Nunca nos habíamos enfrentado a un soldado de infantería como el español. No se derrumba, no desespera, es una roca y resiste pacientemente hasta que puede derrotarte
6 de septiembre del año 1634
Gerardo de Gambacorta se acomoda encima de su caballo y echa un vistazo a su alrededor. Aunque es de noche, la cima de la colina de Albuch le ofrece una magnífica vista tanto de la posición de tropas católicas como del enemigo: a un lado los regimientos de alemanes de Salm y Wurmser y el tercio napolitano de Gaspar de Toralto, además de la artillería de Gamassa, aguardan con tensión el inminente ataque, mientras la caballería que está a su cargo y la de Octavio Piccolomini se encuentran en el otro extremo. Detrás de los regimientos alemanes se sitúa el tercio de Martín Idiaquez, que a pesar de ser infantería española permanece en segunda fila por los ruegos de Wurmser de conservar para su regimiento el privilegio de la vanguardia.
Al mirar al suelo un charco le devuelve el reflejo de una fisonomía austera, ojos negros y severos, cara descarnada, cabellera negra, con copioso y largo mostacho que, por si no fueran bastante sus acciones para confirmarlo, señalan una militar disciplina, la misma que le hace despertar un inusual interés por la táctica del adversario.
Mucho ha oído de las novedosas estrategias del ejército sueco. Según cuentan, el difunto rey Gustavo Adolfo II redujo la profundidad de la formación de diez a seis hileras, incrementó su poder de fuego al añadir cuatro piezas de artillería ligera por cada regimiento y creó una nueva unidad táctica formada por dos regimientos en formación de flecha y un escuadrón en reserva apoyada por nueve o más cañones, a la que dan por nombre brigada, aunque la gran novedad es la doble salva, una táctica por la que los mosqueteros se sitúan en tres hileras, la primera arrodillada, la segunda cuerpo a tierra y la tercera en pie, consiguiendo disparar dos veces más plomo sobre el enemigo que con la formación clásica.
Todos esos alicientes avivan el ánimo de Gambacorta, pero sobre todo lo relacionado con la caballería. Esta suele usarse como una unidad móvil que, armada con pistolas, acosa a los soldados de infantería con sus disparos para retirarse después a lomos de sus monturas, pero las cargas de caballería sueca se hace a la espada, rodilla contra rodilla, una táctica que los hace superiores.
Está en ese pensamiento cuando los tambores redoblan anunciando el ataque de los suecos. Santiguándose, Gambacorta se aferra a la bridas y suspira hondo, la mano apoyada en el pomo de la espada, a lo bravo. Sabe que esta batalla van muchos reinos y provincias, y que el peso de la batalla ha de ser en lo alto de esta colina y de los tercios que están en ella.
Una nueva batalla, barrunta, que será épica.
LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS
En 1618, Fernando II de Habsburgo se convirtió en el nuevo emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, para desagrado de la nobleza protestante de Bohemia. Este conflicto, que en un principio tuvo una naturaleza local, atravesó fronteras debido al interés de católicos y protestantes de buscar aliados en el territorio europeo, lo que dio lugar a la llamada Guerra de los Treinta Años.
El campo de batalla de este conflicto fue muy amplio: la Guerra de Sucesión de Mantua, la Guerra de la Valtelina, la Guerra de los Grisones suizos, la Guerra anglo-española, la Guerra anglo-francesa, la Guerra Ruso-Polaca, Guerra Polaco-Sueca, Guerra Polaco-Otomana, Guerra Franco-Española, Guerra de Torstenson, Guerra de Restauración portuguesa…Y Flandes, por supuesto.
Valiéndose de los lazos dinásticos, Fernando II solicitó la intervención de España, mientras que los protestantes buscaron el apoyo de Dinamarca, Suecia y los Países Bajos, a los que más tarde se unió Francia para tratar de debilitar a los Habsburgo y tratar de erigirse en la potencia hegemónica del continente. Es en este contexto en el que podemos situar una de las grandes batallas, la de Nördlingen, en la que los tercios españoles, enfrentados al ejército sueco de Horn, volvieron a brillar con luz propia.
