Mucho se ha hablado de que la España reunificada bajo la corona de los Reyes Católicos, tras ocho siglos sometida a los sarracenos, fue uno de los primeros estados modernos fundados en Europa, sino el primero. La acción de Isabel y Fernando era la culminación de una vieja aspiración, que buscó la reinstauración de la unidad perdida en 711, tras la invasión musulmana. Siglos de disputas entre los distintos reinos cristianos peninsulares, pero que en los momentos en que los sucesivos ataques provenientes del Magreb para volver a imponer el rigor islamista en Al Andalus, sabían sumar fuerzas ante el enemigo común.
Pero antes de la refundación del Reino de España por los Reyes Católicos, aún hubo una España primera, fundada por los visigodos, y que habría de durar casi tres siglos. Cuando los visigodos llegan a la Península, se encuentran a otros pueblos bárbaros a los que desplazan, suevos, vándalos y alanos, que apenas tuvieron tiempo de dejar huella. Es la época del definitivo derrumbe del Imperio romano, algo que parecía del todo imposible. Pero lo cierto es que el rey godo Alarico tomó Roma, en el 410, en un momento de auténtico caos, con alanos, hunos, godos, vándalos, sármatas, suevos … enseñoreándose del Imperio que definitivamente se desmoronaba. La conquista y saqueo de la Ciudad Eterna causó auténtica conmoción.
Los visigodos se encontraron un pueblo hispanorromano y una civilización fundada en la cultura greco latina y religión cristiana, profundamente asentada. Pero pronto ambos pueblos se asimilaron y los visigodos realizaron sus propias aportaciones. Sin duda, lo más importante fue reunificar bajo su poder la que había sido una de las principales provincias del Imperio romano: toda la Península Ibérica, parte del sur de la actual Francia, las islas Baleares, y la provincia de Tingitania, en el norte de África.
Se considera que el primer rey de la Hispania visigoda – aún no de España-, fue Alarico, enterrado junto con su fabuloso tesoro en algún lugar ignoto de la Península itálica. Su sucesor, Ataúlfo, llevó al pueblo visigodo al solar que habrían de ocupar de forma definitiva: Hispania. El primer rey de España sería Leovigildo, quien reinó entre 568 y 586, cuando bárbaros e hispanorromanos formaban ya un único pueblo. Hasta tal punto se hizo realidad tal asimilación, que mucho tiempo después, durante el Concilio de Basilea (1.431 a 1.438), los delegados suecos discutían con los castellanos quienes de los dos pueblos tenía más derecho a atribuirse el título de descendientes de los antiguos godos.
Los visigodos, al igual que les sucedió antes a suevos, vándalos y alanos, huían de la presión de los francos. Roma delegó la defensa del limes, que ya era un auténtico coladero, en las legiones britanas, en vez de las hispanas, pero huyeron en cuanto vieron aparecer a los visigodos, quienes en 425 llegaron a Barcelona. Hubo tres grandes oleadas de visigodos, entre el 497 y el 506; entre el 507 y el 511, y en el 531. No hay cifras exactas, pero se calcula que pudieron llegar entre 150.000 y 200.000 personas.
Los visigodos españoles eran una mezcla de greutungos, ostrogodos, alamanes, alanos… Llegaban deseosos de venganza frente a los vándalos, quienes en un enfrentamiento previo con su enemigo común, los romanos, les habían abandonado dejándoles morir de hambre. Sus ansias de venganza se tradujeron en el exterminio de los vándalos, al igual que les pasó a los suevos – asentados en el noroeste peninsular-, destruidos por una expedición goda en el 457.
El reino original de los visigodos, el de Tolosa, ocupaba parte de Francia e Hispania, pero perdieron la parte francesa frente a los francos del rey Clodoveo. Sus ataques provocaron nuevas oleadas de visigodos que buscaron refugio al otro lado de los Pirineos, donde habría de asentarse definitivamente el nuevo Reino de España, con capital en Toledo.
La asimilación definitiva de ambos pueblos, los nativos hispanorromanos y los visigodos, se produjo tras la conversión del Rey Recaredo y con él de su corte, del arrianismo a la religión mayoritaria de sus nuevos súbditos, la católica. Y así, un pueblo unido bajo una misma corona y una misma cultura y religión habría de prevalecer por casi tres siglos, hasta la invasión sarracena.
Fdo. Jesús Caraballo