SE ARMÓ LA DE SAN QUINTÍN (Siglo XVI)
El 10 de agosto de 1557, fiesta de San Lorenzo, el ejército español venció a las tropas francesas en Saint-Quentin, en el norte de Francia. La batalla, encuadrada en el marco de las Guerras italianas, supuso una victoria decisiva para Felipe II contra Enrique II. Un año antes las tropas francesas del duque de Guisa habían entrado en el reino de Nápoles, a lo que el Prudente respondió ordenando a las fuerzas imperiales que se encontraban en los Países Bajos que invadieran Francia.
Se estima que el ejército francés perdió unos 12.000 hombres en la contienda, resultando prisioneros otros 6.000 más 2.000 heridos, 50 banderas capturadas y toda la artillería aprehendida, mientras los cinco mil mercenarios alemanes que se rindieron fueron repatriados a cambio del juramento de no servir nuevamente bajo banderas francesas por un período provisional de seis meses. Las fuerzas de Felipe II apenas sufrieron trescientas bajas entre muertos y heridos.
Al conocer el resultado de San Quintín, Felipe II se mostró apenado por no haber estado presente como él quería e informó a toda su familia, escribiendo a su padre Carlos I, retirado ya a Yuste:
Y pues yo no me hallé allí, de que me pesa lo que Vuestra Majestad pueda pensar, no puedo dar relación de lo que pasó sino de oídas.
Como recuerdo de aquella aplastante victoria, el rey decidió ordenar la construcción del Real Monasterio de San Lorenzo en El Escorial.
ES UNA BICOCA (Siglo XVI)
Regresaron a sus montañas reducido su número, pero mucho más reducida su audacia; pues es sabido que las pérdidas sufridas en Bicoca les afectaron tanto que, durante los siguientes años, no mostraron de nuevo su vigor acostumbrado. (Charles Oman, El Arte de la Guerra)
La frase proviene de la Batalla de Bicoca, en el Milanesado, que en 1522 enfrentó a las tropas imperiales de Carlos I de España contra las francesas de Francisco I.
Enmarcada en la Guerra de los Cuatro Años, el resultado de la batalla fue una victoria española merced a una mejor táctica imperial, previa a la decisiva confrontación que tendría lugar en Pavía.
No te puedes imaginar lo que me revienta que (Carlos I, cuñado de Francisco I) me llame Paquito. (Jodía Pavía, Arturo Pérez-Reverte).
Los mercenarios suizos, que no habían recibido su salario de los franceses, exigieron librar una batalla inmediatamente, obligando al jefe francés Odet de Lautrec a atacar la posición fortificada de Colonna, al norte de los muros de Milán. La superioridad numérica se inclinaba del lado francés y la infantería suiza se dispuso en dos cuadros, avanzando con paso firme hacia las tropas españolas de Prospero Colonna, pero al cruzar el camino que separaba a ambos ejércitos, los suizos se vieron obligados a subir una ligera cuesta. Esto les impidió cargar inmediatamente contra los españoles y les convirtió en un blanco perfecto para los arcabuceros, que castigaron con un fuego continuo al enemigo. Tras perder tres mil hombres se vieron obligados a retirarse sin llegar a tomar contacto con las líneas imperiales.
VALER UN POTOSÍ (Siglos XVI-XVII)
¡Vale un Perú! Y el oro corrió como una onda. ¡Vale un Perú! Y las naves lleváronse el metal; pero quedó esta frase, magnífica y redonda, como una resonante medalla colonial (José Santos Chocano)
Esta frase hace mención a las minas de plata de Potosí (actualmente Bolivia), que en la época colonial pertenecían al virreinato de Perú. Tal era la calidad de la materia prima que incluso se acuñó una moneda de plata que era el Potosí, o real de a 8.
La innovación técnica que supuso cambiar el sistema de fundición al método de amalgamación con mercurio permitió el despegue de la producción de Potosí y el apogeo de la extracción de plata se da entre 1570 y 1630.
«Espero un Potosí de barras y dinero». La entretenida (1615). Miguel de Cervantes.
NO HAY MOROS EN LA COSTA (Siglo XVI)
Las costas mediterráneas del Levante español fueron asiduamente asaltadas por piratas berberiscos, motivo por el que se levantaron numerosas fortalezas y torres vigías.
