Nos vamos a encontrar con un acontecimiento que viene permaneciendo en la penumbra de la historia, en alguna medida aún más oculta por el gran despliegue informativo que desde siempre ha acompañado a la Gran y Felicísima Armada española.
La Invencible Inglesa o Contra Armada Drake-Norreys fue una flota de invasión que Isabel I envió contra la corona española en la primavera de 1589, al mando del corsario Francis Drake, como almirante de la flota y de John Norreys como general de las tropas de desembarco. Los objetivos eran tres; en primer lugar, destruir los restos de la Armada Invencible, que se hallaban reparándose en los puertos de Cantabria.
La segunda finalidad era asaltar Lisboa y entronizar al prior Antonio de Crato, primo de Felipe II, pretendiente al trono portugués, el cual, viajero también en la expedición, había firmado un convenio con Isabel I, con unas cláusulas secretas en las cuales intercambiado la ayuda inglesa para conseguir su pretendido trono a cambio de cinco millones de ducados de oro y un tribuno anual de 300.000 ducados. Además, entre otras concesiones, estaba el permitir que las tropas inglesas saqueasen Lisboa durante donde días, aunque solamente de las propiedades no portuguesas, así como permitir que las tropas inglesas penetrasen en Brasil y en el resto de las posesiones coloniales portuguesas. De haberse alcanzado el objetivo, Isabel I habría convertido a todo Portugal en un vasallo de Inglaterra.
Aún quedaba otro objetivo; apropiarse de las islas Azores y capturar a la flota de Indias, lo cual vendría a significar el llegar a arrebatar a España el dominio de las rutas comerciales con el Nuevo Mundo, mayoritariamente español.
Sin embargo, todo ello fue un completo fracaso, una derrota, sin precedentes, de la Inglaterra isabelina, el desastre de su flota y la caída en desgracia del corsario Drake.
La flota inglesa partió de Plymouth en 13 de abril de 1589, constituida por seis galeones reales, 60 buques mercantes ingleses, 60 urcas holandesas y unas 20 pinazas, además de docenas de barcazas y lanchas. En total, entre 170 y 200 naves, más numeroso por tanto que la Armada Invencible, que había estado compuesta por 121 hasta 137 barcos. Además de las tropas de tierra, embarcaron 4000 marineros y 1500 oficiales. El número total de combatientes, entre marineros y soldados, fue contabilizado antes de zarpar en 27 667 hombres. La expedición fue financiada por una compañía con acciones cuyo capital era de 80 000 libras. Del capital, un cuarto lo pagó la reina, un octavo el gobierno holandés y el resto varios nobles, mercaderes, navieros y gremios. Todos ellos esperaban obtener grandes beneficios de su inversión que, empero, acabó con la quiebra de los muchos inversores y en especial de la corona inglesa de Isabel I, cuyo favorito, Robert Devereux, II de Essex, contraviniendo las reales órdenes también navegaba con la flota.
El 4 de mayo de 1589, la flota inglesa llegada a las alturas de La Coruña, cuyas defensas eran bastante deficientes. La tropa existente, unos 1.500 hombres, se vio ampliada con la población civil, cuya presencia en la contienda fue decisiva. En cuanto a la flota disponible, tan solo se contaba con el galeón san Juan, la nao san Bartolomé, la urca Sansón y el galeoncete san Bernardo, así como con dos galeras, la Princesa, mandada por el capitán Pantoja, y la Diana bajo mando del capitán Palomino. El 5 de mayo unos 8.000 soldados ingleses desembarcaron en la playa de Santa María de Oza, en la orilla opuesta al fuerte, llevando a tierra varias piezas de artillería y batiendo desde allí a los barcos españoles que no podían cubrirse ni responder al fuego enemigo. Durante los siguientes días, los ingleses penetraron, sin muchas dificultades a la parte baja de La Coruña, saqueando y matando numerosos civiles. Cuando los ingleses se lanzaron hacia la parte alta de la ciudad, comenzaron para ellos los problemas. Las murallas coruñesas resguardaban a la guarnición y la población de la ciudad, los cuales se defendieron con gran determinación, ocasionando la muerte de más de 1.000 ingleses asaltantes. Fueron en tales hechos donde sobresalió la heroína popular María Mayor Fernández de la Cámara y Pita, es decir, María Pita. Esta coruñesa arremetió contra un alférez que arengaba a sus tropas, le atravesó con una pica, le arrebató el estandarte, provocando ante tal escena el derrumbe de la moral de una tropa que había confiado en que La Coruña caería en pocos días. Otra mujer también distinguida en la batalla fue Inés de Ben. María Pita fue nombrada «Alférez Perpetuo» por Felipe II.
