
El reinado de Alfonso II fue largo (791-842), durante medio siglo determinó los designios del reino de Asturias: lo afianzó, superó las dificultades con el exterior y lo organizó de forma interna.
Rondando los dieciocho años logró ser elegido rey, pero el reinado fue abruptamente interrumpido por Mauregato. Se cree que Alfonso se refugió en tierras alavesas junto a parientes vascones de su madre, aunque también es posible que pudiese refugiarse en el monasterio de Samos, por una carta de Orduño II en la que se refiere a este hecho.
De estos acontecimientos deducimos que la sociedad asturiana se hallaba dividida en dos sectores, uno conservador, apoyado por Beato de Liébana, que trató de convertir a Asturias en centro de la ortodoxia católica frente a cualquier tipo de innovación proislámica, y otro contrario, que defendió una forma de adaptarse o acomodarse con el mundo islámico, que fue el que colocó a Mauregato en el trono.

El reinado de Mauregato (783-789) se caracterizó por dos acontecimientos que marcaron el reinado posterior de Alfonso II (791-842): el estallido del Adopcionismo y la aparición del culto al apóstol Santiago. Con respecto al primero, hemos de tener en cuenta el impacto que en la Península Ibérica tenía el reino franco, con una clara intención de control sobre la Iglesia española tras la invasión islámica.
Los orígenes del problema se remontan al Concilio de Sevilla en 784, que presidió el metropolitano de Toledo, Elipando, y en el que se defendieron dos doctrinas heréticas defendidas por dos obispos, Migecio y Egila, que había sido enviado desde el reino franco.

Tras el suceso, Beato de Liébana se atrevió a criticar el acuerdo conciliar, con lo que se inició una polémica con Elipando. Éste, en 785, envió a un monje asturiano para combatir la iniciativa de Beato y acusarle de negar la humanidad de Jesucristo. Se puede apreciar como las discusiones sobre la divinidad y humanidad de Cristo seguían vigentes en el siglo VIII, cuando ya habían sido tratadas en el Concilio de Nicea de 325.

En el mismo año 785, Beato junto a su discípulo, Eterio, Obispo de Osma, visitan el monasterio de San Juan Bautista de Pravia, allí conocieron, por el abad Fidelio, la carta que Elipando había enviado a Beato. Dicha carta, provocó que Beato escribiese su Tratado apologético en el que mostraba su disconformidad con la doctrina de Elipando.
De esta manera comienza el problema del Adopcionismo — herejía que aseguraba que Cristo fue un hombre adoptado por Dios, en el momento de su bautismo en aguas del Jordán —. El problema tuvo serias consecuencias sobre el reino asturiano. El desconcierto fue aprovechado por el reino franco para atacar a la Iglesia hispana y se produjo una ruptura entre la Iglesia asturiana y la metrópoli toledana.
El encauzamiento entre las relaciones francas y el reino de Asturias se produjo a partir del año 791, con el reinado de Alfonso II, quedando así superado Elipando y sus seguidores.

Breviarium Apostolorum
En cuanto a los orígenes del culto jacobeo en España, la primera referencia escrita que tenemos es la del Breviarium Apostolorum citado por Julián de Toledo sobre el año 786. Los siguientes textos que aluden al apóstol son el O Dei Verbum y los Comentarios al Apocalipsis del Beato de Liébana.
El Adopcionismo y el origen del culto jacobeo son aspectos que influyeron dentro de un ambiente sociopolítico complejo. El principal exponente cultural y símbolo de gran personalidad fue Beato de Liébana.

José Carlos Sacristán