En el litoral de Murcia, la población del Mar Menor sufría frecuentes razzias de corsarios procedentes del norte de África. La amenaza continua de estos piratas motivó la construcción de una densa red de torres vigía que se extendía por toda la costa para defender a sus gentes del peligro berberisco.
En Los Alcázares, por ejemplo, queda como testimonio de estas hazañas pasadas la Torre del Rame, que, de origen árabe, experimentó remodelaciones durante la repoblación castellana para prevenir el peligro de las incursiones berberiscas.
Este peligro corsario fue el detonante de la despoblación experimentada por el campo del Mar Menor durante el siglo XVI. En la centuria siguiente, la constante amenaza pirata obligó a los habitantes de la zona a retraer sus ganados a zonas del interior del Campo de Cartagena.
Con el trascurrir de la Edad Moderna, la amenaza pirata se iría moderando y en el siglo XVIII sería ya testimonial, si bien las incursiones, aunque escasas, eran violentas por corsarios como Morato, quien arrasó el litoral murciano con sus cinco galeones.
ES UNA GANGA (Siglo XVI)
A comienzos del siglo XVI, las tropas españolas al mando del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, vencían en los campos de batalla italianos en sucesivas campañas contra los franceses. Sería en una de estas cuando en Ganga, plaza defendida por un puñado de españoles, una numerosa fuerza francesa sitió la villa.
Aunque la guarnición del rey se encontraba en franca minoría decidieron luchar a campo abierto, así que, armados con arcabuces y sus doce apóstoles, un Pater Noster en la boca y muchas ganas de matar antes de morir, los españoles se abalanzaron en plena madrugada contra el campamento enemigo, pero para su sorpresa no hubo batalla, pues los franceses huyeron despavoridos dejando un gran botín, atemorizados por el rumor que aseguraba la inminente llegada de una numerosa tropa hispana.
LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN (Siglo XVI)
A pesar de las grandes victorias que el Gran Capitán estaba logrando para Fernando el Católico, en un momento dado el rey le exigió que le diera cuentas de todos los gastos de la campaña de Italia, algo que debió molestar en su honra a don Gonzalo, a tenor de su respuesta:
Cien millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo. Ciento cincuenta mil ducados en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por las almas de los soldados del rey caídos en combate. Cien mil ducados en guantes perfumados, para preservar a las tropas del hedor de los cadáveres del enemigo. Ciento sesenta mil ducados para reponer y arreglar las campanas destruidas de tanto repicar a victoria. Finalmente, por la paciencia al haber escuchado estas pequeñeces del rey, que pide cuentas a quien le ha regalado un reino, cien millones de ducados.
PONER UNA PICA EN FLANDES (Siglo XVI-XVII)
El origen de esta expresión viene de las Guerras de Flandes, donde una de las mayores dificultades para los ejércitos españoles era enviar soldados hasta aquellos territorios, ya que se encontraban rodeados de otras potencias extranjeras enemigas, principalmente Francia.
Los Tercios debían trasladarse por mar surcando el Mar Mediterráneo hasta Nápoles y otras posesiones en la península itálica, y desde allí emprendían su marcha a través del llamado Camino Español, atravesando los Alpes para llegar hasta el norte de Europa.
La distancia era aproximadamente unos 1.000 kilómetros, un enorme esfuerzo físico, ya que cada soldado llevaba consigo todo el equipo de campaña, entre el cual se incluían las picas.
CUESTA UN OJO DE LA CARA (Siglo XVI)
Ahora se dice metafóricamente, pero quien de verdad perdió un ojo de la cara fue Diego de Almagro (Almagro, 1475-Cuzco, 8 de julio de 1538; descubridor de Chile y primer europeo en llegar al actual territorio de Bolivia.), quien en pleno ataque al Fortín del Cacique de las Piedras, en la actual Colombia, recibió un flechazo por parte de un indígena.
Según parece, la expresión la pudo decir él mismo al rey Carlos I:
El negocio de defender los intereses de la Corona me ha costado un ojo de la cara.
