Algunos hechos españoles pasan desapercibidos. No fue el caso de la fundación de la Orden de los Jesuitas. Una organización que ha sido motivo de controversia en muchos países a lo largo de su existencia. Su punto de partida oficial fue en este no tan lejano 19 de abril de 1556. Este día fue nombrado primer General de los Jesuitas, su fundador Ignacio de Loyola.
La figura de Ignacio de Loyola es el resultado de una vida, llena de quiebros y cambios de dirección. Nació el 23 de octubre de 1491, en la villa vizcaína de Ondarroa, en la Casa torre Likona perteneciente a su familia. Se le puso el nombre de Iñigo, no el de Ignacio, pero este es solo uno de los extrañas circunstancias que plagaron su vida. Como hijo segundón de una familia hidalga, su vida se encarriló hacia la vida militar y el servicio al Rey. Tenía treinta años cuando recibió una grave herida en la Batalla de Pamplona cuando defendía la ciudad de las tropas francesas de Enrique II de Navarra. La larga convalecencia que tuvo que sufrir cambió su vida. Se puede decir que cambio de Señor. De servir al Rey, paso a servir al Señor y subsidiariamente al Papa de Roma.
No es el objetivo de esta breve reseña describir la vida de San Ignacio, que fue azarosa e incluso acabo siendo investigado por la Inquisición debido a que sus ideas rozaban las heréticas, sin embargo cabe resaltar que a los 40 años de edad fue ordenado sacerdote. La suya fue una vocación muy tardia.
En octubre de 1538, Ignacio se encaminó hacia Roma, junto con Fabre y Laínez, para la aprobación de la constitución de la nueva orden. Un grupo de cardenales se mostró a favor de la constitución y Paulo III confirmó la orden mediante la bula Regimini militantis (27 de septiembre de 1540), pero limitaba el número de sus miembros a sesenta, esto ya da idea que muchos recelaban de la nueva orden. Y se puede afirmar que con razón.
Los ejes de la nueva orden fueron la obediencia al Papa, por encima de los poderosos gobernantes, el apoyo a los más humildes y el estudio de las ciencias. Cada eje derivo en acciones que finalmente chocaron con todos.
La obediencia al Papa fue aprovechada por estos para influir en los diversos países. Los gobernantes de los diferentes estados sentían que tenían en sus dominios un estado dentro de su territorio. El apoyo a las culturas locales, que en una primera instancia se tradujo en múltiples conflictos con los gobernantes de remotas regiones y confrontación con las potencias europeas. El esfuerzo dedicado a la investigación y el estudio, hizo que acumularan unos conocimientos náuticos que eran en el siglo XVI, XVII y XVIII, vitales para mantener las rutas comerciales.
En sus primeros tiempos la orden dedicó sus esfuerzos a combatir el protestantismo. Dos compañeros de Ignacio, Salmerón y Laínez, participaron como teólogos en el Concilio de Trento y la labor del jesuita germánico, Pedro Canisio, llamado el «segundo apóstol de Alemania» fue fundamental para recuperar para el catolicismo regiones protestantes como Baviera en el sur de Alemania y los actuales estados de Renania del Norte-Westfalia, Renania-Palatinado y Sarre; Polonia, Hungría, Austria, y el sur de Holanda.
Después se volcaron en el Nuevo Mundo. Canadá fue evangelizado por jesuitas franceses. Mississippi no solo evangelizado si no en la práctica fue explorado por jesuitas franceses. México, allí llegaron en 1572. En Perú en 1568. Río de la Plata, en 1603.. Durante los siglos XVII y XVIII supieron gestionar verdaderos emporios agro-industriales con métodos de gerencia que se adelantaron a los utilizados en la actualidad y ello les ganó numerosos enemigos.
Vinieron las expulsiones. El primer país en expulsar a la Compañía de Jesús fue Portugal en 1759. En 1763 Luis XV de Francia los acusó de malversación de fondos y los expulsó. El imperio Español fue el último en hacerlo en 1767. En general los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII, no soportaban su defensa incondicional del papado, su actividad intelectual, su poder financiero y su influjo político. Los partidarios del absolutismo, los jansenistas y los filósofos franceses (Voltaire, Montesquieu, Diderot) también intrigaron en su contra.
Finalmente los enemigos de los jesuitas ganaron la batalla y el 21 de julio de 1773 se proclamó su supresión, aunque siguieron sobreviviendo en Rusia protegidos por Catalina II. Pero esta fue pírrica y cuarenta años después, en medio de los efectos causados por la Revolución francesa, las guerras napoleónicas y las guerras de independencia en la América Hispánica, Pío VII decidió restaurar a la Compañía.
La historia posterior no bastaría para llenar un libro. Como anécdota, en España, por decreto de 23 de enero de 1932, la Segunda República disuelve la Compañía de Jesús con el pretexto de que obedecia a un poder extranjero (el papa) e incauta todos sus bienes. La Junta de Burgos revoca el decreto, aunque ello no fue nunca agradecido por ellos.
En fin. Todo un terremoto social, económico y político, en cuyo origen se encuentra un español nacido en Guipúzcoa. Un ejemplo de lo que fuimos capaces en el pasado.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Superior_general_de_la_Compañía_de_Jesús
https://es.wikipedia.org/wiki/Ignacio_de_Loyola
https://es.wikisource.org/wiki/Autobiograf%C3%ADa_de_San_Ignacio_de_Loyola