NÖRDLINGEN
La felicissima y memorable battalla de Nörlinguen en que se señalaron los españoles del tercio de Nàpoles que llevò à su cargo D. Pedro Giron, y los tercios de napolitanos del principe de San Severo, del marques de Terracuso, de D. Gaspar Toraldo y de D. Pedro de Càrdenas, y veiente compañias de caballos que governava Gerardo Gambacorta, y su comisario general D. Alvaro de Quinones, con tanto valor y bizarra que sin duda tuviera la mayor parte en aquella victoria en la cual quedaron muertos etc.; y al valor de tan buenos cabos y soldados atribuyò el señor Infante la Mayor parte de tan buen sucesso. (Libro de los Vireyes, in Docum. Ined. p. la Historia de Hespana, XXIII, 463).
En 1630 los suecos, con el rey Gustavo Adolfo IIa la cabeza, desembarcaron en las costas alemanas. Por esa época la Guerra de los Treinta años llevaba algo más de una década en la que España de Felipe IV ya había participado activamente en sofocar la revuelta de Bohemia (1618-1620), en el levantamiento de los protestantes alemanes liderados por Federico V el Palatino y en la derrota de Cristian de Dinamarca (1625-1629).
Madrid consideró que era obligado decantarse con armas y dinero a favor de la Casa de Austria, no sólo por vinculación dinástica, sino también por motivaciones religiosas y políticas. Una derrota aplastante del Imperio habría dejado a España aislada en Europa. (Fernando Martínez Laínez ,
«Vientos de Gloria» )
Los suecos habían logrado importantes avances en Pomerania y Magdeburgo con la ayuda de su aliada Sajonia-Weimar, derrotando a los católicos en Breitenfeld, Lech y Lützen, por lo que el emperador del Sacro Imperio Germánico necesitaba una vez más la ayuda de España.
Felipe IV armó un ejército en Milán bajo el mando de Diego Mexía Felipe de Guzmán, marqués de Leganés, con la misión de auxiliar a los católicos en Alemania y llevar al cardenal-Infante, Fernando de Austria, hijo de Felipe III, a tomar posesión del cargo de gobernador de los Países Bajos tras el fallecimiento de Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II.
En junio de 1634 las tropas españolas partían desde Milán: 2 Tercios de infantería vieja española, el de Idiáquez y el de Fuenclara, 4 tercios italianos, los napolitanos de Toralto y Cárdenas y los dos de Lombardía de Guasco y Lunato, un regimiento de alemanes y cerca de 2.000 caballos de 23 compañías lombardas, napolitanas y borgoñonas bajo el mando de Gerardo Gambacorta, a lo que se añadieronlas tropas de Gómez Suárez de Figueroa, III duque de Feria, en Alsacia. En total, unos 15.000 infantes y cerca de 4.000 jinetes.
El ejército expedicionario que salió de Milán integraba una formidable fuerza compuesta por unos 14.000 infantes, 3.000 soldados de caballería y 500 arcabuceros montados. (Fernando Martínez Laínez , «Vientos de Gloria» )
Partiendo de Múnich, los españoles se hicieron con el control de varias villas, y tras cruzar el Danubio por Donauwort llegaron el 2 de septiembre a las afueras de la ciudad de Nördlingen, al oeste de Baviera, donde las huestes imperiales del general Matthias Gallas sitiaban la ciudad. Por allí también se hallaban los ejércitos suecos y sajones, comandados por el mariscal de campo Gustaf Karlsson Horn y Bernardo de Sajonia-Weimar, lo que hacía prever una inminente batalla entre las fuerzas católicas (20.000 infantes y más de 12.000 jinetes, con 32 piezas de artillería) y las protestantes (16.500 soldados, casi 10.000 jinetes y más de 70 piezas de artillería).
DIARIO DE UNA BATALLA
5 de septiembre. Tres de la tarde.
La vanguardia sueca se topa con una fuerza de 500 arcabuceros españoles. El combate es duro, con los católicos retrasando el avance de los protestantes durante más de 3 horas. Finalmente, el ejército de Bernardo de Sajonia-Weimar ocupa el Himmelreich y el bosque de Arnsberg, mientras tanto el conde Horn se apresura a tomar las cimas de Heselberg y Albuch.
El enemigo avanzaba dividido en dos alas. La derecha, y más potente, al mando del general sueco Horn, con 9.000 soldados de infantería y 4.000 jinetes. La izquierda, que mandaba Bernardo de Sajonia Weimar, […] incluía 25 escuadrones de caballería y tres regimientos de infantería, con toda la artillería.