CORTAR EL BACALAO (Siglo XVI)
El origen de esta expresión se remonta a cuando comenzó a popularizarse el consumo de bacalao en salazón. En las colonias del imperio este pescado desecado servía para alimentar a los esclavos, siendo el capataz el encargado de repartir los trozos y decidir a quién correspondían los más grandes y los más pequeños.
ARMARSE LA MARIMORENA (Siglo XVI)
En el Madrid de los Austrias existía una taberna regentada por el matrimonio formado por Alonso de Zayas y María Morena, más conocida como Mari Morena o Mari, la Morena.
Este local saltó a la fama a raíz de un proceso judicial que se abrió en 1579 por una multitudinaria pelea que se produjo en la taberna después de que sus propietarios se negaran a servir su mejor vino a un grupo de soldados, y donde María Morena fue una de las más activas.
SE TE VE EL PLUMERO (Siglo XIX)
Tras sellarse en 1812 la Constitución de Cádiz, conocida popularmente como La Pepa, se constituyó la Milicia Nacional, encargada de defender ideas progresistas y cuyos miembros vestían un gorro con un penacho de plumas que les hacía visibles desde la lejanía.
En referencia a las características de esta prenda, la prensa del siglo XIX comenzó a utilizar la expresión ‘verse el plumero’, cita que fue derivando hasta tomar el significado actual.
ESTO ES JAUJA (Siglo XVI)
Jauja era una tierra del virreinato de Perú muy rica en minas de metales preciosos, y la expresión viene de la facilidad con que los conquistadores sacaban provecho de estas.
Jatunsausa era una ciudad inca que tenía, dicen los cronistas, una réplica del Qoricancha (que en quechua significa «templo dorado»), además de un jardín de oro, con plantas, animales, pastores…, una villa deslumbrante jamás vista.
En 1534, los conquistadores decidieron fundar la ciudad allí con el nombre de Jauja, como una corrupción de Xausas, un grupo étnico que habitaba esa zona (Hurtado Ames), siendo esta la primera capital del Perú. Sin embargo, la ciudad tuvo el título de capital por un período breve, pues en un año después los españoles se trasladaron a Lima.
SER UN GORRÓN (Siglo XVI)
En los ambientes estudiantiles de la Universidad de Salamanca durante el siglo XVI muchos alumnos no disponían de dinero para mantenerse, por lo que se las ingeniaban de cualquier manera para poder alimentarse sin pagar.
Una de las formas de poder subsistir era trabajando al servicio de otros estudiantes pertenecientes a familias adineradas. Los ricos vestían portando un manteo y un bonete, mientras los que no disponían de recursos llevaban una capa clásica y una gorra. A estos sujetos se les conocía habitualmente con los términos capigorrista, capigorra o capigorrón.
También existe la teoría que habla de estudiantes sin recursos que se colaban en banquetes y celebraciones de personas a quien no conocían y, siendo enormemente educados, hacían continuas reverencias con la gorra a todo aquel con el que se cruzaban.
EL QUINTO PINO (Siglo XVII)
Durante el reinado de Felipe V fueron replantados cinco frondosos pinos a lo largo del Padro de Recoletos, en Madrid. El primer pino se encontraba en la parte más baja del paseo y el quinto en la más alejada, en las inmediaciones del actual Paseo de la Castellana, a la altura de lo que es hoy Nuevos Ministerios.
MÁS SE PERDIÓ EN LA GUERRA DE CUBA Y VINIERON SILBANDO (Siglo XIX)
La desaparición del imperio español concluyó cuando en 1898 España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En el caso de Cuba, su fuerte valor económico, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses (John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses S. Grant), que el gobierno español siempre rechazó, lo que llevó a una confrontación militar impulsada por la prensa del país norteamericano mediante una campaña orquestada por William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, así como el incendio del Maine el 18 de febrero de 1898.
