El 17 de marzo de 1521, hace ahora 500 años, arribaba a las islas Filipinas, la expedición comandada por el portugués – naturalizado español- Fernando de Magallanes. Financiada en su mayor parte por el rey Carlos I y en parte por comerciantes sevillanos, agrupados en torno al comerciante burgalés Cristóbal de Haro, las cinco naves habían partido de Sanlúcar de Barrameda en busca de la preciada Especiería, las Molucas (hoy Indonesia). Tras no pocas vicisitudes y atravesar el Estrecho que lleva su nombre, Magallanes, llegaron al archipiélago, que habia de ser epicentro de la importante presencia de España en Asia. Allí encontraría su tumba el portugués, debiendo culminar la hazaña de circunnavegar la Tierra por primera vez el navegante guipuzcoano Juan Sebastián Elcano, el 6 de septiembre de 1522, tres años después de iniciada la gesta.
De las cinco carabelas que emprendieron el viaje, ya sólo quedaban la Victoria, la Trinidad y la Concepción. El 16 de marzo de 1521, avistaron a 300 leguas de la isla de los Ladrones (llamada así porque los nativos trataron de desvalijar a los españoles, conocida actualmente como Guam), la isla de Zamar (Samar), pero no fue hasta el día siguiente, que el comandante ordena desembarcar en la cercana isla, deshabitada, de Humunu (Homonhon), para hacer aguada. Al día siguiente, el 18, tiene lugar el primer contacto con los nativos. Llega una embarcación con nueve hombres, siendo el jefe de ellos quien les da la bienvenida a los expedicionarios.
De todo ello, así como del resto del viaje, tenemos un relato detallado gracias al cuaderno de bitácora del cronista italiano Antonio Pigafetta, que entregaría al regreso al rey Carlos I. Un diario de a bordo manifiestamente favorable a Magallanes y en la que, sin embargo, a Elcano, que fue uno de los amotinados en el paso del Estrecho pero luego perdonado por el comandante, no se le menciona, ni siquiera por ser quien liderara y concluyera esa primera circunnavegación de la Tierra, iniciando así la primera globalización.
Tras diez días de dura navegación desde Guam -hoy una base militar estadounidense, tras apropiársela después de la guerra de 1898 y posterior derrota de España-, pusieron por nombre San Lázaro al archipiélago descubierto, en el centro de lo que hoy son las Filipinas. Los españoles fueron gratamente sorprendidos por la acogida que les brindaron los reyezuelos locales, con quienes consiguieron hacerse entender, gracias a las traducciones de Enrique de Malaca, un esclavo que había adquirido Magallanes diez años atrás, en la conquista de esa ciudad, y que conocía algunas lenguas de la zona.
Impresionados por las corazas, los mosquetones y los cañones de los barcos y seducidos por los espejos, telas y baratijas de los marineros, los nativos accedieron a hacerse vasallos del Rey de España y a convertirse al cristianismo.
La primera misa solemne en territorio filipino se celebró en Domingo de Pascua, el 31 de marzo de 1.521, en la isla de Massana (aún se discute si se trata de Limasawa o Butuán), y contó con la asistencia del rajá de la isla y su hermano. El 14 de abril tuvo lugar la siguiente misa, en la isla de Cebú, tras la cual, se bautizaron el rey Humabon y sus súbditos, convencidos por la curación milagrosa de un enfermo.
A cambio de renunciar a sus ídolos, Magallanes les entregó una estatua del Santo Niño, que se exhibe en la basílica del mismo nombre, en Cebú, y que continúa siendo un gran centro de peregrinación.
Sin embargo y pese a la buena acogida inicial, Magallanes se enemistó con uno de los reyezuelos locales, Lapu – Lapu, quien acometió contra los españoles, dando muerte al comandante español en la isla de Mactán.
Tras la huida de Cebú y el abandono y quema de la Concepción, las dos naos que quedaban siguieron explorando el sur del archipiélago filipino, para proseguir hacia el sultanato de Brunei y, por fin, a las ansiadas Molucas, adonde arribaron el 6 de noviembre, haciendo gran acopio de especias, que justificaron sobradamente la empresa.
Una empresa aún no concluida, ya que faltaba el retorno. La Victoria no lo logró, tuvo que volverse, pero sí la Trinidad, comandada ahora por Elcano, quien tras no pocas vicisitudes, incluida la persecución de la flota portuguesa (el rey de Portugal se opuso desde el primer momento a la expedición española, por lo que no se entiende que España compartiera protagonismo con el país vecino al conmemorar el quinto centenario del inicio de la expedición), conseguiría regresar al puerto de partida. Sólo 18 de los 255 marineros que iniciaron la travesía consiguieron culminarla.
Cuatro décadas después, llegó una misión de establecimiento, con Legazpi y Urdaneta, fundando la capital, Manila, lo que dio origen a 333 años de presencia civilizadora y evangelizadora española. Para entonces, las islas habían sido rebautizadas, en la expedición previa – 1543 – de Ruy López de Villalobos, como ”Felipinas”, en honor al Príncipe de Asturias y luego Rey Felipe II.
Se iniciaba así una provechosa labor civilizadora, en la que cabe destacar el Galeón de Manila, que unía a tres continentes – Asia, América y Europa-, representando así la primera globalización; así como la evangelización del archipiélago. España, al igual que sucedió en el Imperio romano, acertó a integrar a la población nativa en el sistema. Hasta hoy han pervivido los frutos de esa extraordinaria labor; así como un rico patrimonio, como la Universidad de Santo Tomás, la más antigua de toda Asia. Lamentablemente el idioma español, salvo algunas palabras, casi se ha perdido, colonizado por el inglés de los nuevos conquistadores, los yankees, que impusieron otro modelo de colonización en absoluto integrador como sí lo había sido el español.
Jesús Caraballo