31 de diciembre 1881
Hace frío en los alrededores la Puerta del Sol, con un aguanieve que cala el empedrado donde se van grabando las huellas de los madrileños que empiezan a arremolinarse en torno a la plaza, cada cual con sus uvas para dar la entrada al nuevo año.
Desde la calle Carretas el chulapo anda cuezo tras darse un homenaje en Casa Zoilo, tras adobarse a una cena de unos conocidos entre sus mostradores de madera labrada, pilas de estaño, griferías, anaqueles con botellas y saturadoras de agua de seltzs. Tal es el moco que lleva que ni siquiera siente el helor de la noche a pesar de lo escaso de la ropa: palpusa, babosa, chupa, alares y unos calcos por donde se le cuela el aire gélido.
Todavía le queda algo de lucidez para saber que queda poco para las doce, así que acelera el paso hasta la plaza, tomando las calles aledañas repletas de casas de postín donde, aventura, a estas horas estará corriendo el champán a espuertas. Hace años que entre la gente de posibles se lleva lo de brindar con bebida francesa para despedir el año, imitando así a los vecinos del norte, mientras la clase más humilde se tiene que contentar con tomarse las uvas a la intemperie a modo de protesta por el bando del alcalde en el que se prohíben los festejos de la Noche de Reyes.
Cuando llega la plaza está a rebosar. La inminencia del nuevo año acalora los ánimos de los presentes, cuando de pronto resuenan los cuartos.
Uno, dos, tres y cuatro
Y empieza otra vez
Que la quinta es la una y la sexta es la dos
Y así el siete es tres
(Un año más, Mecano)
Y así llega el nuevo año para todos los españoles, cumpliéndose una máxima que solo sucede una vez al año:
Entre gritos y pitos, los españolitos
Enormes, bajitos, hacemos por una vez
Algo a la vez.
EL ORIGEN DE LAS DOCE UVAS
Se tiene constancia de que Existe una teoría muy extendida que asegura que el origen de tomar doce uvas en Nochevieja nació de un excedente de la cosecha de vid en Alicante y una inteligente campaña navideña que relacionaba el consumo de 12 uvas de la variedad blanca Aledo con estas fechas y la buena suerte, si bien parece que en el siglo XIX ya existía la costumbre entre los burgueses españoles de comer uvas y brindar con champán para despedir el año, imitando lo que ya realizaba la aristocracia francesa.
Se tiene conocimiento de esta práctica desde el fin de año de 1880, en Madrid, con un origen menos festivo del que conocemos ahora: aquello fue una acción de protesta al bando del alcalde José Abascal y Carredano que imponía una cuota de 1 duro a todos los que quisieran salir a recibir a los Reyes Magos. Esta tradición servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban esos días y a quienes se les hacía creer que había que ir a buscar a los Reyes Magos la madrugada del 5 de enero; además, el festejo se utilizaba para beber de más y montar la remolina. Arrebatada entonces la gente sencilla de su diversión, muchos chulapos decidieron apostarse en la Puerta del Sol para satirizar la costumbre de las familias burguesas de tomar uvas y champán en la cena de Nochevieja y tomarse unas uvas, un producto muy barato, mientras escuchaban las campanadas.
Numerosos periódicos de 1882 recogieron las primeras menciones de esta tradición y en el El Siglo Futuro se publicó un artículo el 2 de enero de 1894 titulado Las uvas bienhechoras, en el que se habla de la costumbre
importada de Francia, pero ha adquirido entre nosotros carta de naturaleza.
El mismo día, en El Correo Militar se también se hizo eco de la nueva costumbre:
La imperecedera costumbre de comer las uvas al oír sonar la primera campanada de las doce, tenía reunidas en fraternal coloquio á infinidad de familias, y todos a coro gritaron: ¡Un año más!
Poco a poco la tradición fue calando. Así, en 1903 las uvas también se comían en Tenerife, según La opinión de Tenerife, y poco a poco se fue ampliando al resto de España, algo que no resultó del gusto de todos: algunos sectores de la prensa se quejaron en 1907 del rápido arraigo de una tradición importada por los aristócratas de Francia o Alemania, olvidándose de su inicial carácter reivindicativo, si bien no sería hasta 1909 (año en el que se produjo el excedente de uva del que hemos hablado) cuando la tradición se extendió de manera masiva en toda España.
DOCE UVAS
Las doce uvas simbolizan los doce meses del año y cada uva comida con cada campanada supondrá buena suerte en el correspondiente mes. Esta fruta se asocia con símbolos positivos, como la hermandad, la unidad, la alegría o, si nos remontamos a los romanos y al dios Baco, con el placer.
LAS UVAS Y LA TELEVISIÓN
La retransmisión de las doce campanadas comenzó en Televisión Española en 1962. Durante muchos años, sobre todo cuando solamente existían las dos cadenas de televisión pública, se televisaban desde la Puerta del Sol de Madrid, salvo las de 1973, retransmitidas desde Barcelona.
En el paso de 1983 a 1984 fue la primera ocasión en que, una hora después de la emisión desde la Puerta del Sol, Televisión Española emitió en directo desde Santa Cruz de Tenerife el inicio del nuevo año en Canarias.
Ricardo Aller Hernández
Muy interesante. No sabía que la costumbre de tomar las uvas fuera importada; solo conocía la campaña de excedente de uva.