
Rodrigo Díaz de Vivar
Toledo, año 1089
Resuenan las violas, albogues y atabales por las plazas de Toledo cantando las noticias que llegan desde las tierras lejanas del sureste, anunciando la nueva caída en desgracia del afamado Rodrigo Díaz de Vivar, también llamado el Cid.
De los sus ojos tan fuertemente llorando,
tornaba la cabeza y estábalos catando.
vio puertas abiertas y postigos sin candados,
alcándaras vacías, sin pieles y sin mantos,
y sin halcones y sin azores muda
De boca en boca corre lo que cantan los juglares: Alfonso VI , que no ha mucho tiempo había conseguido adueñarse de la fortaleza de Aledo, amenazando así a las taifas de Murcia, Granada y Sevilla, viéndose amenazado por el sitio impuesto por Yusuf ben Tashufin, partió a socorrer la plaza, para lo que reclamó el auxilio de don Rodrigo, acordándose el encuentro de las tropas en Villena, pero las circunstancias quisieron que el Cid y sus hombres acamparan en la cercana Elche y no en el lugar establecido, lo que desencadenó la ira del monarca.
Villanos te maten, Rodrigo,

Alfonso VI
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrado.
Y así, declarado traidor, expropiado de sus bienes y desterrado por segunda vez, la pena por el Cid se recoge entre los acordes y las letras de los trovadores, dejando en el corazón de Castilla el rastro de polvo, sudor y hierro que las herraduras de Babieca dejarán a su paso en su exilio de la estepa castellana.
SIGLO XI
El poder local murciano se sitúa normalmente en la dependencia de un príncipe más importante dotado de la facultad de acuñar moneda y portador de un laqab. La identidad de este príncipe varía, y los murcianos no debían de tener de ninguna manera el sentimiento de pertenecer a un “reino” en el sentido moderno del término, con el contenido territorial que se le da habitualmente (Guichard).
A la caída del califato cordobés y después de estallar la fitna (1009), la cora de Tudmîr quedó bajo control bereber, hasta que entre 1012 y 1013 el eslavo Jayrân, antiguo oficial de Almanzor, consiguió apoderarse primero de Orihuela y luego de Murcia. Al año siguiente Jayrân conquistó Almería y decidió trasladar su gobierno a aquella ciudad, delegando en Zuhayr el control sobre sus primeros territorios.

al-Mu’tasim
En 1021, al-Mu’tasim asumió el control de Orihuela y Murcia. Jayrân regresó a Murcia para instalarse allí, pero pronto surgió una gran rivalidad entre ellos que acabó con el eslavo adueñándose de la ciudad.
El 9 de junio de 1022 Muḥammad no pudo resistir. Cuando salió de la ciudad, Jayrân ya tenía dentro un aliado, murciano, conocido como ‘Amîra ibn al-Fadl.
En 1028 murió Jayrân y fue sucedido por Zuhayr, quien tuvo que trasladarse de Murcia a Almería, dejando a Murcia bajo el gobierno de Abû Bakr Muḥammad Ibn Tâhir. El nombramiento de este miembro de un poderoso linaje fue contestado por la también aristocrática familia de los Banû Jattâb.
Zuhayr murió en el año 1038, quedando fragmentada la taifa de
Murcia-Almería.
IBN TÂHIR
Abû ‘Abd al-Raḥmān Ibn Tâhir impulsó el desarrollo de Murcia, fortificándola de manera que “no agradaba al emirato de los dos amiríes valencianos (Ibn Al-Abbâr), y aunque solamente enviaba a Valencia lo que sobraba de las rentas públicas, nunca adoptó título honorífico alguno ni acuñó moneda a su nombre, pues la que emitió la ceca de Murcia invocaba a ‘Abd al-‘Azîz al-Mansûr, primero, y luego al hijo de éste, al-Muzaffar.
Fue una persona muy culta, que ostentaba el título de saij, justo y apreciado por su pueblo, que supo incrementar su enorme riqueza personal a la vez que favoreció el desarrollo cultural y económico del territorio bajo su gobierno (Instituto de Estudios Almerienses).
Bajo su gobierno alcanzaría Murcia la independencia prácticamente completa.
1078