En cuanto a su despliegue, los católicos formaron una línea dividida en tres cuerpos. «El principal ocupaba la estratégica posición de Albuch […] flanqueado a derecha e izquierda por 12 escuadrones de caballería. Detrás de algunos regimientos alemanes y algunos tercios italianos […] estaba el viejo tercio español de Martín de Idiáquez. (Fernando Martínez Laínez ,
«Vientos de Gloria» ).
La balanza va inclinándose a favor del enemigo, así que el conde Juan de Cervellón envía 500 mosqueteros a reforzar a sus arcabuceros, recuperando Heselberg y deteniendo el avance de Bernardo de Sajonia.
5 de septiembre. Cuatro de la tarde.
Los regimientos alemanes de Salm y de Wurmser, enviados por el marqués de Leganés, toman la cima de Albuch, donde levantan fortificaciones defensivas en forma de trébol.
5 de septiembre. Diez de la noche.
Gustaf Karlsson Horn envía una fuerza de 3.000 hombres para desalojar a los españoles de la cima Heselberg, iniciándose una refriega que obligó a replegarse hacia Albuch y adentrarse en un bosquecillo que había a su falda. Los suecos cargan de nuevo y el marqués de Leganés envía 400 mosqueteros del Tercio del conde de Fuenclara, bajo el mando del sargento mayor Francisco Escobar, para recuperar el bosquecillo, algo que hicieron a pesar la abrumadora inferioridad numérica.
Finalmente los españoles abandonaron el bosque y alcanzaron la cima, donde les aguardan los regimientos alemanes de Salm y de Wurmser.
Todo está preparado para el combate. El campamento católico se ha dispuesto sobre la pequeña colina de Stoffelberg, desde donde se domina el acceso a la ciudad de Nördlingen. En un frente de unos 2 kilómetros, la disposición de las tropas es la siguiente:
*En el ala derecha, divididos en dos líneas, las fuerzas de infantería imperiales en vanguardia y detrás su caballería, formando en el extremo derecho la caballería ligera croata y en el izquierdo unos 1.000 efectivos del regimiento bávaro de Ruepp, quedando Carlos de Lorena con la caballería de Werth por detrás. Por delante de la infantería, la batería de artillería apuntando hacia el norte.
El centro de la formación la ocupan en vanguardia y de derecha a izquierda los tercios del conde de Fuenclara, con 1.450 bisoños españoles, el de Lunato, con 1.300 hombres, y los del marqués de Torrecuso y Cárdenas, con 950 hombres cada uno. Por delante de ellos se coloca la artillería y a su espalda forman una segunda línea las 24 compañías napolitanas del príncipe San Severino junto a diversas compañías de infantería imperial. En el flanco izquierdo de esta fuerza, situado en la ladera este del Albuch, se encuentra la caballería de Gerardo Gambacorta y la de Piccolomini. Todas estas fuerzas estaban bajo el mando del marqués de Leganés.
En cuanto al ala izquierda, esta se sitúa en el Albuch. En la vanguardia de la cima se encuentran los regimientos alemanes de los coroneles Wurmser y Salm, con unos 4.500 hombres, apoyados por los regimiento de Leslie y Fugger, con unos 1.600 infantes, y el Tercio de Toralto, con poco más de 750 hombres. El Tercio de Idiáquez, con 1.800 hombres, se queda en su retaguardia, ya que Wurmser ha pedido ocupar la vanguardia por sus más de 30 años de servicio al rey de España. El flanco izquierdo abierto de los españoles es cubierto por la caballería de La Tour y de Arberg, con unos 900 caballos. Ostentaba el mando de estas fuerzas el conde de Cervellón, quien dispone en su frente 14 piezas de artillería ligera.
Por su parte, el enemigo se ha desplegado al oeste de las posiciones católicas, y al suroeste de Nördlingen en dos alas. Las tropas suecas, bajo el mando del conde Gustav K. Horn, con algo más de 9.000 infantes entre los que se encuentran los temibles regimientos Amarillo, Azul y Negro, se reparten desde el Heselberg hasta el río Rezenbach en formación de 4 escalones y divididos en 5 brigadas de infantería y 21 escuadrones de caballería con unos 4.000 jinetes y 18 piezas de artillería, mientras cubriendo su flanco izquierdo aguarda la caballería del general Kratz.
