Cuando Hernán Cortés, conquistó la capital de los aztecas, Tenochtitlan, ya se dio cuenta que no era la ubicación más adecuada para una ciudad que debía ser la metrópolis de un virreinato. Situada en el fondo de una cuenca hidrográfica, desde sus orígenes estuvo rodeada de agua. Muy práctico si lo que se desea es defenderte de un hipotético atacante y asegurarse el suministro de agua, pero muy insalubre y difíciles de manejar los riesgos de inundación.
Se barajó incluso el abandonar la ciudad e instalar toda la administración imperial en la cercana ciudad de Puebla, que no tenia ninguno de los inconvenientes citados, pero Tenochtitlan tenía una gran ventaja. Todos los indígenas la consideraban como su capital y los españoles querían dar continuidad a una organización ya existente y por ello, después de su destrucción durante su conquista, se reconstruyó en el mismo lugar.
Sin embargo, los problemas empezaron a presentarse muy pronto, a pesar de las medidas correctoras que se aplicaron desde el inicio.
En 1555, apenas 34 años después de su conquista, hubo una gran inundación y la administración española, construyó un gran muro, llamado Albarradon de San Lázaro. Este muro actuaba como esclusa de entrada a la laguna, en cuyo centro se encontraba el islote sobre el que los aztecas habían construido su ciudad. Los materiales de construcción eran la madera y el barro, materiales que pueden ser adecuados para este tipo de construcciones, si tienen un mantenimiento muy atento, y esto no se hizo.
La gente, olvida, pero la naturaleza, no, y en 1604, un episodio de lluvias intensas provocaron una nueva inundación. Se le echó la culpa al mantenimiento del dique, que había sido literalmente saqueado por falta de supervisión. Se iniciaron obras para rehacerlo, pero no se hicieron más proyectos.
Tan solo tres años más tarde, el rio Azcapotzalco, se desbordó coincidiendo con un periodo de fuertes lluvias en los días posteriores. Esta nueva inundación, llevó a las autoridades españolas a estudiar el problema con más detalle y buscar una doble solución. Por un lado controlar la entrada de aguas y por otro facilitar su salida. Para ello se aprobó la construcción del Tajo de Nochistongo, que consistía en una serie de canales y túneles de una longitud de 6.600 metros, de un ancho 3.50 y una profundidad de 4.50. No era en modo alguno, un pequeño proyecto. Pero las obras no llegaron a tiempo.
El 21 de septiembre de 1629, una lluvia torrencial que duró más de 40 horas, el llamado “Diluvio de San Mateo”, derrumbó el dique de contención y se anegó totalmente la ciudad. Enrico Martinez, que se encontraba al cargo de la ejecución de las obras, ordenó el cierre de la entrada del Tajo, para proteger las obras en curso y ello provocó una inundación devastadora. La ciudad quedó bajo dos metros de agua y la población tuvo que vivir durante semanas en los pisos altos de las construcciones, haciéndose los desplazamientos mediante barcas.
El virrey Rodrigo Pacheco y Osorio, ordenó abrir el desagüe, pero el mal ya estaba hecho. Tanto los diques de contención como el desagüe inconcluso, ya no cumplían su función y la inundación se hizo permanente. Las condiciones insalubres, la carestía y las enfermedades, causaron la muerte a cerca de 30.000 personas. La mayoría de la población se desplazó a la ciudad de Puebla.
Pero las autoridades españolas no se arredraron y el virrey Pacheco, convocó al cabildo y puso en práctica una serie de medidas sociales urgentes. Solicitó un préstamo de 6.000 pesos que se destinó íntegramente a la compra y distribución de comida en los barrios más afectados. Construyó a su costa, una serie de puentes de madera que enlazaban los edificios principales y permitían el tránsito de personas sin la utilización de canoas y, a largo plazo, puso en marcha un nuevo estudio para la construcción del canal de salida de aguas de la ciudad.
Enrico Martinez, que estaba en prisión, acusado de negligencia, fue sacado de ella y se le puso al frente de las obras. EL proyecto original se cambió y en lugar de túneles, se construyó un canal abierto. Las obras finalizaron en 1637, siete años mas tarde de la muerte de su diseñador y cumplió su función durante siglos.
La cuenca de la Ciudad de Méjico, se sigue hundiendo actualmente, y ni siquiera el drenaje por gravedad es suficiente. Se deben utilizar el bombeo eléctrico para evitar que el centro se inunde.
Sirvan estas líneas de homenaje a los técnicos civiles de la administración del Imperio Español que lucharon con su técnica para conseguir aplicar una idea política. Y sirvan también de recordatorio para los que afirman que dicha administración no hizo otra cosa que esquilmar a la población. No es cierto. Se aplicaron enormes recursos humanos y financieros para conseguir que la población local viviera en mejores condiciones.
Manuel de Francisco Fabre
Inundación de la Ciudad de México en 1629 – Wikipedia, la enciclopedia libre
Esta historia es muy conocida, pero esta bien recordarla sobre todo con las actuales inundaciones, socavones etc. quemparece Mexico.