El 18 de mayo las tropas inglesas tomaron la determinación de abandonar su intención de conquista la ciudad, con 1300 hombres muertos, varios buques y barcazas hundidas, con las epidemias empezando a hacer estragos entre la soldadesca, todo lo cual provocó la caída de la moral entre ella, así como la indisciplina. Al hacerse a la mar diez buques con unos 1000 hombres decidieron desertar, tomando rumbo hacia Inglaterra. El resto de la flota, no cambio su inicial decisión, y se dirigió hacia Lisboa.
El 26 de mayo de 1589, la flota inglesa con el Prior Crato, de la Casa de Albis, fondeó en la ciudad de Peniche, desembarcando la tropa al mando de Norreys. Mientras tanto Drake puso rumbo hacia Lisboa, con el plan de forzar la boca del Tajo, atacar Lisboa por mar, y que, por tierra, Norreys apoyaría dicho ataque, suponiendo que se le irían uniendo partidarios del prior Crato. Pero tal deseo no se cumplió. Crato no era un candidato demasiado apreciado, estimado como poco legitimado para ocupar el trono tenía un oponente mejor visto por las cortes portuguesas, Catalina duquesa de Braganza. Es decir, la población civil lusa en modo alguno apoyo a los ingleses, sino que sus partidas hispanoportuguesas, con constantes ataques, causaron cientos de bajas, al tiempo que vaciaban de materiales, pertrechos y todo cuanto podía ser utilizado por los ingleses. Estos contando con solo 44 caballos precisaban que el trasporte lo efectuasen los mismos soldados. Lo cierto es que al llegar a las puertas de Lisboa, después de un trayecto infernal de 75 kilómetros, su situación era dramática, sin caballos, sin pólvora, sin cañones, sin munición, sin alimentos, la entrada en la ciudad les resultaba imposible. Una ciudad defendida por unos 7000 hombres, entre hispanos y lusos.
Pero no acabaron las desgracias para los ingleses. Alonso de Bazán, hermano de Alvaro, Marqués de santa Cruz de Mudela, desde la ribera del Tajo, atacó a la fuerza terrestre con fuego de artillería y de mosquetería. Los ingleses buscaron refugio en el convento de santa Catalina, del cual tuvieron que huir ante la intensidad del fuego artillero español. Para no ser detectados levantaron un campamento en la oscuridad. En este momento surgió el estratega Bazán el cual, para hacer salir a los ingleses, simuló un desembarco de botes, indicando a sus soldados que hicieran el mayor ruido posible, con disparos al aire y gritos. La fuerza inglesa se apercibió de ello y temiendo un ataque, se preparó para la defensa, con antorchas y mechas de las armas encendidas, lo cual delató su posición a Bazán quien ordenó se concentrase el fuego de sus barcos sobre el campamento inglés, causando numerosas bajas entre la tropa.
Mientras acontecía el desastre de la tropa de Norreys, Drake se mantenía con su flota en las afueras del puerto lisboeta, alegando que la fuerte defensa y el mal estado de la tripulación no le daban posibilidad alguna de entrar en Lisboa. Aunque, conociendo el carácter de Drake quizás estaba a la espera de que la batalla terrestre obtuviese el resultado deseado y, lograda la victoria, hacer acto de presencia y recoger los laureles.
Sea como sea, el 11 de junio entraban en Lisboa nueve galeras al mando de Martín de Padilla, con unos 1000 hombres, a cuya llegada la situación del cuerpo inglés era ya insostenible. Norreys decidió ordenar la retirada, mientras que las tropas españolas salían en su persecución. En ella alcanzaron a numerosos rezagados y, sorprendemente, también se hicieron con los papeles secretos de Antonio de Crato, que incluían una lista con los nombres de numerosos conjurados contra el Imperio Español. La derrota era total por parte del ejército de Norryes, y Drake tomó la valiente decisión de abandonar con su flota las aguas lisboetas y penetrar en el Atlántico. Pero no contaba con Martín de Padilla, su gran experiencia marinera, en su lucha contra los piratas y corsarios turcos, argelinos y, como no, ingleses, el cual salió en su persecución con su escuadra de galeras. Con vientos muy débiles que impedían maniobrar a los veleros, las galeras se lanzaron a la caza. Padilla ordenó a sus barcos formar en hilera y atacar a los buques enemigos que se encontraban descolgados de la formación. Así, la fila de galeras iba situándose a popa de los buques ingleses, y batiéndolos sucesivamente con su artillería se iban relevando unas a otras a medida que se recargaban los cañones.
