Concurso V Centenario: LA MAYOR AVENTURA

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Narración creada por Claudia, primaria

Enviada por Prof. Fátima Hernández

Colegio Buen Pastor

Era una noche estrellada del 9 de agosto de 1519 y Juan Sebastián Elcano la admiraba desde la posada en la que se alojaba. Había pasado la noche en blanco, nervioso porque a la mañana siguiente se embarcaría en un viaje en el que supuestamente darían la vuelta al mundo. Claro que era una locura, porque todavía nadie lo había logrado, y la única ruta era como encerrarse en una jaula llena de leones.

Elcano contempló con cierto regocijo el alba, que anunciaba el inicio del día. Se vistió rápidamente y salió a dar un paseo ¡Qué nervios!

Se encaminó al puerto y allí contempló la silueta de cinco barcos dibujándose en el horizonte.

Él sería el Maestre de uno de esos barcos, para ser exactos, la Nao Concepción. ¡Qué orgullosos estarían de él sus padres si pudieran verle!

Elcano pensó en todos sus compañeros de viaje que lo acompañarían en esa alocada aventura: Fernando de Magallanes sería el Capitán General de la escuadra.

A los españoles que formaban parte de aquella expedición, incluido Elcano, no les parecía bien que su Capitán fuera un portugués como Magallanes, que encima metería en la expedición más portugueses. La verdad es que era comprensible que no se fiaran de él, ya que había numerosos conflictos con los portugueses.

Horas más tarde Elcano esperaba para zarpar. Las Naos, que se llamaban Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago salieron por separado rumbo a Sanlúcar de Barrameda. Él iba en la tercera nave, cuyo capitán era Gaspar de Quesada. Eran 44 hombres en total en aquel barco.

En Sanlúcar de Barrameda estuvieron hasta el 20 de septiembre, cuando por fin Magallanes decidió seguir con la ruta. Zarparon rumbo a Tenerife donde llegaron 6 días después.

Elcano esperaba, como todos los demás, que Magallanes tomara la ruta del oeste, sin embargo, él los guio por la ruta del sur. Los españoles se asustaron mucho al oír eso, pues aquella era la ruta de los portugueses y eso los hizo desconfiar, pensando que Magallanes los iba a traicionar. Elcano se enfureció mucho <<¡¡Qué rufián!!>> pensó indignado ¡¡Pero cómo se atrevía!! Los reyes habían confiado en él y a pesar de su hospitalidad y confianza los había traicionado. Ante estos pensamientos Elcano se puso rojo de indignación, pero solo cabía esperar a ver qué ocurría.

Navegaron durante 75 días. Los tripulantes observaron atónitos que los portugueses no tuvieron contacto con ellos y Elcano, arrepentido, le dio un voto de confianza a Magallanes, eso sí, no confiaba del todo en él.

El 3 de octubre los barcos pasaron por las Islas de Cabo Verde y a partir de ahí Magallanes ordena poner rumbo a Brasil.

Conforme avanzan los días, el tiempo empeora: se alternan los días de calma con horribles temporales. Uno de estos terribles días ocurre algo extraño: en una gran tormenta Elcano y sus compañeros creen ver al mismísimo San Telmo que, con su fuego, calmó la tormenta.

Durante aquellos días también vieron muchos y extraños animales, tanto pájaros como peces, o una mezcla de ellos.

En diciembre, casi milagrosamente, llegaron a Brasil, pero al ser zona portuguesa, Magallanes no les dejó desembarcar. Dos semanas más tarde llegan a Río de Janeiro, algo temerosos por la gente que pudieran encontrar, pero los indígenas resultaron ser muy agradables. Allí probaron por primera vez la piña, la patata, el maíz y la caña de azúcar y conocieron loros, el palo rosa y la jacaranda. Estaban felices de, por fin, pisar tierra y poder disfrutar de nuevos alimentos.

Magallanes estaba bastante satisfecho porque creía haber descubierto un nuevo lugar.

Volvieron a zarpar el 27 de diciembre y Magallanes pensó que había descubierto el estrecho que comunicaría a los dos océanos, pero tan solo se trataba de un río, tan blanco como la nieve, y la escuadra, curiosa, probó el agua y confirmó que se trataba de un río de agua dulce, al que bautizaron como Río de la Plata (por sus aguas blancas).

Magallanes pensó que el estrecho no debía estar muy lejos y que tan solo debían ir un poco más al sur, pero se llevó una gran decepción al no encontrarlo.

