Hay muy pocas ciudades en Europa que cuenten con dos catedrales en su haber. Apenas encontramos este singular hecho en un par de ciudades de Italia, Polonia, en cinco capitales de provincia en España y una villa. Estas ciudades españolas son Salamanca, Vitoria, Lérida, Cádiz, la villa de Plasencia y Zaragoza.
Me gustaría centrarme en Zaragoza y concretamente en su catedral más antigua, quizá menos famosa (aflora inevitablemente el recuerdo de la catedral-basílica de Nuestra Señora del Pilar cuando nos acordamos de Zaragoza) pero no por ello menos importante por su alto valor artístico e histórico.
Me refiero a la catedral de San Salvador o “La Seo” como se conocer popularmente esta magnífica edificación que tiene dos mil años de historia y que ha sido testigo y actor principal de la historia Zaragozana desde la baja Edad Media hasta nuestros días.
La historia del edificio tal y como lo conocemos arranca en 1118 cuando Alfonso I el Batallador conquista Zaragoza con la ayuda de cruzados franceses como Gastón de Bearn, un distinguido guerrero destacado en la conquista de Nicea (1097) y en el asedio a Jerusalén (1099) durante la primera cruzada y de algunas órdenes militares, lo que supone el fin de la taifa de Saraqusta musulmana y el inicio del reino cristiano de Zaragoza.
Tras la conquista y la instauración del culto cristiano en el reino, se concedió a la población islámica un año de plazo para abandonar la ciudad y ubicarse extramuros o bien convertirse al cristianismo.
Para conmemorar la gran victoria sobre la tan añorada ciudad por la cristiandad,la mezquita que existía en el mismo lugar, la llamada Mezquita Aljama, construida en la segunda década del siglo VIII (algunos historiadores mantienen que la mezquita mayor de Saraqusta sería una de las edificaciones más antiguas de al-Andalus), fue transformada en catedral bajo la advocación de San Salvador el 4 de Octubre de 1121. El prelado Pedro de Librana fue el primer titular de la catedral.
Durante esta primera fase de utilización provisional se tuvo que modificar la «orientación» del templo cristiano cuyo eje se estableció de noreste a suroeste, apuntando sus cabeceras al Ebro a fin de respetar la orientación del mirhab islámico. Este hecho singular ocurre en muy pocos templos románicos y suele deberse a motivos orográficos, como ocurre en San Juan de la Peña. En la Seo, es fruto de la coexistencia de las dos culturas que se encuentran y confluyen en un mismo edificio.
Pese a que las obras en la mezquita antes de la consagración fueron las mínimas requeridas para el nuevo culto Cristiano, se inicia con ello un proceso continuado en el tiempo de reconstrucción y ampliación del edificio que culminará en el siglo XVIII. Fruto de este proceso expansivo en la fábrica del edificio se irán imprimiendo sendos estilos artísticos en su arquitectura de modo que la catedral representa hoy una memoria viva de la historia del arte del hombre occidental, encontrando elementos románicos, góticos, mudéjares, barrocos y neoclásicos.
En 1170 se produce el traslado de la famosa reliquia, el cráneo de San Valero desde Roda de Isábena a la catedral de La Seo, hecho que impulsó una gran remodelación del templo románico. Se demolieron por completo los restos de la mezquita para edificar la cabecera de cinco ábsides así como la portada a los pies del templo, flanqueada por dos torres de sección cuadrada.
Se empleó la piedra como material principal en la remodelación, elemento característico del románico, aunque fue difícil y por tanto caro de conseguir pues era una materia prima escasa en las cercanías del río Ebro.
Estas obras fueron dirigidas a lo largo de varios años por los obispos Ramón de Castellazuelo, Vicente Sola y Rodrigo de Ahonés, hasta su culminación a mediados del siglo XIII.
Los restos románicos de la catedral que podemos contemplar en la actualidad corresponden a esta fase de la construcción.
Son sin duda son muchos los elementos decorativos que embellecen capiteles, ábside y arcos de medio punto del templo entre los que encontramos elaborados bajorrelieves con motivos vegetales y episodios bíblicos, como el que nos narra la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro que decora la segunda fila del ábside o la escena que representa al rey David con los ancianos músicos del apocalipsis o el mito de la Creación.