Abû ‘Abd al-Raḥmān
En 1078 pasó por Murcia Ibn ‘Ammâr, primer ministro de alMu’tamid, quien se dirigía a Barcelona a entrevistarse con Ramón Berenguer II. Ibn Tâhir lo acogió como huésped de honor y en ese tiempo tomó la decisión de tratar de conquistar Murcia, para lo cual convenció a Berenguer y a al-Mu’tamid.
Unos meses después, un ejército catalán y otro sevillano asediaron Murcia. El primer intento fracasó por la resistencia de los sitiados y por las desavenencias entre los sitiadores, aunque Ibn ‘Ammâr no desistió en su empeño, partiendo poco después partió de Sevilla con un ejército al que se unió en Vélez Ibn Rasîq.
Tras poner cerco a Murcia, tomaron el castillo de Mula, cortando el suministro a la capital. Ibn Rasîq mandó severos ataques con la intención de rendir la plaza por hambre, hasta que en 1079-1080 los sitiados decidieron abrir las puertas y entregar la ciudad.
Ibn Tâhir fue apresado y encerrado en el castillo de Monteagudo, después mandado al exilio a Valencia en donde intervino activamente en la vida cultural y política de la ciudad hasta su muerte en 1114. Su cadáver fue trasladado y enterrado en Murcia.

bn ‘Ammâr
Victorioso, Ibn ‘Ammâr partió inmediatamente de Sevilla y tras hacer su entrada en Murcia decidió convertirla en la capital de un reino propio, traicionando a al-Mu’tamid. A los pocos meses, sin embargo, comenzó a crecer el descontento entre sus súbditos a la vez que se afirmaba la autoridad de Ibn Rasîq.
La conducta seguida por Ibn ‘Ammâr en Murcia fue desastrosa: su altanería para con las gentes, su vida libertina y su pasión por el vino le enajenaron el afecto de los habitantes. Su actitud para con Mu’tamid era una fingida obediencia que frisaba la rebeldía […] Fue entonces cuando Ibn Rasîq vino a Murcia, donde conservaba grande predicamento, y, aprovechándose de que Ibn ‘Ammâr no se ocupaba de él para atender tan sólo a sus placeres, tejió contra él una red en los castillos vecinos, ganándose partidarios por todas partes (Emir de Granada).
Un día en que Ibn ‘Ammâr había salido de Murcia para inspeccionar las fortalezas, Ibn Rasîq le cerró las puertas. Desprotegido, el musulmán fue apresado por al-Mu’tamid, ejecutándolo en 1084.
ALEDO