Las cargas de caballería sueca a la espada, rodilla contra rodilla, superaban en el choque a las de otras caballerías, como la alemana y la española, realizadas con pistola al trote (Fernando Martínez Laínez , «Vientos de Gloria»)
Por su parte Weimar ocupa el ala izquierda con el resto de las tropas. Situados delante del Heselberg, Bernardo ha ordenado dividir su infantería en 3 brigadas apoyadas por 18 cañones ligeros y cañones pesados, apuntando la mayoría hacia el ala derecha y el centro católico. Cuenta también con 21 escuadrones de caballería, más otros 4 de dragones en su flanco izquierdo a las órdenes del coronel Taupadel, y 15 escuadrones de caballería más en su flanco derecho.
A partir de las 5 de la mañana.
Los cañones protestantes abren fuego. Enfrente, y al grito de ¡Viva la Casa de Austria!, los católicos responden. Instantes después, y sin consultar con Weimar, Horn lanza a su infantería, con la caballería como apoyo, a tomar el Albuch, situado frente a su posición.
La caballería, con el impulsivo coronel Witzleben al mando, se ve sorprendido por el fuego de mosquete del Tercio de Toralto y el ataque sorpresa de la caballería de La Tour y Arberg, teniendo que ser socorrido por la infantería sueca y escocesa.
Arremeten los suecos con una primera carga, pero es repelida por los regimientos de alemanes y por el tercio de Toralto, mientras la caballería de Gerardo Gambacorta penetra por el flanco sueco. Consciente de la importancia de tomar la posición, Horn manda una segunda carga de caballería, apoyada esta vez por el regimiento Amarillo y mercenarios escoceses, llegando hasta la artillería de Gamassa. Los coroneles Wurmser y Salm resisten hasta la muerte y ahora solo son los italianos los que aguantan la embestida sueca.
La situación es extrema. El conde de Cervellón manda al Tercio de Idiáquez, siendo los españoles quienes toman el mando de la batalla a partir de ahora. Cierra filas el Tercio y opone picas mientras el guipuzcoano Martín de Idiáquez envía varias mangas de mosqueteros a reforzar las posiciones italianas.
En ese momento un aprovisionamiento de pólvora en el Albuch se prende accidentalmente y la explosión retrasa el avance sueco, dando tiempo a los españoles a situarse en vanguardia y organizarse junto a los infantes italianos de Toralto. En el enfrentamiento directo, los veteranos soldados españoles arrasan a suecos y escoceses.
Los suecos estaban a punto de cantar victoria cuando estalló un almacenamiento de pólvora abandonado por los católicos en su retirada. La devastadora explosión tuvo un efecto inesperado y provocó cientos de muertos en las filas protestantes. (Fernando Martínez Laínez , <<Vientos de Gloria>>)
En el otro flanco, Horn insiste en su avance y desde el bosque pegado a la colina comienza a batir las posiciones españolas e italianas con su artillería, acción respondida por el marqués de Leganés con el envío de más mangas de mosqueteros y arcabuceros procedentes de los tercios de Cárdenas y de Torrecusa. El ataque es frenado en seco.
Tercera carga sueca y tercera decepción. Gerardo Gambacorta y sus jinetes ponen en fuga a la caballería sueca de Kratz y Witzleben. Los hombres de Idiáquez y Toralto aprovechan el parón para recomponerse, cerrar filas, y retirar los cadáveres que desde la vanguardia pasaban en volandas por toda la formación hasta la retaguardia.
6 de septiembre. 7 de la mañana.
Obstinado, Horn envía los regimientos Negro y Azul en apoyo al Amarillo. Durante la cuarta carga sueca las tropas de Martín de Idiáquez no se arredraron.
Ea, señores, parece que estos demonios sin dios nos quieren dar la puntilla, y contra nosotros viene lo mejor que pueden poner en el campo, será cuestión de redaños y aguantar firme. Cuando esos demonios amarillos se dejen ver no quiero que ninguno desfallezca, aguantad firmes ante ellos y esperad a oír la detonación de sus mosquetes, en ese momento todo el mundo a tierra (Fernando Martínez Laínez, <<Vientos de Gloria>>)
Suben los suecos con sus mosqueteros en vanguardia, preparados para aplicar su innovadora y letal táctica de disparo, consistente en formar 3 filas, la primera hilera rodilla en tierra, mientras que la segunda y tercera lo hacen sobre el hombro y cabeza respectivamente, siempre de manera simultánea. Cuando se encuentran a distancia de mosquete abren fuego, momento en el que Idiáquez da la orden de echarse al suelo para luego levantarse y descargar fuego de arcabuz y mosquete. El resultado es demoledor y la vanguardia sueca queda destrozada.
