Almogávar es una palabra proveniente del árabe, al-mogavar, que significa el que hace algaras o correrías.
Los almogávares eran, en principio, algo así como delincuentes dedicados al saqueo que, al ser su actividad principal el pastoreo, realizaban sus acciones en invierno, cuando las condiciones climáticas endurecían la vida. Pero delincuentes que cometían sus fechorías sobre elementos del enemigo. En esas circunstancias, en plena Reconquista, se convirtieron en un ejército irregular y sin señor que acosaba, mediante ataques sorpresa, al enemigo musulmán, con ánimo de rapiña.
El devenir de la historia modificaría sensiblemente el sentido de su actividad, llevada a cabo en el campo de la infantería ligera, habiendo alcanzado un gran prestigio, a la par que en no pocas ocasiones cierto rechazo a sus métodos.
Su rústica vestimenta los diferenciaba de los ejércitos regulares, y la entrada en combate de quienes por mérito propio son más conocidos, era particular; golpeaban sus espadas con pedernal, haciendo saltar chispas, al tiempo que gritaban: “Aur, aur… Desperta ferro” (”escucha, escucha…Despierta, hierro”). Grito que con el tiempo, cuando legalmente se encontraron al servicio del reino completaron con «San Jorge!» y «¡Aragón! ¡Aragón!».
Acabaron convirtiéndose en fuerzas de choque, de guerrilla, de espionaje… que estuvieron presentes a lo largo de toda la Reconquista, y sirvieron a todos los reinos, si bien, sin lugar a dudas, sus actividades de mayor envergadura tuvieron lugar en el reino de Aragón, y en concreto en la expansión por el Mediterráneo durante los siglos XIII y XIV.
En el Código de las Siete Partidas, en la segunda partida, título 22, Alfonso X señala las cualidades del almogávar, entre las que se encontraban la buena forma y resistencia física, así como la agilidad. También señala sus rangos, y en el título 14, Ley I, señala que “aunque los almogávares entran a hurtar a veces a castillos o villas, sin embargo esto no es propiamente hurto”.
La primera noticia de lo que ya podía entreverse como un cuerpo militar se sitúa en la toma de Tauste, en 1105, y la referencia más antigua registrada se encuentra en la crónica de San Juan de la Peña, participando junto a Alfonso I el Batallador en el asedio de Zaragoza de 1118.
Y las últimas noticias los sitúan peleando en la frontera de Granada desde la segunda mitad del siglo XV hasta la toma. Como en el caso de los almogávares del norte, se trataba de vecinos de la zona conocedores del terreno.
A la par que Aragón perdía frontera con los musulmanes la abría en el Mediterráneo, por lo que al estallar en Palermo una revuelta contra los franceses el 30 de marzo de 1282, fueron encaminados a socorrer al pueblo siciliano.
Roger de Lauria vence en el mar a los franceses y que expedito el camino para que las tropas aragonesas, con los almogávares a la cabeza, lleven a cabo acciones que posibiliten el alzamiento generalizado contra Carlos de Anjou.
Capitaneados por Guillem Galceran de Cartellà vencen en las batallas de Catona, Solano y Seminara, y toman Catanzaro, en territorio peninsular.
Se suceden años de lucha y en 1302 se firma la Paz de Caltabellota por la que Sicilia quedaba dentro del entorno de la Corona de Aragón… Y a partir de este momento la presencia de los almogávares se convertía en un problema. Es entonces cuando el emperador de Constantinopla, Andrónico II Paleólogo, hace una llamada que resultará la chispa de la gloria de esta unidad militar.
Un año antes los turcos habían infligido una gran derrota en Anatolia, de cuyo resultado Miguel Paleólogo, hijo del emperador y general del ejército imperial, se mostraba incapaz de rehacerse y temeroso de perder en poco tiempo las fortalezas del Asia Menor. Previendo inminentes acciones turcas, veía en los almogávares la tabla de salvación.
La llamada de Andrónico II fue atendida por Roger de Flor con condiciones: Tendría que ser nombrado megaduque del Imperio y admitido en la familia imperial mediante su matrimonio con una princesa imperial, María. Todo fue aceptado con una nueva condición: la compañía tenía que estar conformada exclusivamente por aragoneses, cosa que se cumplió… al principio.
A los días de llegar, Roger de Flor enarboló el senyal d’Aragó, y al grito de “¡Desperta ferro, Aragó, Aragó!” atacó por sorpresa un campamento turco sin avisar a las tropas bizantinas, lo que acarrearía los problemas que más adelante le costarían la vida.
Luego, la actuación con la población no fue ejemplar en Anatolia. Hubo capitanes de la compañía que, como Ferrán d’Arenós, protestaron ante Roger de Flor y abandonaron la expedición.
Al año siguiente, 1304, la compañía contaban unos 6.000 aragoneses y catalanes, 1.000 alanos que habían decidido quedarse en busca de fortuna y otros 1.000 soldados bizantinos. Había roto el compromiso de no introducir tropas no aragonesas, y el trato dado a la población rozaba el exceso, en parte motivado por la demora en el pago de las soldadas.
Entonces llegó Berenguer de Entença con tropas de refuerzo y con el propósito de apropiarse del trono imperial de Constantinopla, ante cuyo hecho, el emperador Andrónico nombró a Roger de Flor César del Imperio.
Pero Miguel Paleólogo, declarado enemigo de Roger, planeó su asesinato, para lo que ofreció un banquete a éste y sus capitanes en Adrianáoplis.
Contra todo pronóstico, Roger de Flor admitió la invitación, y el 4 de abril de 1305 acudió a su patíbulo con los suyos. Todos fueron asesinados.
Luego quisieron seguir la misma actuación con sus tropas, que se encontraban en Galípoli. Pero ahí comenzaron a saborear la venganza aragonesa.
Las fuerzas imperiales fueron vencidas, y la compañía se dedicó a arrasar durante dos años la región de Tracia, Llegando incluso a Constantinopla.
Pero la muerte del jefe trajo también las luchas internas. Berenguer de Entença y Bernat de Rocafort protagonizaron un enfrentamiento que acabó con la muerte de Entença.
El duque de Atenas, Gualterio V de Brienne, los contrató para luchar contra los griegos, pero al negarles la paga volvieron sus armas contra él y lo derrotaron en 1311 en la batalla de Cefiso, tomando posesión del ducado de Atenas en nombre del rey de Aragón.
Ocuparon Tebas y Atenas, y en 1318 acabaron conformando dos estados, los ducados de Atenas y Neopatria (actual Ypati), que en 1379 fueron integrados en los dominios de la Corona de Aragón en tiempos de Pedro IV, que los mantuvo casi hasta final del siglo. En 1388 se perdió Atenas y en 1390, Neopatria, curiosamente, frente a otra compañía de mercenarios, esta vez navarros, al servicio de la República de Florencia.
En 1331, un fuerte ejército armado en Francia con el beneplácito del Papa intenta recuperar Atenas, pero es derrotado. El dominio de los reyes de Aragón sobre estos ducados se mantuvo hasta 1391.
Cesáreo Jarabo