
El año 917 fue un tanto contradictorio para el Abdarrahmán III, con resultados de distinto signo. Sufrió la derrota de San Esteban de Gormaz, pero consiguió someter a las “coras” de Tudmir y Valencia, además de conquistar la ciudad de Niebla.
Aun así, los hechos de mayor relevancia serán los de superar la lucha contra los hijos de Umar ben Hafsún (Chafar y Sulayman) y la rendición de Bobastro. Una vez rotas las treguas, el emir realiza, en 919, una campaña para tomar las plazas de Belda y Dos Amantes. Los mercenarios de Abdarramán III arrasan los sembrados, talan los árboles, arrancan las viñas, incendian arrabales e iglesias y matan sin escrúpulos.

Después ocupa los castillos de Santa Eulalia, Santa María, Álora y otros sitios cercanos a Bobastro, de esta manera el hachib Badr deja totalmente cercado a Bobastro. Desde dentro de la ciudad, Chafar ofrece sumisión y una tregua, que el emir les concede. El hermano de Chafar, Abddarrahmán ben Umar ben Hafsún, que está enemistado con él, pacta con Abddarrahmán III la entrega del castillo de Turrush y recibe un trato de favor por parte del emir.

Pero los cambios aparecen de forma inesperada, Chafar es víctima de una conjura y muere asesinado en Bobastro en 920. Por este motivo, Sulayman abandona el ejército omeya, con el que había estado combatiendo, y asume el control de la plaza. Aunque parezca extraño, Abdarramán III le concede el control de la plaza, pero Sulayman rompe la tregua. Mientras tanto el soberano destruye el castillo de Turrush, en 922 destruye la fortaleza de Monterrubio y logra la rendición de las “coras” de Elvira y Jaén. En 923, ataca Bobastro y arrasa los lugares próximos a los castillos de Ardales, Comares, Olías y Santopilar.

Dos años más tarde, en 925, sigue sometiendo baluartes de las “coras” de Jaén y Elvira. En 926 vuelve a atacar Bobastro, ahora con un asedio más intenso. Sulayman es apresado, asesinado y mutilado. Su lugar en Bobastro lo ocupa Hafs ben Umar ben Hafsún. Abddarrahmán III obtiene su principal éxito en 927, ordena construir el baluarte-campamento de Talchayra para estrechar el cerco sobre Bobastro. El emir se retira a Córdoba, dejando la plaza sitiada, que es tomada por su ejército tras la rendición de Hafs, el 19 de enero de 928. Hafs es llevado a Córdoba junto a su familia, parientes e hijos. El soberano, lo perdona “haciéndole grandes concesiones y dándole la más alta posición entre sus mercenarios y tropa”.
Según los poetas de la corte de Abdarramán III, la toma de Bobastro constituyó “la mayor de las alegrías” para el soberano. Una vez dentro “recorrió la ciudad y se percató de su inexpugnabilidad, con lo que certificó que no tenía igual en todo al-Andalus, por lo que dio muchas gracias a Dios por haberle permitido tomarla, guardó ayuno durante su estancia y examinó la obras que los tiranos habían dejado para borrarlas y no dejar huellas de ellas”.

Destruyó las murallas, mezquita, palacios, casas, almacenes y todos los edificios. Ni siquiera respetó la tumba de Umar ben Hafsún, ordenó que la sacaran y llevaran a la puerta as-Sudda de Córdoba, para ser izados de un alto madero, con la intención que el pueblo reflexionase, y viese lo que les sucede a los apóstatas del islam y para demostrar que Umar era malevolente por haberse hecho cristiano. Allí quedó expuesto el cuerpo de Umar entre los de sus dos hijos que habían sido crucificados anteriormente. Los maderos quedaron allí hasta el año 931, en que se los llevó una crecida del río.
Esta fue la forma que Abdarramán III tenía de dar ejemplo a los habitantes que quería someter, mediante amenazas y promesas, con la idea de acabar con las rebeldías.

José Carlos Sacristán