Como los católicos resisten varias cargas más en la cima del Albuch y en cada retirada Gambacorta acosa con su caballería, Thurn refuerza con sus 3.350 hombres al mariscal Horn, quien se encuentra en serios apuros, pero la falta de caballería le deja expuesto a los ataques de Gambacorta, así que el sueco envía a sus jinetes, pero a pesar de la superioridad numérica no logran vencer.
9 de la mañana.
Bernardo de Sajonia-Weimar lanza a su caballería, considerada una de las mejores del momento, contra la formación del duque de Lorena, pero no había infantería con la que apoyarlo. Gallas, que había apostado numerosos mosqueteros y arcabuceros entre la arboleda y unas casas que había a la izquierda, destroza a los protestantes, rematando la faena la caballería ligera croata y la de Gonzaga y Werth.
A esa misma hora las estoicas tropas católicas siguen aguantando en lo alto del Albuch, reforzados con hombres de los tercios italianos de Guasco y Paniguerola, y también con infantes de los regimientos alemanes de Salm y Wurmser. La cifra de cargas suecas que resisten en total es difícil de saber, aunque algunas fuentes hablan de hasta 15. Finalmente, el sargento mayor Orozco decide descender la colina e internarse en el bosque de Hesselberg con diversas mangas de mosqueteros para vérselas con los restos de los regimientos de élite suecos y deshacer el peligro de su artillería.
En ese momento el duque de Lorena envía dos batallones de infantería, dos cañones y la mayoría de sus escuadrones de caballería a envolver la posición de Thurn. Las fuerzas suecas se deshicieron ante el ataque católico y menos de la mitad de sus hombres pueden llegar a las posiciones protestantes que aún quedan en pie en el Heselberg.
12 de la mañana.
El Cardenal-Infante tiene la victoria al alcance de la mano. Se ordena entonces el despliegue de las banderas de los tercios de Idiáquez y Toralto y redoblan los tambores. Españoles e italianos comienzan a descender la colina de Albuch con las picas en alto, arrasando a un enemigo que ya cuenta con más de 8.000 muertos, pero lo peor está por llegar.
Los suecos comienzan a retirase cuando de repente aparece por su flanco izquierdo la caballería de Matthias Gallas y los jinetes croatas, con un resultado de 5.000 muertos y más de 4.000 prisioneros, a lo que habrá que sumarle 457 banderas y cornetas, todo el bagaje y 68 cañones. El propio Gustav Horn cayó preso de las fuerzas españolas, mientras que Weimar conseguirá replegarse hacia Alsacia.
Al anochecer […] unos 12.000 protestantes yacían muertos en el campo de batalla y 4.000 más, entre ellos Gustav Horn, habían sido hechos prisioneros. Nördlingen cayó inmediatamente y los restos del ejército derrotado, bajo el mando de Bernardo de Sajonia-Weimar, se retiraron a Alsacia», señala, en este caso, Parker. Por su parte, los católicos, que habían conseguido un gran triunfo y se habían sobrepuesto a la modernidad, tuvieron que llenar casi 2.000 ataúdes (Geoffrey Parker en su obra «La guerra de los Treinta Años» ).
Con esta victoria el Cardenal-Infante vería libre su camino hacia Bruselas, el bando católico recuperaría la iniciativa acabando con la imbatibilidad del ejército sueco e inclinando la balanza de la guerra a su favor. Sin embargo, el cardenal Richelieu, receloso de los éxitos de los Austrias, se opuso a la llamada Paz de Praga, por la que se ponía fin a la guerra entre las fuerzas imperiales de Fernando II y las del bando protestante, y consiguió meter a Francia en la guerra en 1635.
Ricardo Aller
Brillante victoria de los tercios españoles y demás fuerzas imperiales contra los protestantes suecos, alemanes y escoceses…