EL RITO MOZÁRABE, LA LITURGIA HISPÁNICA
Al entregar el Señor a su querida Esposa, la Iglesia, en la última cena, el sacrificio memorial de su Pascua, mandó a sus Apóstoles y a sus Sucesores que lo ofrecieran para actualizar el misterio de la Redención del género humano (Cf. Conc. de Trento, sesión XXII, cap. 1)
- Cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga glorioso desde el cielo.
Desde sus asientos, los feligreses siguen la misa con devoción, atentos a cómo el sacerdote deja el cáliz sobre el altar, mientras el turista, de pie junto a una columna, graba con el móvil la celebración eucarística, emocionado. Es la primera vez que participa en una liturgia hispano-mozárabe y le está resultando curiosa, llena de matices y cargada de significación.
- Concédelo, Señor santo, pues creas todas estas cosas para nosotros, indignos siervos tuyos, y las haces tan buenas, las santificas, las llenas de vida.
El turista apenas sabe nada del rito mozárabe, solo algunos datos sueltos: su origen en época visigoda, su permanencia durante la invasión musulmana, su supresión allá por el siglo XI, la posterior revitalización con el cardenal Cisneros y poco más. Por eso ha sido una sorpresa cuando se ha enterado que en la catedral se oficia misa tal y como lo hacían hace tantos siglos.
Todos rezan el Credo y continúa la liturgia: CANTUS AD CONFRACTIONEM —Acepta, Señor, en tu presencia nuestro sacrificio— y AD ORATIONEM DOMINICAM BENEDICTIO.
Pensar que está rezando como lo hicieron aquellos cristianos provoca en el turista un escalofrío: la gente de hoy es otra, la ropa, la cultura, pero la fe es la misma. Cambian las formas, no el fondo.
La sagrada forma es alimento vivo, fuerza espiritual y promesa de vida eterna. Un antiguo rito y el mismo mensaje de esperanza.
El sacerdote, de pie, recita la oración final.
- Nuestra celebración ha terminado. En nombre de nuestro Señor Jesucristo, Dios acepte nuestros deseos y plegarias en paz.
Concluida la misa, el turista continúa su visita por la catedral, cámara en mano, aún vivo el eco de la celebración cuya persistencia en el tiempo, 15 siglos, impresiona al viajero, aunque no le asombra. Al fin y al cabo, ya lo dijo el mismo Jesús:
Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos (Mateo, 28,20)
BREVE HISTORIA DEL REINO VISIGODO
Desde el siglo III al V, dos pueblos germánicos habían cruzado la Península ibérica: los suevos y los vándalos, así como un pueblo iranio, los alanos.
Los bárbaros que habían penetrado en las Españas las devastan en lucha sangrienta […] Desparramándose furiosos los bárbaros por las Españas, y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y los mantenimientos guardados en las ciudades; reina un hambre espantosa, y las fieras destrozan hasta a los hombres más fuertes. C. Sánchez Albornoz y A. Viñas: Lecturas históricas españolas.
Para poder recuperar el dominio perdido en la Península, Roma pactó con el rey godo Walia la defensa de los derechos de Roma frente a aquellas tribus. Así, en el año 416 los visigodos llegaron a la Península como aliados del imperio, derrotando a los alanos y a parte de los vándalos.
Hacia 438, el rey suevo Requila se adueñó de la Lusitania, la Cartaginense y la Bética y su sucesor, Requiario, avanzó hacia Zaragoza y Lérida. Tal acción impulsó a Roma a pedir ayuda de nuevo a los visigodos, cuyo rey era Teodorico II, Las tropas visigodas cruzaron los Pirineos y en el 456 capturaron a Requiario, quedando el resto de los suevos en el territorio comprendido de la Gallaecia.
El reino suevo se mantuvo independiente hasta finales del siglo VI, pero el resto de la Península quedó en manos visigodas, incorporado al Reino de Tolosa, nuevo dominador de la antigua Hispania romana: en el año 476 los visigodos ya se habían asentado en nuestros territorios y en el 490 terminó el grueso de las migraciones desde el norte.
A finales de 552 el emperador bizantino Justiniano I accedió a la petición de ayuda de Atanagildo a cambio de una franja costera desde el actual Alicante hasta la costa sur-atlántica portuguesa, incluyendo el norte de África y las islas Baleares. El nuevo territorio conquistado se denominó Provincia de Spania, con capital en Carthago Spartaria (Cartagena), controlando buena parte del Mediterráneo hispano y el estrecho de Gibraltar, y con ello el comercio. La colaboración oriental fue decisiva para decantar la guerra civil entre Atanagildo y a Agila, si bien la incidencia territorial fue escasa, pues las zonas concedidas en 552 comenzaron a menguar en las décadas siguientes, especialmente durante el reinado de Leovigildo, hasta su desaparición hacia el 624, en época del rey Suintila.
