El 6 de septiembre de 1522, hace ahora 500 años, después de muchas penalidades, tocaba tierra española de nuevo lo que quedaba de la expedición Magallanes-Elcano. Una hazaña que no sólo tuvo consecuencias políticas y económicas. La primera circunnavegación del planeta tardó tres años y fue una empresa homérica. De 5 naos y unos 270 hombres, sólo retornó una nao medio desmantelada con 17 supervivientes; eso sí, cargada de especias hasta las escotas.
La gesta de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián de Elcano se estudia en todos los libros de historia. Desde España, cruzando el Atlántico por el sur, hasta llegar al Pacífico por el estrecho que lleva el nombre del avezado navegante portugués; siguiendo por Guam, Filipinas, Molucas, Timor, doblando África por el temible cabo de Buena Esperanza, hasta alguna isla del archipiélago Cabo Verde, y vuelta a casa.
Pero aunque fueran las motivaciones políticas y económicas las más importantes, esta empresa también marcó hitos en la historia del cristianismo, que merece la pena recordar. Fue la expedición de Magallanes la que celebró la primera misa católica en dos países, Argentina y Chile. Fue también la primera vez que el cristianismo entraba en contacto con Filipinas y otros territorios de Asia. Y ese contacto tiene un nombre: Pedro de Valderrama. Siguiendo la narración del cronista de la expedición, el marino italiano Pigafetta, a continuación se ofrecen los hechos más destacables.
El 1 de abril de 1520, en lo que hoy es San Julián, improvisado puerto cerca del Río de la Plata, la tripulación de Magallanes celebró la primera misa en suelo argentino. Ese día era la Solemnidad del Domingo de Ramos. La presidió el padre Pedro de Valderrama, capellán de la expedición, el mismo sacerdote que celebraría las primeras misas en tierras chilenas y filipinas. El ecijano fue, por tanto, el primer sacerdote católico en intentar dar la vuelta al mundo; viaje que no llegaría a completar.
De esa etapa del viaje consta también otra curiosidad: se les presentó un día en San Julián un hombretón enorme, a quien catalogaron como de la raza de los patagones. Después de trabar amistad con los marinos y de aprender algunas oraciones, el hombre pidió ser bautizado, y Valderrama le dio el sacramento, dándole el nombre de «Juan Gigante».
El cruce del Estrecho de Magallanes constituyó otro de los momentos espiritualmente relevantes de la expedición. Pensando que iban a naufragar sin remedio, todos quisieron confesarse y comulgar. Sin embargo, la expedición logró salir a aguas del Pacífico y tocar tierra chilena. Y allí, el 11 de noviembre de 1520, fiesta de san Martín de Tours, se celebra la primera misa en esta tierra recién descubierta. Recordando la gesta, dijo el Papa Francisco: «Dios entró en Chile por el sur».
Aún les tocaría vivir otros momentos impactantes. En Filipinas, a primeros de abril de 1521, tras su llegada a la isla de Cebú, en una emocionante ceremonia, se hacen cristianos más de mil filipinos junto con sus soberanos. Para Magallanes y sus compañeros, su viaje también es de naturaleza espiritual, y no solo estratégica.
Parecía un milagro…, pero no era más que el preludio de la tragedia. Tras la muerte de Magallanes en una batalla en Mactán, y después de otros episodios violentos en los que muere también el padre Valderrama, los españoles abandonan rápidamente Filipinas.
La evangelización no proseguirá hasta muchos años después. Pero corresponde a Magallanes y a Elcano haber traído por primera vez el cristianismo a la otra mitad del globo.
El resto de los marinos que también completaron la vuelta al mundo
Otro aspecto poco conocido de la gesta protagonizada por Elcano y Magallanes es la de aquellos marineros, que no constan entre los 17 que arribaron en la nao Victoria a San Lúcar de Barrameda, pero que también completaron esta primera circunnavegación del Planeta.
