Existe la idea muy extendida, aun entre personas de una cierta cultura, incluso universitarios, de que los mozárabes solo se dieron en la actual Andalucía, lo mismo que consideran que Al Ándalus se extendía solamente por esta región andaluza que se denominó Bética durante la dominación romana y visigoda.
Los islamitas, a partir del 711 se extendieron por toda la Península ibérica a la que, en toda su extensión, denominaron Al Ándalus.
Para ellos era Al Ándalus, lo mismo la provincia Bética que la Tarraconense o la Galaica, es decir, le dieron este nombre a todo lo que conocemos hoy como España.
Dentro del terreno de la hipótesis podemos considerar que los islamitas denominaron así a toda la Península ibérica, porque los vándalos se aposentaron en la región hispana de Gallaecia que abarcaba el norte de Portugal y la actual región hispana de Galicia, y, posteriormente, tras ser derrotados por los suevos y romanos, Gunderico, rey de los asdingos, marchó con los suyos hacia la Bética, en la que reinó sobre las dos ramas: asdingos y silingos, además de sobre los alanos.
En mayo del 492, 80.000 vándalos atravesaron las Columnas de Hércules conocidas hoy como el estrecho de Gibraltar y crearon un reino en el norte de África, por ello consideramos `posible que, al ser Hispania la tierra de la que procedían los vándalos, los musulmanes le diesen el nombre de Al Ándalus, es decir, la tierra de los vándalos.
Los musulmanes y los cristianos
Los mahometanos conminaban a los cristianos a obedecer al islam, que, según los eruditos islámicos, es “La sumisión a Dios, el Altísimo a través del monoteísmo, la obediencia y el abandono de la idolatría”.
Cuando hablemos de quienes vivieron en Al Ándalus durante la dominación islámica, deberemos de tener los conceptos bien claros al referirnos a ellos, para evitar confusiones que solo demuestran desconocimiento o falta de investigación que se traduce en una carencia de cultura histórica.
La palabra mozárabe designa a todos los cristianos que, tras la invasión musulmana de nuestra Península, continuaron viviendo en los lugares en los que se encontraban antes de la llegada de los muslimes, es decir, fueron las personas de la población hispana que, consentida por el derecho islámico como tributaria y sometida a sus dictámenes, vivió en la España musulmana hasta fines del siglo XI conservando su religión cristiana e incluso su organización eclesiástica y judicial.
Los Mozárabes
Los musulmanes sentían un gran respeto por las religiones a las que ellos llamaban “ del Libro”, con ellas denominaban a la judía y a la cristiana, ya que consideraban que el Corán era equiparable a la Biblia y al Nuevo Testamento, puesto que cada uno de sus creyentes participaban de la revelación divina que se contiene en cada una de estas obra
Por eso, desde que entraron en la Península hispana, les permitieron la conservación de sus bienes, así como sus derechos privados, y la garantía de su protección y libertad para practicar su religión.
El beneficio que obtenían los no musulmanes no era un gratis datum, sino que tenían que pagar un impuesto, mejor dicho dos.
El primero, conocido como yizya, era un tributo de capitación que debería de satisfacer todo varón cuya edad estuviese entre 20 y 50 años, y que indicaba la sujeción o humillación al Estado islámico y a sus leyes, recibiendo a cambio la posibilidad de practicar su religión sin ser molestados.
El segundo era el conocido como ḫarāğ, que, a grandes rasgos y sin entrar en muchos pormenores, lo podemos considerar como un impuesto territorial que se pagaba por tener residencia en la tierra que pertenecía a los musulmanes.
Eso era lo que se contemplaba en los tratados; en la práctica eran perseguidos, humillados y despreciados por los agarenos hasta tal punto que les estaba vedado hacer proselitismo, predicar públicamente su religión, tenían que ceder el paso a todo musulmán, no caminar por el lado derecho de la calle, no montar a caballo, solo en mulas o en asnos, no realizar procesiones y, caso que lo hiciesen, eran perseguidos por el populacho que les lanzaba toda clase de suciedades e inmundicias.
A los cristianos los llamaban dhimmíes y la tolerancia con la que eran tratados se extendía también a quienes estaban enfermos, fuesen mayores, o monjes.
Esta condescendencia que solo se plasmaba en los tratados, no era respetada por los mahometanos que sometían a los cristianos a toda clase de vejaciones, y eran considerados como una clase social inferior.
Los islamitas, desde el primer momento de la invasión juzgaron a los cristianos como seres inferiores, de la misma manera que lo eran para ellos sus propias mujeres.
