacostas y ahí ascendió en 1933 a agente de segunda clase de la Policía Marítima. En 1936 fue movilizado por la Comandancia de Marina de La Coruña, y pasó a prestar servicios como comandante de “dotación de presas”, llevando varios bous requisados por la Armada sublevada al puerto de Ferrol durante la guerra. Posteriormente obtuvo el mando de diversos buques mercantes que aprovisionaron a las tropas sublevadas en Asturias.
Continuo dando servicio después de la guerra civil, ya en destinos más tranquilos relacionados con la gestión de los puertos y en 1948 fue ascendido a Celador Mayor.
Antonio Blanco Paz, continuó su carrera en la marina y en 1931 asciende a contramaestre de primera y solicita el retiro. Poco le duró el descanso, pues en 1936 se le nombra alcalde de Puerto Real y continuó su carrera en la marina, retirándose, esta vez definitivamente, en 1948 con el empleo de capitán de fragata, por ser caballero laureado.
Baltasar Lopez Perez, era un simple marinero de primera y se encontraba cumpliendo el servicio militar cuando el destino le embarcó en la Nautilus. Finalizado el servicio, no continuó en la armada y solicitó el ingreso en el Cuerpo de Vigías de Semáforos y fue en el faro de Estaca de Bares donde paso la guerra civil. Después de diversos destinos finalizó su carrera en este faro como Vigía de Primera Clase.
Con diversa fortuna, todos ellos medraron en la vida y recibieron el premio al esfuerzo realizado en aquel tormentoso 23 de diciembre a bordo de la Corbeta Nautilus de la Marina Española.
Manuel de Francisco Fabre
Nautilus (1886) – Wikipedia, la enciclopedia libre