No podemos pasar por alto el hecho de que los reyes de Aragón se coronaban en la catedral de la Seo desde 1204 y hasta el siglo XVI tras velar sus armas toda la noche en el palacio de la Aljafería y acudir en solemne procesión desde el palacio hasta La Seo. Además, era el lugar elegido para celebrar sus bautizos, bodas y funerales de la familia real Aragonesa. Podemos afirmar por tanto, que la catedral estaba en el centro de la vida pública y social de la época, lo que justifica sobradamente el interés artístico y decorativo que despertaba en Reyes y obispos el embellecimiento del importante edificio.
Conforme avanza el pensamiento medieval con el paso de los siglos, nuevas corrientes de pensamiento influyen sobre la acción del hombre. Las catedrales cobran una importancia todavía mayor y las inquietudes espirituales se funden con las arquitectónicas. Los templos deben ser espacios que liberen casi literalmente a los fieles de las oscuras tinieblas y les inviten a la luz. Además, debían representar la grandeza de Dios frente a la insignificancia del hombre. De ahí la importancia de la luz y los grandes espacios.
En el siglo XIV este nuevo pensamiento cristaliza en un impulso acelerado para llevar la catedral al nuevo estilo gótico que se traduce en un nuevo ciclo de obras de remodelación de la catedral. Estas permitieron conservar los mismos ábsides, pero se añadió una nave central y dos laterales de menor altura, junto a tres naves paralelas. El primer cimborrio comenzó a ser erigido en 1346 por Domingo Serrano y Juan de Barbastro.
Durante todo el siglo XIV, se comienzan a utilizar otros materiales más accesibles en Aragón, como yeso y ladrillo, que a la vez eran los más utilizados en la arquitectura gótica.
Cabe destacar que bajo el episcopado de don Pedro López de Luna (1314-1345) el papa Juan XXII creó el arzobispado de Zaragoza, deslindando el obispado de la sede de Tarragona, de modo que La Seo pasó a ser catedral metropolitana.
A finales del siglo XIV la catedral se convierte en un templo de mayores proporciones y más luminosa, de acuerdo a los cánones de belleza de la época.
Asímismo, El mudéjar aragonés alcanza su máximo exponente en la decoración de la catedral de la seo durante este periodo de tiempo.
La munificencia del arzobispo don Lope Fernández de Luna permitió que se construyera la fachada mudéjar que se conoce como la Parroquieta.
La parte superior del ábside central se erigió a principios del siglo XV, gracias al inestimable apoyo brindado por el Papa Luna. En agradecimiento, se colocó su escudo entre las tracerías flamígeras de las ventanas.
Con la llegada del Renacimiento, la catedral de San Salvador vive su periodo de mayor esplendor, bajo el arzobispado de varios hijos naturales de la casa real de Aragón. Juan (1458-1475), Alonso (1478-1520) y Hernando de Aragón (1539-1575) fueron los que le otorgaron el aspecto definitivo a la catedral y la transformaron en un espacioso y delgado templo de planta salón (Hallenkirche), en la misma línea de la catedral de Barbastro y de la lonja de Zaragoza. Las cinco naves de igual altura se cubrieron con bóvedas de crucerías, que descansan sobre delgadísimos pilares fasciculados, coronados con capiteles decorados con motivos vegetales y algunas heráldicas. Además, se añadieron dos naves a las tres existentes en la catedral, así como la construcción del tercer cimborrio.
A mayores de las obras de remodelación principales, el templo siguió adornándose, a través de donaciones de personajes ilustres, como la donación de bustos de San Valero, San Vicente y San lorenzo por parte del papa Benedicto XIII o la construcción del retablo mayor obra de Pere Johan o el coro obra de Juan Navarro y los hermanos Gomar.
El 14 de Septiembre de 1485 tuvo lugar uno de los hechos más trágicos acaecidos en el templo: El primer inquisidor general de Aragón, Pedro Arbués (canonizado por el papa Pio IX en 1867) fue asesinado en el interior de la catedral. El crimen tuvo lugar mientras el eclesiástico oraba ataviado con una cota de malla y un casco, según la crónica.
La instauración de la inquisición Española fue vista entre algunos sectores de la sociedad como un ataque a los fueros de Aragón. Otros sectores de la sociedad como los judíos y musulmanes conversos tampoco aceptaron de buen grado la instauración de la institución, sintiéndose amenazados. Algunas familias de judíos conversos estuvieron implicadas en el asesinato (Sánchez, Montesa, Santángel y Paternoy) según las crónicas de Jerónimo Zurita. Ante el asesinato del clérigo, se produjo una reacción popular que tuvo como consecuencia la persecución de judíos y tuvo como resultado nueve ejecutados en persona, dos suicidios y trece quemados en estatua, además de algún otro castigado.
