
La rapidez de los avances de los musulmanes nos hace ver que las confrontaciones militares fueron puntuales, por lo tanto, la mayor parte de la población peninsular fue sometida mediante capitulaciones. El nuevo mapa de al-Andalus quedó formado por: la zona conquistada por las armas y la zona sometida mediante pactos. Unos jefes visigodos ofrecieron resistencia y otros se sometieron desde el principio. Por este motivo, a los primeros se les exigió la sumisión total al islam, mientras que a los segundos se les respetó la autoridad política, en ambos casos a la población cristiana se le garantizó la vida y el credo, a cambio de pagar un impuesto.

Solamente se conserva un texto que verifique estos pactos y es el realizado entre ´Abd al-Aziz y el comes Teodomiro, en el que aparecen las concesiones y obligaciones. En lo que se refiere a las concesiones, los cristianos se beneficiaron de la protección de Dios y de su profeta Mahoma, sin perder la libertad y conservando sus propiedades. Sin embargo, se les impuso la obligación de comunicar cualquier información que les llegase de sus enemigos y la prohibición de acogerlos.
La segunda fórmula fue la más generalizada. No obstante, la huida de muchos nobles hispano-visigodos que no se acogieron a las capitulaciones, más las tierras de la corona, dejaron en manos de los invasores un importante número de propiedades. Al inicio, se respetó la fórmula pactada con la población indígena y sólo se repartieron tierras abandonadas o conquistadas por las armas. Con el propósito de controlar esta situación, llegó al-Hurr con un ejército de 7.000 hombres. Se centró en comprobar los derechos de propiedad de los musulmanes recién llegados con la conquista.

Con la llegada de soldados sirios la diferencia en número entre éstos y los bereberes fue disminuyendo. La llegada de los 10.000 sirios llegados con Baly ben Bisr en el 741 supuso un aumento de los conflictos sobre todo con los baladíes. El gobernador puso fin a ellos creando asentamientos, para los sirios, en el valle de Guadalquivir y en la costa meridional. Los bereberes se asentaron en las zonas altas de la meseta y en los sistemas ibérico y penibético con un régimen autónomo basado en la propiedad comunal. Los árabes, en su mayoría, optaron por la ocupación individual de las tierras.
Estos dos sistemas de ocupación y explotación de las tierras convivieron con los tradicionales visigodos.
Con la invasión musulmana no se introducen cambios sociales importantes, aunque sí es cierto, que se creó una sociedad nueva caracterizada por su origen étnico, su religión, su estatuto jurídico y sus costumbres: musulmanes, cristianos y judíos. En el grupo dominante, la umma, destacaban los árabes, con gran complejidad étnica y no pocas rivalidades. Era una población dividida en tribus y clanes, aglutinada en torno a dos grandes partidos: el yemení y el qaysí. Frente a los árabes estaban los bereberes venidos del norte de África, y a estos se les unieron los conversos hispano-visigodos.

Dimmíes
A toda la complejidad étnica de la comunidad de creyentes se les unió la de los dimmíes que integraba la comunidad hispana, y que a su vez se dividía en: mozárabes, de religión cristiana y los judíos. El hecho de pertenecer a un linaje árabe equivalía a ostentar un título nobiliario e iba unido de posesiones y elevada posición social.
Los grupos que gozaban de un estatuto de libertad eran: jassa (nobleza), a ´yan (notables) y ´amma (masa popular). Los primeros lo constituían la nobleza de sangre descendiente de los grandes linajes árabes. Los a ´yan estaban constituidos por los grandes dignatarios árabes y sirios que ostentaban las altas jefaturas administrativas, palaciegas y militares. Debajo de la aristocracia de sangre y funcional que actuaban como representantes de los ´amma se encontraban los comerciantes, alfaquíes, funcionarios medios, poderosos terratenientes y los letrados.
La categoría inferior de la sociedad la formaban los ´amma que era la masa popular tanto de la ciudad como del campo. Se ganaban la vida como artesanos, vendedores y jornaleros.
El grupo más numeroso de la sociedad de al-Andalus era el de los mozárabes, que eran cristianos arabizados que conservaban su religión. El hecho de conservar la religión cristiana hizo que se conservasen las antiguas sedes episcopales: Toledo, Sevilla, Córdoba y Mérida, entre otras, hasta el siglo IX.

Liber Iudiciorum
Estuvieron distribuidos por todo el territorio de al-Andalus y formaron importantes comunidades que se regían por el derecho visigodo, el Liber Iudiciorum. Tuvieron plena autonomía con capacidad de elegir a sus representantes bajo la supervisión de los walíes. El representante de la comunidad era un conde que se encargaba de hacer llegar los tributos a los musulmanes. El conde o cadí de los cristianos o nazarenos, era el encargado de aplicar las reglas del Liber Iudiciorum, mientras que los litigios surgidos entre miembros de la umma y los mozárabes, los dirimía un juez musulmán, según el derecho musulmán.
En el campo la situación cambiaba debido a estar este ambiente menos controlado, a diferencia de las ciudades, se llegaron a edificar nuevos templos cristianos.

José Carlos Sacristán