Al final del reinado de Teudis se trasladó la capital a Toledo; con Atanagildo se consolidó dicho traslado y con Leovigildo se produjo en la segunda mitad del siglo VI un fortalecimiento de la monarquía, restableciendo el control sobre territorios que se habían declarado independientes y conquistando el reino suevo. La pretensión de Leovigildo era unificar sus reinos religiosamente, con base en el arrianismo, pero su intento provocó la sublevación de su hijo Hermenegildo, convertido al catolicismo, quien fue derrotado en el 584. El hijo y sucesor de Leovigildo fue Recaredo, hermano de Hermenegildo; logró esa unidad religiosa tomando como base el catolicismo. Tras esta conversión, la cultura visigótica alcanzó su culmen.
La conversión al catolicismo de Recaredo se produjo en 587 y tras él la nobleza goda del reino visigodo de Toledo también abjuró de su fe cristiana arriana anterior. La formalización de la conversión tuvo lugar durante el III Concilio de Toledo, celebrado en 589.
En el nombre de Dios, la iglesia de Santa María fue consagrada in católico el 12 de abril del primer año del reinado de nuestro señor, el más glorioso rey, Flavio Recaredo, en el año 625 de la era Hispánica [es decir, 587] Inscripción en la iglesia de Santa María de Toledo.
EL RITO MOZÁRABE
Las Iglesias de la Hispania Romana interpretaron el mandato del Señor de celebrar la Eucaristía según su propia personalidad e idiosincrasia, forjada en la aceptación de la Tradición que a su vez transmitieron a las generaciones posteriores. De esta manera se fue elaborando el Ordo Missae propio de las Iglesias de España y con el Ordo Missae, todo el conjunto del rito llamado visigótico o hispano-mozárabe.(Página oficial de la Catedral Primada de Toledo)
La liturgia hispánica o rito mozárabe es la liturgia de la Iglesia católica que se consolidó en torno al siglo VI en la Península Ibérica durante el reino visigodo de Toledo, y que fue practicada en los territorios hispánicos hasta el siglo XI, tanto en áreas bajo dominio cristiano como musulmán.
Se conoce la organización de la liturgia hispánica a partir de las fuentes literarias de los siglos VII y VIII, aunque la mayor parte del repertorio utilizado se ha transmitido en códices procedentes de los siglos VIII al XII, con un importante número de copias realizadas en los talleres toledanos ya en el siglo XIV.
La elaboración del rito se fue confeccionando a través de diversos Concilios Hispano-Romanos y Visigóticos, sobre todo en los Concilios III y IV de Toledo. Así, por ejemplo, en su Liber primus de Ecclesiasticis Officiis, san Isidoro de Sevilla dedica un comentario a la serie de oraciones variables que constituyen uno de los elementos más característicos del Ordinario de la Misa Hispano-Mozárabe.
Muchos fueron los concilios (Toledo, Zaragoza, Tarragona, Cartagena, Sevilla, etc.) y los eruditos que se dedicaron a la tarea, desde la monja Egeria a san Isidoro, a quien también le debemos Regula monachoru. También son relevanteslas reglas de los santos Martín y Fructuoso de Braga y en materia musical sabemos por las Etimologías la importancia de las obras de Boecio, Casiodoro y Marciano Capella.
Tras la conquista musulmana del 711, la vitalidad y originalidad de la Liturgia hispánica se mantuvo tanto en los núcleos cristianos que quedan aislados al norte como en las comunidades mozárabes (cristianos que permanecieron bajo dominio musulmán), manteniendo el latín como lengua de comunicación interna y ritual y guardando intacto el legado litúrgico y musical de la época visigoda.
La progresiva presión sobre esta población cristiana provoca un creciente movimiento migratorio hacia el norte, y los nuevos asentamientos mozárabes en zona cristiana dieron origen a tres tradiciones litúrgicas: la toledana, ubicada en territorio musulmán y cuyo centro fue Sevilla, la castellana y leonesa (León, Oviedo, Pamplona, Burgos) y la riojana, centrada, sobre todo, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, y que surge del «pacto monástico» establecido por los diversos grupos de monjes mozárabes que se asientan por esas tierras tras emigrar de territorio musulmán.
El primer lugar en España donde se celebra la liturgia bajo el rito romano fue en Aragón, en el monasterio de San Juan de la Peña, durante la estancia del Santo Cáliz en el monasterio. A mediados del siglo XI el rito hispánico comenzó a ser suplantado por el rito romano. Los reyes de Navarra, León y Castilla facilitaron la entrada de monjes de la regla de san Benito y se adhirieron a las tesis reformistas de los papas Urbano II y Gregorio VII.
