He aquí uno de los muchos episodios poco conocidos de la guerra provocada por la declaración de independencia de las siete provincias del Norte de los Países Bajos. En los libros de texto e incluso películas contemporáneas, siempre se describen una serie de acciones y batallas terrestres, con los Tercios como protagonistas. Aquí queremos rememorar unos enfrentamientos que tuvieron a la Armada como principal actora y a un desconocido Juan Claros Peres de Guzman como protagonista principal.
El 14 de agosto de 1635, salió a la mar desde el puerto de Dunkerque una escuadra compuesta por dieciocho navíos y doce fragatas recientemente construidas con un nuevo diseño. Al mando estaba nuestro Juan Claros Peres.
El contexto era la guerra de todos contra España de principios del siglo XVII, cuando Francia, Inglaterra y las Provincias del Norte de los Países Bajos, declararon las hostilidades contra Felipe IV. Su antecesor había disuelto la institución del Almirantazgo de los Países Bajos, pero el Conde de Olivares, la reactivó y la dotó de medios humanos y económicos. La base se estableció en Dunquerke , actualmente en el norte de Francia, pero en 1635 pertenecía a las Provincias del Sur de los Países Bajos. El proyecto consistió en formar a tripulaciones, pagadas con regularidad, sin importar su nacionalidad y formadas con rigor en las diversas disciplinas navales.
El resultado fue una armada formidable en cuyo diseño y construcción se innovó como no podía ser otra cosa en el imperio español. Si, a pesar de lo que proclama la leyenda negra, el imperio español era un nido de invenciones. En este caso fue el diseño de las fragatas.
Normalmente éstas, hasta la época, consistían en naves de tracción mixta, vela y remos y de bajo bordo. Las que se construyeron para este cometido, fueron totalmente distintas y marcarían diseño. Eran naves de alto bordo y por tanto difíciles de asaltar al abordaje, pero sin castillo de proa y popa, con lo cual eran mucho más ágiles que los navíos tradicionales. Podían navegar por las aguas Atlánticas, pero al mismo tiempo eran capaces de costear en zonas complicadas y simultáneamente podían ir armadas con cañones de alta capacidad.
Dirigiendo esta excepcional armada, se encontraba un excepcional marino. Claros Perez pertenecía a la familia de los Medina Sidonia. Como octavo hijo del VII duque de la saga, no tenía otra opción que la Iglesia o el Ejercito. Se decidió por el segundo y su hoja de servicios está plagada de éxitos.
Centrándonos en el resultado de esta expedición, a los tres días de salir se encontró con una flotilla pesquera escoltados por un navío holandés. El navío se defendió bravamente de la acometida del barco mandado por Claros, pero no pudo resistir su ataque. Las fragatas se dedicaron a cazar a los pesqueros y, esta es otra cosa a resaltar, después de trasbordar a las tripulaciones, fue hundiendo a los barcos enemigos. Se consiguieron destruir setenta barcos enemigos. El día veinte del mismo mes se encontraron con otra flotilla similar, esta vez escoltados por seis navíos, que huyeron sin presentar combate. Cinco días más tarde tropezaron con veintidós navíos holandeses que si presentaron combate, para su pesar, pues fueron totalmente desbaratados.
La acción terminó al cabo de una semana, con la entrada a puerto con más de setecientos setenta y ocho prisioneros, de los cuales se permitió marcharse en barcos neutrales a más de doscientos por considerarse que no eran combatientes potenciales por ser demasiados jóvenes o demasiado viejos.
Terminamos aquí esta pequeña reseña de una acción española, al mando de un experimentado marino español, con una armada cuidadosamente preparada y con unos medios innovadores. Para romper moldes y luchar contra los que solo hablan de Leyenda Negra y tópicos antiespañoles.
Manuel de Francisco Fabre