Si bien es cierto que gran parte de la población de América vivía en la Edad de Piedra, no es menos cierto que también existían civilizaciones que conocían un interesante desarrollo cultural y científico. Tal es el caso del Tahuantinsuyo y de Tenochtitlan.
El desarrollo de la conquista significó la pérdida de gran parte de la documentación existente, que se encontraba registrada en “quipus”, en el imperio Inca, o en pictogramas en el imperio azteca. Ambos sistemas de escritura, de los que hoy tenemos muestra, eran también elementos de control social al que tenía acceso exclusivamente una élite que en devenir de la conquista desapareció, siendo hoy intraducibles ambos sistemas.
Ante la carencia de conocimientos ciertos de noticias anteriores a la conquista, algunos intelectuales dedicaron sus esfuerzos a recuperar esa memoria mediante la conversación con los más viejos, y el registro de sus conocimientos.
De esa labor se realizaron diversos trabajos, como el Códice Borbónico, el Códice Durán, el Códice Mendocino, el Códice Telleriano-Remensis, el Códice Ríos o el Códice Aubin, pero sobre todos ellos destaca la Historia general de la cosas de Nueva España, realizado entre 1575-1577 en la ciudad de Tlatelolco por Bernardino de Sahagún y un grupo de coautores nahuas. Redactado en náhuatl y español. Sus 2.446 páginas originales están divididas en doce volúmenes, y en ellas se incluyen 1850 imágenes y 623 viñetas decorativas, siendo su función resguardar la historia, las costumbres, los conocimientos, las tradiciones y la cosmovisión de las gentes de Mesoamérica antes de la Conquista, con datos obtenidos directamente de los indígenas.
Estos le hablaban de sus costumbres, tradiciones y conocimientos, y todo quedaba registrado en su propia lengua, en lo que conformó la que podemos considerar como la primera obra de etnografía, realizada en colaboración con “tlacuilos”, dibujantes que detallan de forma comprensible para los naturales las circunstancias que les resultaban más cercanas.
La obra recrea valores históricos, arqueológicos, lingüísticos, zoológicos… pero su principal importancia radica en los datos etnológicos, lo que la convierte en la primera investigación etnológica realizada a partir de fuentes documentales indígenas perdidas y de testimonios de los nativos que habían vivido en primera persona los momentos previos a la Conquista. Realizada con la participación directa de naturales que habían sido educados en una cultura trilingüe: náhuatl, latín y español. De entre ellos, Sahagún nombra a Antonio Valeriano, Alonso Vegerano, Martín Jacobita y Pedro de San Buenaventura.
Con la composición de esta obra se restituyó parte de lo que en los primeros momentos de la conquista fue destruido: códices que recogían parte de la historia de los mexicas. Fray Benardino de Sahagún rescató gran parte de la información con el fin de conocer la religión antigua, de registrar los logros culturales de los nahuas y de elaborar un vocabulario que permitiese la creación de un diccionario náhuatl-español. Y la obra fue realizada donde más pérdida se había sufrido: Tlatelolco, Tepepulco y México.
Al respecto dice el mismo fray Bernardino:
«Estas gentes no tenían letras ni caracteres algunos, ni sabían leer, ni escribir; comunicábanse por imágenes y pinturas, y todas antiguallas suyas y libros que tenían de ellas, estaban pintados con figuras e imágenes, de tal manera que sabían y tenían memoria de todas las cosas que sus antecesores habían hecho y dejado en sus anales, por más de mil años atrás antes que vinieran los españoles a esta tierra».
La obra está dividida en libros que tratan de los diversos asuntos:
Libro I. De los dioses que adoraban los naturales de Nueva España.
Libro II. Del calendario, fiestas y ceremonias, sacrificio y solemnidades.
Libro III. Del principio que tuvieron los dioses
Libro IV. De la astrología judicataria o arte de adivinar para saber qué días eran afortunados y cuales no.
Libro V. De los pronósticos para adivinar el futuro.
Libro VI. De la retórica y filosofía moral y teología de la gente mexicana y cosas curiosas tocantes al uso de la lengua y virtudes morales.
Libro VII. De la Astrología y filosofía natural.
Libro VIII. De los reyes y señores y formas de gobernar. Expone la historia de diferentes ciudades así como los modos de gobierno, formas de vida, indumentaria, gastronomía.
Libro IX. De los mercaderes. Expone el sistema mercantil nahua, los “pochteca” o mercaderes y de los artesanos, y de sus principales mercaderías: ámbar, jade, plumas de quetzal, etc.
Libro X. De los vicios y virtudes de la gente, de las enfermedades y partes del cuerpo, con exposición de los oficios, de la educación, de la medicina tradicional… así como una descripción de los pueblos indígenas: toltecas, chichimecas, nahuas, otomías, matlazincas, tolucas, mazahuaques, totonaques, cuextecas, toueyones, olmecas, mixtecas, y otros.
Libro XI. De la naturaleza. Detalla las propiedades de los animales, aves, peces, árboles, hierbas, flores, metales y piedras, haciendo especial hincapié en las plantas medicinales, de las que aporta ilustraciones y usos médicos. Asimismo hace mención del zoológico que Moctezuma tenía en la ciudad de México.
Libro XII. De la conquista de la ciudad de México, que constituye un contrapunto perfecto para conocer la historia desde la visión de los vencidos.
Una magna obra que deja de manifiesto la importancia que la cultura tenía en la América pre hispánica… y la importancia que la misma tenía para España.
Cesáreo Jarabo