El rito mozárabe fue suprimido por Gregorio VII en 1080, pero aun así en las parroquias mozárabes de Toledo, todavía bajo dominio musulmán, se mantuvo la liturgia tradicional. Tras la conquista de Alfonso VI, en 1085, se planteó nuevamente el problema de la sustitución de un rito por otro para los fieles de la Mozarabía toledana, que veían en el viejo modelo el vínculo que les había mantenido firmes en su fe cristiana. La solución de compromiso fue que se mantuviera el rito ancestral para los mozárabes agrupados en seis parroquias, mientras que en las creadas para los nuevos pobladores castellanos y francos, se aplicaría el rito romano.
La Estoria de España, crónica castellana del s. XIII, narra que ante la oposición del clero y el pueblo de Toledo se celebró un combate ordálico, en el cual cada bando eligió como representante a un caballero para que decidiera la querella en combate. El rey desconoció la victoria del campeón favorable al rito hispánico y se procedió a un juicio de ordalía, en el que fueron sometidos al fuego dos ordinarios de la misa, uno hispánico y otro romano. Dice la Estoria que Alfonso VI volvió a desconocer el resultado desfavorable (pero otras crónicas dicen que, como el misal hispánico no se quemaba, el propio rey se acercó a la hoguera y lo pateó hacia las llamas, declarando al rito romano vencedor. Finalmente, la crónica indica que el rey leonés logró imponer la nueva liturgia:
Et desde estonces ell officio gallicano, fascas ell officio francés, tanbien en el Salterio como en las otras leendas fue allí recebido estonces en las Espannas et guardado, lo que nunqua antes fuera. Et maguer que en algunos monesterios guardaron yaquanto tiempo después el de Espanna, et el traslado del salterio aun oy se reza en algunas de las eglesias cathedrales et en los monesterios mayores: pero al común, el de Francia anda por toda la tierra, et aquel usan al común en la escriptura de las letras et en el oficio (Cap. 872).
Durante la Reconquista, una de las cláusulas en los pactos de tregua o rendición era la renuncia del clero y del pueblo mozárabe al uso de la liturgia visigótica, por lo que los usos antiguos fueron desapareciendo cuando los diversos territorios son reincorporados a los reinos cristianos. Solo hubo una salvedad, en Córdoba, ya en el siglo XIII, pero la emigración de los mozárabes hacia el norte y la repoblación subsiguiente con castellanos mesetarios hicieron que no perviviera más de cincuenta años.
La liturgia tradicional fue perdiendo aceptación rápidamente y solo se conservó en Toledo y en la basílica de San Isidoro, en León. Llegamos así a finales del siglo XV, donde comenzó un proceso reformador de la Iglesia en la Corona de Castilla: con el apoyo de Isabel la Católica, el cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo, valoró la riqueza de la liturgia mozárabe y en 1495 creó en la catedral la capilla del Corpus Christi para que se conservase la antigua liturgia, dotándola de renta y sacerdotes. También acometió Cisneros una importante labor de recopilación y ordenación litúrgica de los oficios; reunió gran cantidad de códices procedentes de todo el reino, mandó una reconstrucción de los textos y un estudio de los recursos litúrgicos que culminó en la impresión de un misal y un breviario. En ellos se transcribieron las melodías, permitiendo la recuperación aproximada de la liturgia tal y como era en la época visigoda, algo que no sucedió con los cantos.
En el siglo XVIII, el cardenal Francisco Antonio de Lorenzana, al haberse agotado los misales de la reforma de Cisneros, hizo una nueva edición, llamada Missale Gothicum secundum regulam beati Isidori Hispalensis episcopi.
Ya en el siglo XX, con el fin de adaptar el Rito hispánico a los planteamientos del Concilio Vaticano II, se abordó una nueva revisión del Misal mozárabe, con el que se pretendía restaurar la pureza primitiva de los textos y del orden de celebración. El papa san Juan Pablo II amplió los permisos para el uso de esta liturgia a cualquier lugar de España, donde la devoción o el interés histórico-litúrgico lo requieran.
La revisión fue promovida por el cardenal de Toledo, Marcelo González Martín, en su doble calidad de arzobispo de Toledo-Superior responsable del Rito y de presidente de la Comisión de Liturgia de la Conferencia Episcopal. Se nombró una comisión de expertos sacerdotes toledanos y de otras diócesis, así como de congregaciones religiosas, que en un trabajo de nueve años, consultando archivos y bibliotecas, manuscritos y códices publicados, lograron restituir el Misal Hispánico a su genuina pureza. En 1992 fue presentado el primer volumen del Nuevo Misal Hispano-Mozárabe a Juan Pablo II, quien celebró la santa Misa en este rito el 28 de mayo de dicho año convirtiéndose en el primer papa que lo utilizaba en Roma.
Ricardo Aller Hernández
BIBLIOGRAFÍA
*catedralprimada.es/es/info/rito-hispano-mozarabe/horario-de-culto/
*wikipedia.org/wiki/Liturgia_hisp%C3%A1nica
Super interesante!! Gracias!!