A los libros de Historia sólo han pasado los de quienes culminaron la proeza que les había costado mil ciento veinticinco días – tres años y un mes redondeando- pasando por las mayores penalidades. Son sus nombres los siguientes: Juan Sebastián Elcano, Francisco Albo, Miguel de Rodas, Juan de Acurio, Hernando de Bustamante, Martín de Yudicibus, Hans de Aquisgrán, Diego Carmena Gallego, Nicolás el Griego, Miguel Sánchez de Rodas, Juan Rodríguez, Antonio Hernández Colmenero, Juan de Arratia, Juan de Santander, Vasco Gómez Gallego “el Portugués”, Juan de Zubileta y Antonio Lombardo Pigafetta, el autor de la que constituye la fuente por antonomasia de la singladura, la denominada “Crónica”.
Junto a ellos, por cierto, llegan otros tres navegantes, los tres, indígenas americanos ― los grandes olvidados de esta historia ―, y si bien serán sufridos y meritorios marineros como los que más, no menos cierto es que ellos no son circunnavegantes, pues han iniciado su aventura en América, no en Europa como los demás.
De entre los 239 que inician el viaje el 10 de agosto de 1510 desde Sevilla, a los que se incorporarán otros cuatro más en Canarias, no son estos dieciocho, sin embargo, los únicos que completarán la vuelta al mundo. Lo harán también otros dieciocho, bien que en distintas circunstancias. Y es que la durísima expedición había ido dejando un goteo de bajas a lo largo de la singladura, muchas de las cuales, aunque con posterioridad y de manera diferente, conseguirán completar también la proeza.
sLos primeros, los que se habían quedado en Cabo Verde. Acontece que, al pasar por la isla atlántica en poder de los portugueses, los navegantes españoles al mando de Juan Sebastián Elcano no pueden aguantar más, necesitan hacer víveres como sea. Así que urden una estratagema: acercarse a alguna isla del archipiélago portugués de Cabo Verde, contando a sus pobladores lusos que se trata de un barco que ha perdido la deriva, y comprar provisiones. Para ello, el prudente Elcano manda a algunos de sus marineros en una barca. Se hace un primer cargamento, pero en el segundo, sin que esté claro cómo, los astutos y desconfiados portugueses se percatan de la engañifla, detienen a los trece marineros llegados en la barca, y acuden a la captura de Elcano, que tiene que salir por vientos.
Lo primero que hará Juan Sebastián al llegar a España es interceder por esos marineros ante el Emperador, el cual consigue que los portugueses les den la libertad y pocos meses después se hallen en España traídos por los propios portugueses, dando así, aunque un poco más tarde, la vuelta al mundo, exactamente igual que sus compañeros llegados con Elcano. Conocemos los nombres de los trece, falta uno por desgracia. Son Roldán de Argote, Gómez Hernández, Pedro de Chindurza, Martín Méndez, Felipe de Rodas, Pedro de Tolosa, Vasquito, Juan Martín, Simón de Burgos, Rixart, Bocacio Alonso, Maestre Pedro, diez españoles, un portugués y un griego.
Queda aún una tercera remesa de circunnavegantes: son los tripulantes de la nao Trinidad, que se habían quedado con su capitán, Gonzalo Gómez de Espinosa, en las Molucas cuando la expedición aún constaba de dos barcos, los cuales llegan hasta las islas con la Victoria de Elcano, pero tienen que quedarse en ellas para reparar la nao. Una vez hecho, intentarán el regreso, pero no hacia occidente como Elcano, sino hacia oriente, a través del Pacífico, retornando a la América por la que habían venido, algo en lo que fracasarán ― cinco expediciones españolas fracasan en el intento de hallar el Tornaviaje Pacífico hasta que en 1565 lo consigue Urdaneta ― , y de vuelta en las Molucas son, como los que se quedan en Cabo Verde, detenidos por los portugueses (¡y luego dicen que la Primera Vuelta al Mundo fue una aventura hispano-portuguesa!).