El matrimonio entre musulmanes y cristianas y viceversa estaba totalmente prohibido. San Eulogio menciona la exclusión del matrimonio entre un cristiano y una musulmana, cuyo incumplimiento, amén de la apostasía de la madre, obligaba a educar a los hijos de padre musulmán y madre cristiana en la religión del padre.
Esa sumisión con la que tratan a los no mahometanos es la que aplican a sus mismas mujeres como veremos a continuación.
La Desigualdad e inferioridad de la condición femenina en el Islam.
El Corán y la ley muslímica establecen desigualdad entre los sexos y la inferioridad de la mujer en el plano natural, sexual, social, económico, jurídico, teológico, etc., instaura y consagra la supremacía masculina y la inferioridad femenina, es decir, la discriminación negativa de las mujeres. Se concibe como desigualdad ontológica y legal, con un fundamento últimamente teológico. De alguna manera, a las mujeres se les aplica un esquema de la dominación análogo al establecido sobre los no musulmanes, son como tierra de la que toma posesión el macho. La relación sexual se presenta siempre unilateralmente, desde el lado del varón.
Las suras del Corán presentan una visión de la mujer caracterizada por una marcada tendencia misógina, al tiempo que instauran un sistema de supremacía masculina. Unos ejemplos contenidos en las azuras nos pueden ilustrar:
87/2,228 «Sin embargo, los hombres están un grado por encima de ellas».
92/4,34 «Los hombres se elevan por encima de las mujeres».
Jesús M. Sáez, en su trabajo “La mujer en el Islam”, publicado en octubre de 2010[1]. Nos dice:
“Según algunos versículos, el hombre y la mujer no son iguales. Su desigualdad procede de la disposición creadora de Allah y es esencial: el hombre es superior a la mujer. De ahí deriva la diferencia de derechos y obligaciones para unos y otros. La mujer ha sido creada para el hombre: es uno de los milagros de Allah. El hombre tiene autoridad sobre la mujer, por la preferencia que Allah le ha concedido. Éstas han de obedecer al jefe de la familia, su padre o abuelo paterno, o a su marido, si están casadas. La desigualdad de la mujer se plasma en la parte de la herencia, en el valor de su testimonio en un juicio, en la incapacidad para desempeñar ciertos ministerios, en el valor inferior del precio de sangre por el homicidio de una mujer, etc.”
En el reparto de las herencia paterna, la mujer recibe la mitad que el hombre[, así mismo cuando hay que actuar como testigo en un juicio, para que sea válido el testimonio de la mujer ha de ser refrendado por dos, mientras que si lo presta un varón, vale con el de uno solo
La colaboración de los mozárabes con los musulmanes
Durante el siglo VIII los musulmanes necesitaron la colaboración de los cristianos en las tareas de gobierno, por lo que no dudaron en utilizarlos como administradores y funcionarios, pero a medida que el dominio musulmán se hizo mayor los mozárabes fueron perdiendo influencia. En el siglo IX disminuyó la tolerancia de los dirigentes omeyas, debido a la participación de los mozárabes en los movimientos separatistas de las Marcas fronterizas y en las revueltas sociales. Esto hizo que el número de conversos a la religión árabe aumentara y que los que siguieron fieles al cristianismo se arabizaran para evitar su discriminación. Contra esa dependencia se levantaron, entre los años 851 y 859, los mozárabes más intransigentes, dirigidos por Eulogio de Córdoba.
Los cristianos, llevados por su celo y deseo de dar testimonio de la fe que profesaban, se presentaban ante los cadíes y proferían insultos contra Mahoma, Alá o el Corán, persiguiendo el martirio, pero ese deseo de ser martirizados llegó a tal extremo que el mismo S. Eulogio tuvo que prohibirlo porque consideraba excesivo ese sufrimiento. Este movimiento dañó la convivencia entre cristianos y musulmanes, haciendo que muchos mozárabes emigrasen a los reinos hispano-cristianos de norte y otros se hicieran musulmanes, con lo que a finales del siglo X la comunidad mozárabe era algo marginal en Al-Ándalus. Más adelante, en los periodos de dominación de los almorávides y de los almohades, la situación de los cristianos continuó deteriorándose de manera insospechada.
Como colofón, podemos decir, sin temor a equivocarnos que, de forma general, hubo una convivencia pacífica y tolerancia consentida, pero siempre el cristiano fue considerado, sobre todo por la clase popular musulmana, como un ser inferior y pagase los tributos a los que estaba obligado, como hemos manifestado más arriba.
Manuel Villegas
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Gracias por este articulo tan interesante de nuestra historia!!!! Gracias por la educacion!