Por su parte, las tropas embarcadas batían las cubiertas inglesas con sus mosquetes. Debido a la imposibilidad de defenderse o huir, los barcos ingleses atacados sufrieron un terrible castigo, siendo finalmente apresados 4 buques de entre 300 y 500 toneladas, un patache de 60 toneladas y una lancha de 20 remos. Durante aquellos durísimos ataques murieron unos 570 ingleses, y unos 130 fueron hechos prisioneros. Entre estos últimos se contaban tres capitanes, un oficial de ingenieros y varios pilotos. Por su parte, los españoles solo lamentaron dos muertos y 10 heridos.
Todo se iba desarrollándose en forma desastrosa para Drake. Intentó llegar a las islas Azores, pero las tropas ya mermadas fueron repelidas por la escasa defensa del archipiélago. Una tropa inglesa cada vez más cansada y enferma, una tormenta provocó nuevos naufragios y muertes entre ella. Abandonada la idea de invadir las Azores, Drake saqueó una pequeña isla de Puerto Santo en Madeira y, ya en las costas gallegas, desesperado por la falta de víveres y agua potable, llegó hasta el puerto de Vigo para saquearlo. La llegada de tropas de milicia al mando de Luis de Sarmiento obligó, de nuevo, a los ingleses a retirarse, embarcando de nuevo el resto de la tropa, diezmada por numerosas deserciones y muertes por brotes de tifus. Drake, con desespero por las continuas derrotas, dividió la flota, tomando el mando de 20 bajeles para regresar a las Azores a la búsqueda y captura de la flota española de Indias. En cambio, Norryes, con el duque de Essex, tomó la senda del regreso a Inglaterra.
Sin embargo, el destino de Drake ya estaba marcado. Otro temporal le impidió llegar a las islas obligándole a retroceder, darse por vencido y ordenar el regreso a Inglaterra.
La indisciplina dominó hasta el final en la flota inglesa. Al arribar Drake a Plymouth el 10 de julio con las manos vacías, habiendo perdido a más de la mitad de sus hombres y numerosas embarcaciones, y habiendo fracasado absolutamente en todos los objetivos de la expedición, la soldadesca se amotinó porque no aceptaban los miseros cinco chelines que se les ofreció como paga. Y tan mal cariz tomó la protesta que para reprimirla las autoridades inglesas ahorcaron a siete amotinados.
La expedición de la Contra Armada está considerada como uno de los mayores desastres militares de la historia de la Gran Bretaña, quizá solo superado, siglo y medio después y durante la Guerra del Asiento, por la derrota sufrida en el sitio de Cartagena de Indias de nuevo a manos de tropas españolas. Según el historiador británico M. S. Hume, de los más de 18 000 hombres que formaron aquella flota de invasión descontados los numerosos desertores, solo 5000 regresaron vivos a Inglaterra. Es decir, más del 70 por 100 de los expedicionarios fallecieron en la operación. A las pérdidas humanas hay que añadir la destrucción o captura por los españoles de al menos doce navíos, y otros tantos hundidos por temporales. Además de esto, los ingleses perdieron también al menos 18 barcazas y varias lanchas. El tesoro real isabelino fue sangrantemente agotado, con unas pérdidas superiores a las 160.000 libras, para lograr un botín que no alcanzaba los 29.000 libras. Es decir, el negocio para la reina virgen, Isabel, no había podido ser más ruinoso.
Francisco Gilet
Bibliografía.
Gorrochategui Santos, Luis (2011). Contra Armada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra.
Martínez Ruiz, Enrique (2008). Los soldados del rey. los ejércitos de la monarquía hispánica (1480–1700).
Rodríguez González, Agustín Ramón (2006). Victorias por mar de los españoles.