Durante la Edad Media la principal responsable de impartir la cultura y la educación fue la Iglesia. Se produce una continuación de la Iglesia en la época visigoda, la mozárabe y la de los reinos cristianos. La invasión musulmana impulsó la traducción de obras árabes y griegas de filosofía, medicina y ciencias por parte de la Iglesia. Dichas traducciones se realizaron en lenguas romances lo que contribuyó de manera decisiva al desarrollo del gallego, castellano y catalán. El latín quedaría relegado a las liturgias y a la Universidad.
En los primeros siglos de la Edad Media la principal actividad cultural quedó reducida a los monasterios. Durante la segunda mitad del siglo XI, a partir de la reforma gregoriana, las actividades culturales se van desplazando de los monasterios a las ciudades por medio de las órdenes mendicantes y el clero secular. El siglo XIII supone el apogeo de la cristiandad medieval y se manifiesta con el florecimiento de las universidades y en la promoción de la predicación para la evangelización.
La Iglesia se preocupó siempre por la formación no solo de los clérigos, sino también de los fieles. En sus escuelas se enseña el Quadrivium y sobre todo el Trivium (gramática, retórica y dialéctica), la Biblia, ortografía, interpretación de autores latinos, leyes métricas, etc.
Entre los distintos tipos de escuelas destacamos desde su carácter más básico las escuelas de primeras letras en las que impartían clase maestros seglares. Se empiezan a instalar en el siglo XV con el fin de enseñar a los niños la cartilla donde están los mandamientos, los artículos y cosas santas y buenas. En Las escuelas parroquiales, siglos XIV y XV, los párrocos se preocupan por la formación elemental, enseñan la doctrina cristiana por medio de la catequesis.
Los Concilios III (1179) y IV (1215) de Letrán imponen la obligación de enseñar en todas las catedrales, bajo el control del obispo. Desde finales del siglo XI uno de los oficios capitulares es el de magister scholarum. En la segunda mitad del siglo XII en las diócesis españolas se menciona a los maestrescuelas que enseñan a los clérigos las primeras letras y el canto. Estamos ante las escuelas episcopales o catedralicias. Los cargos de maestrescuela lo desempeñaban clérigos hispanos formados en algún estudio general, o clérigos italianos o franceses.
Son de destacar las escuelas de Santiago de Compostela con Diego Gelmírez, y las de León, de Toledo (sobresale por su relación con la cultura oriental), de Salamanca, de Oviedo, de Palencia (con san Julián, Domingo Guzmán y Pedro González Telmo). En Cataluña existen escuelas de este tipo en Urgel, Gerona, Barcelona, Vic y Tortosa.
En la Alta Edad Media tienen influencia las escuelas monásticas y conventuales, la cultura radica en los monasterios, en ellos se copian numerosos manuscritos y destacan en la narración del pasado como cronística altomedieval.
La aparición de la órdenes mendicantes, principalmente dominicos y franciscanos, supone una aportación importante al desarrollo de los estudios teológicos en estudios generales y universidades. Ambas órdenes establecen sus propios estudios y organizan sus colegios (San Gregorio en Valladolid, Santo Tomás de Aquino en Sevilla, Santiago de Pallars en Lérida, etc) y estudios generales. Participan en universidades prestigiosas como la de Salamanca. Las órdenes religiosas crean estudios propios para que los futuros misioneros aprendan el hebreo, el árabe y el caldeo para poder evangelizar a judíos, árabes y paganos.
La mayoría de los estudios generales o universidades surgen a partir de las escuelas catedralicias. El Estudio General de Palencia se desarrolla desde 1208 a partir de la escuela catedralicia, por obra de Alfonso VIII y del obispo Téllez de Meneses. El de Salamanca nace en 1218 por iniciativa de Alfonso IX y Alfonso X, obtiene del papa Alejandro IV en 1255 el título de universidad pontificia, con la facultad de dar títulos equiparables a los de Paris y Bolonia. La Universidad de Valladolid recibe de Clemente VI el carácter de estudio general a petición de Alfonso XI. Estudios generales se crean también en Santiago de Compostela, Sevilla, Alcalá de Henares (proyecto de Sancho IV que en realidad no funcionará hasta el siglo XV), Sahagún y Sigüenza.