Curiosamente, en la expedición de Espinosa, como antes en la de Elcano, terminan quedando dieciocho supervivientes que, en 1523, son enviados a Cochín, en la India, donde permanecen un año. Allí, el italiano León Pancaldo y otro compatriota consiguen huir en un barco a Mozambique, donde son de nuevo prendidos pero trasladados a Lisboa, con lo que completan así su personal circunnavegación, convirtiéndose en el decimonoveno y en el vigésimo circunnavegantes. Poco después consiguen su libertad y pasan a España. A Pancaldo atribuyen algunos una nueva crónica de la gesta circunvaladora, el denominado “Itinerario”.
Mientras, Gómez de Espinosa permanecía en prisión en la India, hasta que en 1526, él y otros dos compañeros de viaje son trasladados también a Lisboa, donde permanecerán encarcelados varios meses, completando de esta manera, también ellos, su personal circunnavegación. Uno de ellos, el jerezano Ginés de Mafra, piloto, también realiza, como Pigafetta antes que él, un relato del viaje, el “Libro que trata del descubrimiento y principio del estrecho que se llama de Magallanes”.
Todo lo cual completa treinta y seis circunnavegantes, a saber, los dieciocho de Elcano (los indios no cuentan, porque aunque llegan con Elcano, no completan la circunnavegación), y junto con ellos, otros dieciocho que lo hacen más tarde: los trece de Cabo Verde y los cinco de las Molucas.
A todos estos todavía podemos añadir una nueva remesa de circunnavegantes, la cuarta, aunque provenientes ya de otra aventura diferente. Nos referimos a los supervivientes de la expedición que manda en 1525 García Jofre de Loaysa, llevando como piloto mayor, vale decir, número dos, al mismísimo Juan Sebastián Elcano. Ambos, Loaysa y Elcano, hallarán la muerte en ella.
La expedición no consigue llegar más que a las Molucas, en cuya isla de Tidore se hacen fuertes por mucho tiempo, con no poca heroicidad. Tras una serie de peripecias, volvemos a encontrarnos dieciocho supervivientes, el número mágico de la vuelta al mundo, al mando del capitán Hernando de la Torre, los cuales, al conocer el acuerdo alcanzado por el César Carlos con Juan III en Zaragoza en el año 1529 por el que España vende a Portugal las islas Molucas, tras ocho años de resistencia y de lucha, deciden entregarse a los portugueses, que en 1536 trasladaban a España a los pocos que quedaban vivos.
Entre ellos un personaje a reseñar, Andrés de Urdaneta, que casi treinta años más tarde, después de haberse convertido por derecho propio en uno de los cuarenta y un circunnavegantes de la Tierra por aquél entonces, y de conquistar para la Corona española las Islas Filipinas en la expedición que mandaba su pariente Miguel López de Legazpi, hará el que es entonces el descubrimiento más esperado y más deseado, el que más tiempo había llevado realizar también: el del Tornaviaje Pacífico, que, haciendo viable la navegación desde Asia hasta América gracias a los vientos del Kuro Shivo, cerraba definitivamente la Tierra, y daba inicio a la ruta comercial más importante del mundo durante doscientos cincuenta años, la que realizaba el Galeón de Manila, la Nueva Ruta de la Seda, y con ella la que hoy, con justicia, se llama la Primera Globalización de la Historia.
Jesús Caraballo
Muy buen articulo Jesús. Cada vez se conoce menos la grandeza de la historia de ESPAÑA.
Que yo sepa la «isla de Cabo Verde» no existe. Cabo Verde es un archipiélago compuesto por diez islas mayores y cinco menores, situado frente a las costas de Senegal.
Rectificado. Gracias.
Todo el día hablando de la Reina Isabel II de Inglaterra y sin embargo apenas nos acordamos de los españoles que hicieron grande a España.