Continúan las celebraciones, que arrancaron en julio de 2023, a cargo de los dominicos, del quinto centenario de la Virgen de Atocha, la más antigua advocación mariana de Madrid. Se cumplen cinco siglos de la custodia, por parte de la Orden de predicadores de dicha imagen, en la ermita de Nuestra Señora de Atocha, encargo que recibieron de la abadía de Santa Leocadia de Toledo.
Sin embargo, su antigüedad se remonta a mucho antes, según alguna leyenda, hasta los tiempos apostólicos, al atribuirse la realización de dicha imagen, nada menos que a Nicodemo o a San Lucas, antes de ser traída a España por los discípulos de San Pedro.
La primera referencia a esta popular virgen se remonta al siglo VIII. Tras la invasión islámica, había desaparecido la imagen original. El caballero Gracián Ramírez la encontró, erigiendo en su honor una ermita, situada junto al río Manzanares, donde la rezaba con devoción. Dice la tradición que los musulmanes atacaron a nuestro protagonista, quien pese a encontrarse en clara inferioridad numérica frente a sus asaltantes, milagrosamente y por intercesión de la Virgen, logró la victoria, junto con otros cristianos.
Asimismo, Nuestra Señora de Atrocha es citada en las Bulas de la Catedral de Toledo, en 1162, en concreto, en las cantigas 289 y 315 del rey Alfonso X el Sabio ― siglo XIII ― , en donde se hace referencia a dos milagros de Nuestra Señora de “Tocha de Madride”, en beneficio de un campesino y de un niño moribundo.
En cuanto a la etimología de su nombre, aunque hay quien hace referencia a su procedencia (Antioquía) o a su origen lingüístico ― Theotokos o la Madre de Dios ― , parece la versión más plausible la que tiene que ver con el lugar donde se erigió la ermita, donde proliferaban las plantas conocidas como “atochas”.
A partir de 1523, es cuando los dominicos se convierten en custodios de la imagen, por mediación de Juan Hurtado de Mendoza, confesor del rey Carlos I. El convento original de la Orden de predicadores tenía capacidad para un centenar de frailes, además de un hospital de peregrinos, lo que demuestra la popularidad de esta advocación.
Se trata de una de las 51 vírgenes negras identificadas, cuyo color oscuro se debe a la técnica de la sigillata. De madera policromada, la actual talla data de la segunda mitad del siglo XII. Lleva una manzana en la mano, representando a la nueva Eva. Muchos de los ropajes de la propia Virgen y del Niño fueron donadas por reinas de España, a lo largo de los siglos. Entre otros, destaca el manto de terciopelo rojo bordado que usaba Isabel II cuando el cura Merino intentó asesinarla. La reina atribuyó su salvación a la intercesión de la Virgen de Atocha, a cuya basílica se encaminaba en agradecimiento por el nacimiento de su primera hija, la Infanta Isabel de Borbón y Borbón, popularmente conocida como la “Chata”. En la donación, además del manto, incluyó las joyas que lucía en el momento del atentado, como topacios y diamantes de Brasil, entre otras.
En la basílica, destaca la pila de bautismo de Santo Domingo de Guzmán, que es la que se utiliza en los bautizos de los hijos de los reyes. Las últimas en hacer uso de ella fueron la actual Princesa de Asturias y la Infanta Sofía. Realizada en piedra recubierta y originaria de la parroquia de la localidad burgalesa de Caleruega, fue el rey Felipe III quien la pidió para el bautizo de su hijo, futuro Felipe IV, para lo cual, se trasladó desde Valladolid, donde se encontraba entonces la Corte. Al trasladarse esta a Madrid, la pila quedó instalada en el convento de las dominicas de la plaza de Santo Domingo (fundado por Domingo de Guzmán, en 1218), después trasladado a la calle Claudio Coello ― actualmente cerrado al trasladarse la comunidad de monjas a Segovia ― . Al irse la comunidad, la dejaron en depósito en la basílica de Atocha, igual que la talla de la Madona de Madrid.
Jesús Caraballo