En la Corona de Aragón surgen estudios generales en Montpellier (protegido por Jaime I, fue famoso por la Medicina, aprobado en 1289 por Nicolás IV), el de Lérida en 1300 (Martín V concede en 1430 la Facultad de Teología), el de Perpiñán en 1350, el de Huesca en 1354, el de Calatayud a finales del siglo XIV, el de Gerona en 1446, el de Barcelona en 1450, el de Zaragoza en 1474, el de Valencia en 1500 (iniciado por san Vicente Ferrer) y el de Palma de Mallorca en 1483 creado por Fernando el Católico.
Junto con las universidades se crean colegios con el fin de dar alojamiento a estudiantes pobres. Posteriormente estos colegios también harán la función de completar la formación impartida por la universidad. Se puede decir que las universidades españolas eran eclesiásticas en las que los profesores fueron mayoritariamente religiosos, en ellas se formaban los puestos más altos de la jerarquía como cardenales, arzobispos y obispos.
En las universidades se enseña la filosofía dentro de las Artes Liberales, posteriormente los estudios de lógica y dialéctica adquieren autonomía y constituyen la Facultad de Filosofía. Uno de sus principales retos fue la recepción del pensamiento aristotélico para adecuarlo al cristianismo. Uno de los estudios más prestigiosos en las universidades hispanas fue el derecho romano y el derecho canónico. En las universidades españolas en general, predominan los estudios jurídicos lo que se manifiesta en su organización que imita a la universidad de Bolonia y no a la de París, en la que predominaban los estudios teológicos.
Las autoridades eclesiásticas promueven la promoción de los estudios de Teología y de Derecho Canónico. Para ello se acogen al método escolástico y estructuran jurídicamente los Estudios Generales, desarrollando los estatutos de los profesores y estudiantes, los géneros literarios para la docencia y los accesos a los grados de bachiller, licenciado y doctor.
La principal preocupación de la Iglesia es la formación de los fieles a través de la catequesis. De esta forma se componen diversos catecismos como el Doctrinal docto para instruir la rudeza de los ministros (1325) de Pedro de Cuéllar, obispo de Segovia, el de Pedro Gómez Barroso, arzobispo de Sevilla (1369), etc.
La formación de los fieles cristianos se completa por la predicación, este género se cultiva en las universidades en el siglo XIII. Obras de este tipo escriben Raimundo Lulio, Francisco de Eximenis, Vicente Ferrer y otros. En ellas se recogen las partes del discurso, las técnicas para captar la atención de los oyentes por medio de la palabra, del silencio y gestos, etc.
La Iglesia además trata de mejorar la formación religiosa de los seglares fomentando formas de religiosidad populares como el culto a los difuntos a y Jesucristo (festividades de Cristo Rey y Corpus Christi), a la Virgen María y a los santos. Hay seglares que reclaman formas de vida religiosa más plena dando lugar a las cofradías.
Los seglares son especial objeto de la educación, tanto caballeros como mujeres. Debido a esto se componen obras dedicadas a un público más popular a través de Mester de clerecía. Un claro ejemplo de este género lo representan Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita. Durante el siglo XIII proliferan obras para fomentar la formación del pueblo, se escriben en lengua romance para ser más asequible a ellos y por haber alcanzado este tipo de lenguas un notable desarrollo literario.
Un grupo especial lo constituyen la serie de obras destinadas a la educación de los príncipes como los Castigos e Documentos de Sancho IV de Castilla, el Libro de los doce sabios o Nobleza y Lealtad, el Espéculo y las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio y los Espejos de príncipes de Santo Tomás de Aquino.
Para conseguir la conversión de musulmanes, judíos y paganos se estudian los argumentos y métodos a seguir. En este sentido san Raimundo de Peñafort manda escribir la Summa contra gentiles a Santo Tomas de Aquino.
José Carlos Sacristán