La batalla de Covadonga tuvo lugar en un paraje próximo a Cangas de Onís, entre los astures, que poblaban las zonas montañosas de Asturias, y las tropas de al-Ándalus, que resultaron derrotadas. Hoy en día existen dos opiniones sobre el año en el que tuvo lugar la Batalla de Covadonga: Claudio Sánchez-Albornoz la situó durante el valiato de Ambasa, en el 722 d. C., pero otros estudiosos sostienen que tuvo lugar durante el gobierno de Al-Hurr, en el 718.
La batalla de Covadonga fue la primera victoria de un contingente rebelde contra las fuerzas musulmanas, la de la cristiandad en Iberia, desde la conquista musulmana del 711-718. Finalizada la batalla se creó un principado cristiano independiente en las montañas de la península, que posteriormente se convertiría en el reino de Asturias, y de otros reinos cristianos, así como en un bastión de la resistencia cristiana a la expansión del dominio musulmán. Consecuencia de ello, la batalla de Covadonga ha sido considerada como el catalizador de la Reconquista.
Algunos autores han considerado la acción bélica del episodio de Covadonga como el inicio de la Reconquista del dominio cristiano sobre toda la península ibérica, pero esta visión ha sido ampliamente cuestionada, ya que para unos, la batalla de Covadonga nunca existió y atribuye su invención a la corte de cronistas del rey Alfonso III, quien tuvo muchos problemas para la continuidad de su reino en las fechas cercanas al año 900, unos 150 años después de la supuesta batalla, de la que no hay documentos musulmanes ni cristianos del siglo VIII, mientras que otros, aseguran su existencia y de esta manera la «escaramuza de Covadonga» señalaría el triunfo local de la rebelión y el afianzamiento del caudillaje carismático de Pelayo, así como de la alianza entre los visigodos refugiados y la aristocracia indígena, lo que supuso el nacimiento de un nuevo núcleo local que se extendió y fue el germen de los reinos de Castilla y de León.
A este respecto es interesante recordar una noticia que puede ser tomado como precedente de lo acontecido en la celebérrima batalla que dio fama a Pelayo, y es que, a decir de las crónicas visigodas, en el año 680 el rey Wamba puso rumbo a Asturias para sofocar una revuelta. Coincide esta noticia con los hallazgos de las últimas excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el entorno del pico La Boya y el Homón de Faro, ambos en la vía Carisa, punto de entrada a Asturias desde la meseta.
En este entorno aparecen una serie de construcciones defensivas utilizadas en esta temprana Edad Media, pero en una época anterior a los sucesos de Covadonga. La localización de estas murallas, junto con la noticia de la campaña de Wamba nos da idea de la existencia de un poder local, celoso de su propia libertad y que es capaz de movilizar grandes cantidades de hombres y recursos materiales para organizar su defensa, en una zona que supera los 1500 metros de altitud.
Existe una opinión generalizada según la cual, tras la caída del Imperio romano, se produjo una eclosión de poderes locales, que afianzarían su dominio sobre pequeñas comarcas o valles. Así pues, asistiríamos en el territorio astur a un resurgimiento de la sociedad tribal o gentilicia, presente en esta región antes de la llegada de Roma y que tras la conquista no habría podido ser completamente eliminada, por lo que sería este tipo de sociedad tribal la que Pelayo habría dirigido en la batalla de Covadonga, una sociedad capaz de organizar su territorio y de establecer alianzas con otras jefaturas locales para hacer frente a amenazas de mayor envergadura.
Tras la caída del reino visigodo, el bereber Otman ben Neza, conocido por los cristianos como Munuza, fue nombrado valí del tercio noroccidental de la península. Su autoridad fue desafiada por algunos dirigentes astures que, reunidos en Cangas de Onís encabezados por Pelayo, decidieron rebelarse negándose a pagar impuestos exigidos, el jaray y el yizia. Tras algunas acciones de castigo a cargo de tropas árabes locales, Munuza solicitó la intervención de refuerzos desde Córdoba. Aunque se restó importancia a lo que estaba sucediendo en el extremo ibérico, el valí Ambasa envió al mando de Al Qama un cuerpo expedicionario, acompañado por el obispo Oppas.