Atracaron en un golfo al que llamaron Puerto de San Julián. Elcano oyó hablar de una pequeña rebelión que estaba liderada por los capitanes de tres de las cinco naves y fue a ver de qué se trataba. Decidió unirse a la rebelión, pero el resultado fue humillante: el capitán de la Nao Victoria murió apuñalado y los otros dos se rindieron tras un combate naval. Magallanes como castigo los descuartizó y Elcano, asustado por haber formado parte de la rebelión, se esperaba lo peor, pero solo algunos rebeldes fueron abandonados en el golfo y él por fortuna fue perdonado, ya que no podían deshacerse de tantos tripulantes.

Durante aquel invierno se toparon con indígenas/gigantes a los que llamaron patagones, por sus enormes pies.

En el mes de mayo, para horror de Magallanes, la nave Santiago encalla durante una tempestad y aunque logró rescatar a los tripulantes, perdió la nave.

Al fin, para la gloria de todos, llegaron al deseado estrecho, pero antes tuvieron que cruzar una gran bahía que parecía un laberinto de canales.

Pero tras esta gran alegría descubren que la Nao San Antonio, por la noche y sin decir nada, se marcha a España para contar al Rey lo que habían descubierto.

Magallanes estaba desolado, pues solo quedaban tres naves, y sigue adelante poniendo rumbo al norte para encontrar tierras más cálidas.

Se adentraron en el Océano Pacífico, que, aunque era mucho más tranquilo, también era mucho más extenso de lo que habían previsto.

Pasaron muchos días sin avistar tierra y empezaron a aparecer enfermedades, sobre todo escorbuto. Los hombres se alimentaban de lobos marinos, ratas y del cuero de las velas, pues se quedaron sin provisiones. Sus panes tenían gusanos, pero a pesar de las quejas se los tenían que comer, ya que era la única comida decente que tenían.

Elcano contempla horrorizado como mueren 20 de sus compañeros y otros 40 agonizan.

Tres meses después, desde que salieron del Puerto de San Julián, Elcano pisa tierra lleno de júbilo. La isla era un manjar rebosante de palmeras y bananeros, pero sus habitantes no eran precisamente agradables. Estaba claro porque la llamaron la Isla de los Ladrones, porque cuando llegaron, los nativos les robaron lo poco que tenían, pero al menos habían conseguido carne y fruta.

Después de un tiempo recorriendo estas islas Elcano tiene que presenciar como mueren Magallanes y muchos de sus compañeros luchando como héroes después de que los traicionara un líder indígena. A Elcano le apena muchísimo tener que dejar en aquellas tierras que no eran sagradas a sus compañeros fallecidos, pero no les queda más remedio que huir y además tomar la decisión de quemar la nave Concepción, ya que quedaban pocos hombres, y siguen su camino tan solo con dos naves.

Elcano se convierte en el capitán de la Nao Victoria, pero apenas puede pensar en ello, habían disminuido de tal manera en tan poco tiempo, que parecía imposible y casi esperaba que Magallanes lo apartara de allí para volver a capitanear la nave. Quién lo hubiera dicho cuando al principio de la expedición se lo imaginaba trazando malignos planes contra ellos.

Tras un largo viaje pirateando con comerciantes del mar de China, por fin llegan las Molucas, que había sido su objetivo desde el principio. Elcano no salía de su asombro, y sería difícil imaginar el entusiasmo de aquellos hombres al llegar a las Molucas donde recogen mucho árbol del clavo, jengibre, nuez moscada y muchas más especias muy preciadas.

La Nao Trinidad tuvo que abandonar y tan solo se quedó la Nao Victoria. Para esquivar a los portugueses tuvieron que coger una ruta más larga y tuvieron que soltar mucho clavo y especias porque los portugueses les pisaban los talones y llevaban demasiado peso. Tras 5 meses llegan a Cabo de Buena Esperanza y desde allí, después de varios percances, llegan a Cabo Verde, y a pesar de ser tierras portuguesas atracan allí.

El 6 de septiembre de 1522 llegan a Sanlúcar de Barrameda sorprendiendo a todos y lo primero que hicieron fue ir a una iglesia y rezar por todos sus compañeros fallecidos.

El Rey los premió con grandes riquezas y descubrieron que el capitán de la Nao San Antonio le había contado al Rey que Magallanes había muerto y que su nave era la única superviviente, lo que hizo que el Rey lo castigara al probar que era mentira.

Elcano reflexionó sobre su viaje, sobre todo lo que había pasado y rezó dando gracias de estar vivo para contarlo.

FIN

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