La tumba de Pedro Arbués fue tallada por Gil Morlanes el Viejo y sus restos descansan hoy en la catedral, ya que fueron trasladados a la capilla que lleva su mismo nombre en 1664, con motivo de la beatificación.
Durante el arzobispado ya citado de Hernando de Aragón (1539-1575) , se terminó la ampliación del templo, agregando dos tramos a los pies del edificio, buscando un equilibrio entre longitud y anchura de la planta. El interior se armonizó debido a que todas las naves del edificio se emparejaron en altura, obra encomendada a Juan de Segura pero que emprendió finalmente Charles de Mendibe. Además, se construyeron varias capillas entre las que destacan la de San Bernardo, diseñada como capilla funeraria del arzobispo y de su madre y la de San Benito siendo dos de las más suntuosas.
Gran mecenas y hombre influyente en el reino, el nieto de Fernando el Católico mandó hacer su sepulcro entre 1549 y 1555, ejecutado en alabastro por Juan Vizcaíno y Bernardo Pérez en la capilla de San Bernardo. Es considerada una de las obras de mayor calidad en la escultura renacentista en Aragón
Como ya hemos comentado, aunque básicamente el templo tal y como lo conocemos en la actualidad data del siglo XVI, la portada y la torre barroca fueron edificadas un siglo después. El frontispicio sigue las pautas del barroco clasicista. En este periodo también se remodela el suelo del interior con un fino enlosado de coloridos mármoles que reflejan en planta el desarrollo de las bóvedas.
La magnífica torre barroca de noventa metros de altura fue diseñada por Juan Bautista Contini y en el proyecto colaboraron Pedro Cuyeo, Gaspar Serrano y Jaime Bulsiñac. Esta torre reemplazará al antiguo campanario mudéjar ya que presentaba un pésimo estado de conservación y estaba en riesgo de derrumbe. Las obras de la nueva torre comenzaron en 1686 y Se finalizaron en 1704. En 1786 Joaquín Arali añade esculturas que representan a las Virtudes Cardinales, y al año siguiente se incorpora el reloj.
Durante el arzobispado de Francisco Añoa tiene lugar el levantamiento de la nueva fachada de la catedral. Para el diseño de la misma fue contratado Julián Yarza. El arquitecto fue discípulo de Ventura Rodríguez (constructor de la basílica de Nuestra Señora del Pilar) en cuyo proyecto inconcluso para la puerta de San Bartolomé se basó el diseño neoclásico de la fachada para la Seo.
Las obras tuvieron lugar entre el 1763 y 1767. En la puerta principal figura el escudo de Añoa, así como en la puerta lateral izquierda que da acceso a la Parroquieta.
Construida en piedra, ladrillo y yeso, la pintura blanca actual la ha despojado de los contrastes materiales de la original.
Tras el paso de los siglos, la catedral de la seo ha llegado hasta nuestros días tal y como quedó en el siglo XVIII.
Tras algunas excavaciones arqueológicas que han arrojado luz sobre varios aspectos constructivos de la catedral, lo más destacado de nuestra época fue el importante de robo de documentos de la biblioteca de la Seo, considerada como una de las más importantes de Europa. Se calcula que se perdieron un total de 583 libros, códices, incunables y manuscritos por un valorados en 13.295.000 ptas. Uno de los principales autores del robo fue el italiano Enzo Ferrajoli. Pese a que éste fue llevado a juicio en la década de los 60, apenas se recuperaron unos cuantos incunables.
En la década de los ochenta, se emprendió un proceso de restauración en profundidad del edificio que duró 20 años, periodo en el cual, el templo quedó cerrado al público.
Hoy en día el templo sigue abierto para el culto y el turismo y se puede contemplar toda su grandeza dado su perfecto estado de conservación tras el proceso de restauración.
Además, su museo de tapices ubicado en el interior del templo, exhibe una de las mejores colecciones del mundo de tapices flamencos de los siglos XV, XVI y XVII, tejidos en los famosos talleres europeos de Arrás, Tournai y Bruselas. En él podemos encontrar tapices que pertenecieron a Juan II de Aragón ( como el del Voto de Jefté ) y a Fernando de Antequera, entre otros monarcas, de manera que completan una visita indispensable para los amantes del arte y todos los cristianos.
La Seo de Zaragoza fue incluida dentro de la declaración de Patrimonio mundial que la UNESCO concedió al mudéjar de Aragón en el año 2001.
Jaime Sogas