Ibn Rasîq gobernó Murcia bajo la autoridad nominal del rey de Sevilla acuñando moneda a nombre de al-Mu’tamid ‘ala Allah al menos desde 1085, pero las relaciones entre ambos se fueron deteriorando, hasta el punto de que cuando las tropas castellanas al mando de Alvar Yáñez tomaron Aledo y asediaron la capital en 1088, el gobernador de Murcia decidió someterse nominalmente al emir almorávide Yûsuf ibn Tashufîn.
Ante la amenaza cristiana por toda la zona oriental, notables de Valencia, Murcia, Lorca y Baza, a los que también se sumó al-Mu’tamid, decidieron demandar la ayuda almorávide para expulsar a los castellanos de Aledo. Así, en el verano de 1088 partió hacia Aledo un gran ejército en el que, junto con los saharianos, estaban representadas la mayoría de las taifas peninsulares:
Al ver al-Mu’tamid ibn ‘Abbâd la rebelión contra él de Ibn Rasîq, y con el intento de dar a su hijo al-Râdî el gobierno en Murcia, que le compensara de la pérdida de Algeciras, se dirigió en persona a visitar al Emir de los musulmanes, y, una vez cruzado el mar, le hizo ver la confianza que en él depositaba y trató con él de sus propósitos respecto a lo que había que hacerse en Murcia y en otras partes. Le encareció, sobre todo, la importancia de Aledo, diciéndole cómo estaba en pleno corazón del país musulmán y cómo los musulmanes no descansarían más que tomándolo. En definitiva, hizo un concierto en el Emir, en virtud del cual éste vendría en persona a al-Andalus con su tropas y, mientras, los sultanes andaluces prepararían sus contingentes y sus pertrechos para dicha campaña, agradecidos de antemano a quien pudiese expulsar a los cristianos de la plaza (‘Abd Allâh)
El ejército musulmán plantó su campamento a los pies del castillo de Aledo, y comenzó a hostigar la posición cristiana.
Los asaltos se sucedieron día y noche, atacando cada jornada el ejército de uno de los emires rotativamente, pero el tiempo transcurría sin lograr la rendición de la guarnición. La moral de los sitiadores empezó a resentirse y afloraban tensiones entre ellos, hasta el punto que Ibn Rashiq, temeroso de que al-Mu’tamid pretendiera anexionar Murcia a su taifa de Sevilla, aprovisionó a los sitiados. Destituido finalmente por Ibn Tashufîn. debido a una fetua, los murcianos abandonaron el asedio, rechazaron someterse a los sevillanos y pidieron auxilio al rey cristiano Alfonso VI .
El Cid tuvo la intención de socorrer la plaza, pero sería el mismo monarca quien marchase al frente de sus tropas a liberar Aledo, provocando la retirada almorávide después de un asedio de cuatro meses. A finales del verano y tras insistentes peticiones de la guarnición y de los murcianos enemistados con Ibn Tashufîn, Alfonso se puso en marcha para socorrer la plaza (El sitio de Aledo,wikipedia.org/wiki/Sitio_de_Aledo).
En este tiempo, Ibn Rasîq fue apresado por orden de Yûsuf ibn Tashufîn ante las continuas denuncias de al-Mu’tamid, provocando la retirada de los murcianos. Finalmente, el ejército musulmán abandonó Aledo y se dispuso a tomar Murcia, pero no lo consiguieron.
Ibn Rasîq fue liberado por los almorávides, participando a su lado en la conquista de Badajoz, y posteriormente intrigó con el reyezuelo de Granada ‘Abd Allâh para desligar a Murcia de la obediencia de al-Mu’tamid, iniciativa infructuosa que tuvo como resultado la enemistad entre el sevillano y el granadino:

Cuando estábamos frente a Aledo, Ibn Rasîq me había dicho en una conversación: “Me gustaría ser tu vasallo y entrar en tu obediencia” Y, luego de su prisión, un mensajero vino a decirme de su parte: “Si aceptas reconocer a mi lugarteniente en Murcia, haré pronunciar la jutba en tu nombre, y la ciudad se te someterá. Podrás contar con él como él conmigo […] Al enterarse al-Mu’tamid de que con dicho objeto había yo enviado a Murcia a algunos hombres de mi confianza, le supo muy mal…(Abd Allâh).

Las intrigas de los líderes andalusíes llevaron a Ibn Tashufîn a terminar con los reinos de taifas y someter todo al-Andalus (1090). Tras desembarcar en la Península, apenas encontró resistencia en las principales ciudades. Entre el suceso de Aledo y la conquista almorávide, Murcia estuvo bajo el poder de al-Mu’tamid, puesto que la ceca murciana acuñó moneda a su nombre entre hasta 1090- 9131, al parecer bajo el gobierno del caíd de Lorca Abû l-Hasan ibn al-Yasa’, quien se hallaba en Murcia cuando entró en ella, el almorávide Muḥammad b. A’isa, hijo del emir Yûsuf, en octubre de 1091.
En 1092, el ejército almorávide expulsó a los castellanos de Aledo.
EL DESARROLLO URBANO
La ciudad de Murcia parece haber afianzado en el siglo XI su categoría urbana, experimentando un progreso demográfico y económico.
Todas las casas de la época tenían un patio central, salón principal de planta rectangular, cocina y letrina. Casi todos estos inmuebles fueron subdivididos con el paso del tiempo, en un proceso de expansión y saturación urbana que también conllevó la desaparición de los espacios vacíos que había junto a las casas y el progresivo crecimiento en altura de las nuevas viviendas de dimensiones sensiblemente menores que las antiguas.
(En el interior del ) alcázar se hallaría la mezquita aljama, y fuera del cual no habría sino almunias y huertas (“Murcia: una ciudad del siglo XI”, 1996).