El resultado, como ya es sabido, fue desastroso para los intereses españoles, un episodio que es conocido como el Desastre del 98, desgracia que trajo consigo dos hechos positivos: el nacimiento de la llamada Generación del 98, una de las promociones literarias más brillantes de la literatura española, junto al Siglo de Oro y la Generación del 27, así como el regreso de los soldados de ultramar, quienes a su regreso a España no vinieron cabizbajos, sino alegres y silbando y cantando himnos, felices por volver a casa de una pieza
HACER EL PRIMO (SIGLO XIX)
En 1808, Antonio Pascual de Borbón era el presidente del Consejo de Regencia que había organizado Fernando VII cuando este tuvo que acudir a Bayona para reunirse con su padre Carlos IV y con Napoleón. Sería allí donde Bonaparte conseguiría que el rey volviera a abdicar en su hijo y que este a su vez renunciase a la corona.
Para cuando esto sucedió España ya estaba repleta de soldados franceses que se habían introducido en el país con la excusa de ir a invadir Portugal. Al mando de ese ejército se encontraba el general Joachim Murat, quien, cuando se produjo la sublevación del 2 de mayo de 1808 en Madrid, escribió don Antonio Pascual reclamándole que hiciese un anuncio en el que pusiese orden en la Villa. La carta estaba encabezada con «Señor Primo», según se acostumbraba entre personas de alto rango.
El infante aceptó la petición e hizo el anuncio y el pueblo, que sabía que las peticiones de Murat tomaban al Borbón por tonto, enseguida empezó a usar la expresión «hacer el primo» para referirse a situaciones en las que a uno lo engañan fácilmente.
MONTAR UN POLLO (Siglo XIX)
El Romanticismo fue la época en la que más proliferaron las tertulias y se popularizaron los cafés literarios.
En esa época se hicieron muy populares unas tribunas portátiles conocidas como ‘poyo’ que algunos oradores utilizaban para lanzar consignas políticas difundir las nuevas ideas de la Ilustración y organizar debates.
El establecimiento de Sociedades Económicas de Amigos del País a fines del siglo XVIII en casinos, ateneos y liceos facilitó la creación de este tipo de asociacionismo.
Una de las primeras reuniones de café surgió en Madrid hacia 1770. Fue la Tertulia de la Fonda de San Sebastián, en la plazuela del Ángel, fundada por Nicolás Fernández de Moratín en un local donde se congregaban asiduamente artistas y escritores de la talla de Iriarte y Samaniego, Jovellanos, o el mismo Francisco de Goya.
Durante el siglo XIX dos locales adquirieron especial relieve: el Café Lorenzini, en la Puerta del Sol, y La Fontana de Oro, situada en la Carrera de San Jerónimo. También fueron relevantes Café del Príncipe (Plaza de Santa Ana), el Café Suizo, de los hermanos Bécquer,o la de escritores realistas del Bilis club en Madrid, integrada por Leopoldo Alas «Clarín» y otros escritores asturianos, el Café de Levante , la botillería de Pombo (calle Carretas), el Colonial (Puerta del Sol), el del Prado, el Gran Café social de Oriente (Glorieta de Atocha), el Regina, La Granja El Henar, el Café de Fornos, todos ellos en la calle Alcalá y el Café Gijón (Paseo de Recoletos).
VIVA CARTAGENA (Siglo XX)
Según Isidoro Valverde y José Monerri, esta frase hecha tiene como origen los escenarios del Teatro Circo de esta localidad, el 5 de febrero de 1927.
En Cartagena, un tenor mediocre (Mario Cruz) dejó escapar un horrísono gallo (durante una romanza de la ópera «Marina»). Sin dar tiempo a que el público le pitase, se adelantó hacia el proscenio, carraspeó y soltó un agudo ‘¡Viva Cartagena!’, lo que le valió el gran y unánime aplauso del público.
Ricardo Aller Hernández
BIBLIOGRAFÍA
*El porqué de los dichos’ José María Iribarren.
*nuevatribuna.publico.es/articulo/historia/origen-algunas-frases-hechas-relacion-historia
*laopiniondemurcia.es/sociedad/2016/02/26/origen-10-conocidas-expresiones-populares-32080534.html
*artificis.com
*muyinteresante.es
*https://www.laverdad.es/viva-cartagena.
* https://www.lavanguardia.com/cribeo/cultura/el-origen-de-12-frases-hechas.html
*regmurcia.com/berberiscos.
*Alfred López “Ya está el listo que todo lo sabe”
*artycultura.net//las-tertulias-y-cafes-literarios
Muchas gracias por la divulgación de nuestra historia.