Batalla ganada, victoria perdida

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Welligton, Fernando VII y Bonaparte

El 21 de junio de 1813, las tropas francesas comandadas por el hermano de emperador Napoleón, José Bonaparte, en su huida de España, se toparon, en el llano de Vitoria, con un ejército, conglomerado de fuerzas españolas, inglesas y portuguesas, todas ellas al mando del futuro duque de Wellington, Arthur Wellesley.

El ejército francés había sido derrotado en la batalla de los Arapiles para posteriormente recuperar Madrid. Wellington en la primavera de 1813, desde Portugal avanzó hacia el noreste con ese gran ejército que, todavía, se engrosaría con efectivos y guerrillas españolas a medida que liberaba territorios.Según iban ascendiendo hacia Santander no solamente incrementaban sus fuerzas, sino que acortaban las líneas de suministro. Mientras los franceses iban desplegando sus 20.000 hombres del Ejército del Norte para destruir la División de Navarra, es decir, los 8.000 guerrilleros de Espoz y Mina, reforzada con las guerrillas guipuzcoanas de Gaspar de Jáuregui que significaban 3.000 hombres más.

El despliegue de los ejércitos estaba conformado por la Armée de Midi, en una primera línea; la Armée du Centre en una segunda línea, dirigidas ambas hacia el oeste, mientras la Guardia Real y la mayoría de la caballería, en retaguardia, se mantenían en reserva cerca de Vitoria. La Armée de Portugal se desplegó al norte, entre los pueblos de Arriaga y Durana.

En total eran 58.000 hombres los que formaban tales ejércitos con 153 cañones.

La tropa de Wellington se dividió en cuatro columnas, con el 4º ejército al mando del general Girón. La columna derecha, al mando de Hill y formada por la 2ª División anglo-portuguesa, la 1.ª División española al mando de Morillo. Las dos columnas centrales estaban a las órdenes de Wellington y sumaban 30 000 hombres. La columna centroizquierda consistía en las divisiones anglo-portuguesas 3ª y 7ª al mando de Picton y Dalhouise, respectivamente. Y la cuarta columna, al mando de sir Thomas Graham.

Es decir, los aliados conformaban un total de 78.000 hombres con 96 cañones.

A las 08:30 la mañana del 21 de junio, las tropas de Hill empezaron a abrirse paso hacia los Altos de la Puebla. Fueron los españoles de la 1.ª División, al mando del general Morillo, los primeros en lanzarse colina arriba. Tras una serie de duros enfrentamientos, los portugueses y británicos de la 3ª División al mando de Thomas Picton rompieron decisivamente el frente central francés y las defensas napoleónicas se derrumbaron. Los franceses iniciaron entonces una huida desesperada hacia la frontera de su país, dejando tras de sí 8.000 bajas entre muertos y heridos y 2.000 prisioneros, perdiendo 152 de los 153 cañones que portaban. Los aliados sufrieron 4.500 bajas.

Y a partir de tales hechos, los españoles pierden la victoria.

José Bonaparte, completamente aterrorizado cuando un regimiento de húsares británicos se lanzó a la carga contra su berlina, montó su caballo abandonando el tesoro que procedía del saqueo del patrimonio español. Miles de soldados se lanzaron sobre el cuantioso botín que los imperiales se llevaban a Francia y estaban dejando en su huida: oro, plata, joyas, sedas, valiosos vestidos, orfebrería, etc. Los aliados, en especial los británicos, abandonaron toda persecución de los franceses y se entregaron al reparto del botín, lo que irritó a Wellington, quien escribió «El soldado británico es la escoria de la tierra, se alista por un trago».

El 25 de junio los franceses fueron nuevamente vencidos en Tolosa, ocupando los aliados San Sebastián el 8 de septiembre y Pamplona el 31 de octubre.

El Tratado de Valençay de 1813, después de la retirada de todas las fuerzas francesas de España, obligó al dictador Napoleón a devolver la corona a Fernando VII, firmándose el 20 de julio de 1814 el acuerdo definitivo de paz entre el rey Fernando VII y el nuevo rey de Francia Luis XVIII.

Efectivamente, Fernando VII recuperó su corona, pero, lamentablemente, se desentendió de las consecuencias de la victoria en tierras alavesas.

El botín que el rey José Bonaparte se llevaba a Francia, tras saquear el patrimonio español, era gigantesco. Se ha estimado en unos 100 millones de dólares de 2006 entre oro, plata y otras obras de arte. Incluía, además, importantes pinturas de Velázquez, Rafael, Tiziano, Correggio, Murillo, Rubens, Van Dyck entre otros. Como también infinidad de documentos de Estado, correspondencia real, planos y doscientas telas arrancadas de los marcos reales de Madrid.  Cuando Wellington planteó al rey Fernando VII la devolución de los cuadros, este le dijo que se quedase gran parte de ellos, 83 exactamente, como obsequio. Por lo visto, emocionado por la victoria, no deseaba privar al duque de cuanto había logrado por cauces tan «honorables»

Actualmente se exhiben en el Wellington Museum, en el palacio Apsley House de Londres, casi un centenar de obras de arte que son conocidas como el “regalo español”, hecho por un rey felón hizo a un general inglés, que no tuvo inconveniente alguno en arrasar a toda cuanta industria española le pudiese hacer la competencia a una británica.

Se añade una curiosidad en tal “regalo”;  el edificio que hoy sirve de sede al Museo Nacional del Prado fue diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785, como Gabinete de Ciencias Naturales, por orden de Carlos III, pero fue su nieto Fernando VII, impulsado por su esposa la reina María Isabel de Braganza, quien, en 1819, tomó la decisión de destinar este edificio a la creación de un Real Museo de Pinturas y Esculturas. En otras palabras, Fernando VII renunció a que el botín, previamente saqueado por José I Bonaparte, estuviese colgado en el Museo que el mismo impulsó y que es el único legado positivo que ha dejado al pueblo de Madrid y a España.

Un rey de tan nefasto recuerso tuvo el detalle de crear una condecoración, a instancias del comandante Francisco de Longa, en junio de 1815, con la inscripción en el anverso “Tres en Uno”, en referencia a las tres provincias vascas, y en el reverso “Recompensa de la batalla de Vitoria”. En la plaza de la Virgen Blanca, en el centro de Vitoria, se alza el monumento que conmemora tal batalla.

Lo dicho, todo un detalle para con quienes lucharon con el fin de devolverle el trono.  

Francisco Gilet

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