En cuanto a las murallas, actualmente se pueden encontrar vestigios en diferentes puntos de la ciudad: calles Sagasta, Marengo y plaza de Sta. Eulalia. Se trata de los restos de una cerca fabricada en tierra, sin zócalo de mampostería, que sería reparada y reconstruida a lo largo de los siglos hasta convertirse en la definitiva del siglo XIII, antes de la conquista cristiana.
Los Banû Tahir debieron de contribuir en buena medida al mantenimiento de dicha cerca (Instituto de Estudios Almerienses).
La Murcia de los primeros siglos presentaba un caserío disperso en el que, junto a grandes casas, existían intramuros instalaciones alfareras, cementerios e incluso amplios espacios ocupados por huertos, acequias y jardines, e incluso un cinturón verde, creciendo la ciudad de forma paulatina, con la construcción progresiva de viviendas, la generación de adarves de comunicación entre ellas y la desaparición de algunos establecimientos artesanales que requerían mucho espacio, como los alfares, que hasta ese momento habían permanecido en el interior del recinto de la medina (actuales calles San Nicolás o Jabonerías) y que a partir del siglo XI fueron sustituidos por viviendas.

Los nuevos alfares se abrirían ya en el arrabal del Arrixaca, aunque pronto comenzaría la edificación de residencias extramuros. Estos primeros asentamientos se sitúan en el sector septentrional del arrabal, especialmente en torno a la actual calle Mariano Girada, siendo aquel el primer tramo de uno de los caminos más importantes de los que partían de la medina.
La presencia de tiendas flanqueando la arteria principal de la antigua medina de Murcia está probada por la documentación posterior a la conquista y por diversos hallazgos arqueológicos, como los efectuados en calle San Pedro, calle Frenería y calle San Antonio, así como probablemente un cuarto ejemplo también en calle Frenería (Instituto de Estudios Almerienses).
Las alhóndigas eran establecimientos comerciales que contaban con almacenes y alojamientos para mercaderes y forasteros. Tras las tiendas del zoco de Murcia se establecieron talleres artesanales, de metal o vidrio, como el taller de Puxmarina, que se situaba junto a la principal arteria urbana de la medina, muy cerca de la mezquita aljama.

Biografia de Ibn Sa’îd al-Maghrib
En otro solar, cerca de la actual catedral, se halló otro horno de vidrio en el que también se podía simultáneamente elaborar piezas finales y llevar a cabo la prefusión de la frita (mezcla de arena y sosa para fabricar vidrio), lo que podría indicar que estamos ante un sector urbano en el que se concentraban los establecimientos destinados al vidrio. Es posible que estos talleres, y otros que pudieran existir en la zona, sean el precedente de la tradición vidriera de la Murcia andalusí que, a mediados del siglo XIII, atestigua Ibn Sa’îd al-Maghribî (1213- 1286), quien la considera como uno de los mayores centros productores junto con Málaga y Almería (Instituto de Estudios Almerienses).
Junto con el vidrio, también destacaba la producción de loza dorada (Ibn Sa’îd), destinados a la producción de vajilla común.
EL AGUA
La primera noticia indiscutible acerca del sistema hidráulico característico de la huerta de Murcia es del siglo XI:

El comienzo de la acequia que se toma del río está en Qantarat Askaba (Alcantarilla). Esta acequia atraviesa las propiedades de los habitantes de la ciudad de Murcia hasta alcanzar el límite de la alquería de Taws, perteneciente a la jurisdicción de Orihuela (al-‘Uḍrī, hacia 1075).
La arqueología ha verificado la existencia de varias estructuras hidráulicas, concretamente cuatro aceñas y una compuerta, situadas entre las acequias de Churra la Vieja y Alfatego, aproximadamente a la altura de Espinardo. Esas dos acequias derivan sus aguas sucesivamente por la izquierda de la Aljufía; primero, la acequia Churra la Vieja, de toma abierta y, unos metros más abajo, la acequia Alfatego, de toma cerrada.

Ricardo Aller
FUENTES:
*https://www.basilioparedes.com/blog/evolucion-urbanistica-de-murcia/
*https://digital.csic.es/bitstream/10261/139968/1/7.-%20Milenio.%20Murcia%20en%20el%20siglo%20XI.pdf
*https://es.wikipedia.org/wiki/Sitio_de_Aledo