La Monarquía Hispánica, clave en la evangelización del Nuevo Mundo

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Reyes Católicos

Ha perdurado la idea maniquea de que, en la civilización del Nuevo Mundo por parte de España, la evangelización correspondió exclusivamente a los religiosos, mientras que los laicos se ocuparon tan sólo de la conquista, siendo unos los buenos y los otros los malos. Se trata, sin duda, de una visión simplista e injusta, que parte del secularismo que a partir del siglo XVI se fue extendiendo fuera de nuestro país, y que aísla lo político de lo sobre natural.

A los ojos de alguien del siglo XXI puede parecer difícil de entender que la Monarquía Hispánica estuviera sinceramente comprometida con la misión que le encomendó el Papa a los Reyes Católicos. Con su Bula, les otorgaba derecho a las tierras por descubrir, siempre que el fin fuera el de ganar nuevas almas a la fe católica.

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Virrey Francisco de Toledo

Y así lo entendieron Isabel y Fernando, con las disposiciones que tomaron desde el primer momento, en favor y protección de los nativos, y su conversión – de grado, que no de fuerza-, al cristianismo. Naturalmente, esta tarea se les encomendó a las distintas órdenes religiosas, pero el poder político no fue ajeno, al contrario, fue el impulsor determinante, también en lo económico, en tan ingente misión, que de otro modo no hubiera sido posible. Y en esta misión, no sólo se comprometieron los mismos reyes, si no también sus representantes en aquel Nuevo Mundo, virreyes y gobernadores, muchos de ellos de excelsas virtudes cristianas, destacando figuras como las del virrey Francisco de Toledo, o los gobernadores Juan Ramírez de Velazco (o Velasco) y Hernando Arias Saavedra (Hernandarias).

Y es que en una concepción cristiana como la que impregnaba a la España de entonces hay una estrecha relación entre la Gracia y la Naturaleza, es decir, el poder eclesiástico y el político.

Patronato Regio

La Corona de Castilla fue, por tanto, en virtud de la concesión de la Santa Sede, el principal agente evangelizador de aquellas tierras. Además, y en virtud de esa Bula, a partir de entonces España tuvo el privilegio del Patronato Regio, por el cual, los reyes podían proponer candidatos a las sedes episcopales; así como acometer las reformas eclesiásticas que consideraran como más convenientes. En definitiva, nuestro país asumió como propia y con plena conciencia la tarea del gobierno espiritual de América y del resto de dominios de la Monarquía Hispánica en Asia, implementando para ello todos los recursos necesarios, que no fueron pocos.

Para comprender todo este proceso evangelizador, hay que remitirse a su principal documento, el Derecho Indiano. Así, en la Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias (1680), ya en el mismo título de su primer libro se habla   De la Santa Fé Católica. Además, en ese mismo Libro, en el “Título 22. De las Universidades, y Estudios Generales, y particulares”, y en su Ley XIII, dice así: “Conforme a lo dispuesto por el Santo Concilio de Trento y Bula de la Santidad de Pío Quarto de felice recordación, los que en las Universidades de nuestras Indias recivieren grados de Licenciados, Doctores y Maestros en todas las facultades, sean obligados a hazer la profession de nuestra Santa Fé Católica, que predica y enseña la Santa Madre Iglesia de Roma: y asimismo nos han de jurar obediencia y lealtad, y a nuestros Virreyes y Audiencias Reales en nuestro nombre, y a los Rectores de la tal Universidad conforme a los Estatutos de ella”.

También es interesante la gran devoción que se muestra a la Virgen María, tan propia de nuestra nación, como queda recogido en la Ley XXXIII: “Encargamos y mandamos, que quando los Catedráticos llegaren á tratar, ó leer materias en que suele leerse la question de la limpieza de la Serenísima Virgen María nuestra Señora en su Concepción, no la passen en silencio, y expressamente lean y prueben como fue concebida sin pecado original en el primer instante de su ser natural, pena de perder la Cátedra, y los cursos, que tuvieren los Estudiantes, que no denunciaren ante el Rector, el qual, hecha información del caso, dé cuenta la Claustro, y ponga edictos de oposición a la Cátedra, y el que la perdiere por esta causa no pueda ser admitido a la oposición”.

En definitiva, la Monarquía Hispánica emprendió la civilización de sus nuevos reinos de Ultramar, con un fin claramente evangelizador, lo que la distingue de cualquier otra potencia, desde luego el resto de naciones europeas, que ellas sí, se dedicaron lisa y llanamente a la explotación de sus colonias.

 Jesús Caraballo

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