Pelayo esperó a los musulmanes en un lugar estratégico, como el angosto valle de Cangas de los Picos de Europa cuyo fondo cierra el monte Auseva, donde un atacante ordenado no dispone de espacio para maniobrar y pierde la eficacia que el número y la organización podrían otorgarle. El enfrentamiento se produjo en la cueva de Covadonga, y se saldó con la completa derrota de los sarracenos.
La cuestión es que las tropas sarracenas fueron diezmadas, obligando a Munuza a escapar de Gijón. Al conocer el desastre de la expedición de castigo enviada contra Pelayo, decide abandonar Asturias por el puerto de la Mesa, siguiendo el valle del río Trubia, pero no logra su objetivo, pues, son alcanzados por los astures en Olalíes y allí encontraron la muerte. El episodio de Olalíes es la continuación de Covadonga y nos transmite la visión de una Asturias en pie de guerra, con un teatro de operaciones que va al menos desde Onís en el oriente, hasta Proaza en el centro. Pelayo, que dirigió las acciones de Covadonga, debió de organizar también la respuesta en Olalíes, con lo que la imagen de un caudillo local, con fuertes vínculos en el territorio y buen conocedor de ese mismo territorio, se refuerza. Al Qama halló la muerte en este lance, mientras que sus fuerzas sufrieron grandes pérdidas en su desordenada huida, al caer sobre ellos una ladera debido a un desprendimiento de tierras, probablemente provocado, cerca de Cosgaya en Cantabria.
Lo cierto es que los cronistas musulmanes también dan cuenta tanto de la batalla como de Pelayo y no es un caso excepcional con respecto a otros acontecimientos de la Alta Edad Media, donde la ausencia de fuentes fiables es un obstáculo para el conocimiento. Las crónicas árabes nombran el acontecimiento aunque le restaron importancia —«un cronista musulmán tardío, al-Maqqari, afirma que las huestes de Alqama decidieron retirarse de las montañas astures porque al fin y al cabo allí sólo había «treinta asnos salvajes», por lo que se preguntaron «¿qué daño pueden hacernos?»»—, mientras que los cristianos más adelante lo magnificaron «llegando a considerarlo algunos eclesiásticos próximos a la corte, años más tarde, nada menos que el punto de partida de «la salvación de Hispania»».
Según la recopilación del cronista Al Maqqari: “Dice Isa Ibn Ahmand al-Raqi que en tiempos de Anbasa Ibn Suhaim al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Belay [Pelayo]. Desde entonces empezaron los cristianos en al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr”.
Según las crónicas de Alfonso III, Crónica de Albelda: “Alkama entró en Asturias con 187.000 hombres. Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva y que el ejército de Alkama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de una cueva. El obispo Oppas subió a un montículo situado frente a la cueva y habló así a Pelayo: «Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?». El interpelado se asomó a una ventana y respondió: «Aquí estoy». El obispo dijo entonces: «Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas, ¿podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: vuelve a tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos». Pelayo respondió entonces: «¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?».
Sea como fuere, Covadonga ha tenido una gran trascendencia como «mito fundacional», además de haberse convertido la zona en un importante lugar de peregrinaje religioso al convertir la cueva en un importante centro de peregrinación mariana en España.
La Virgen de Covadonga, conocida popularmente como La Santina, es una imagen de la Virgen María que se encuentra en la Santa Cueva de Covadonga. En el siglo XII se tallaron dos imágenes gemelas de la Virgen de Covadonga que acabaron una en el Monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata y otra en el Monasterio de Covadonga en Asturias, donde se conservaron durante siglos. Pero en el año 1777 un devastador incendio destruyó por completo el interior de la Santa Cueva Asturiana y la talla de la Virgen de Covadonga se quemó, desapareciendo para siempre. La imagen de la Santa Cueva fue sustituida por otra de gran belleza. Es la patrona de Asturias.
Según la tradición, la Virgen ayudó a los cristianos capitaneados por Pelayo, provocando el desprendimiento de rocas en la conocida como batalla de Covadonga, que diezmó el ejército árabe. Esta victoria es legendariamente considerada como el inicio de la Reconquista y la reinstauración de los reyes cristianos en la Península.
Jaime Mascaró
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Sr. Mascaró. Mis más sinceras enhorabuena y gracias por tan excelente y emotivo relato de la Batalla de Covadonga.