Alfonso XI el Justiciero

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En otra sección de esta voluntariosa web se hace referencia a la batalla del río Salado, adalid de la cual fue nuestro actual personaje, Alfonso I, cuyo nombre real no tuvo continuidad sino hasta el siglo XIX, con el duodécimo Alfonso, hijo de Isabel II. Alfonso XI fue hijo de Fernando IV de Castilla y Constanza de Portugal, y por lo tanto nieta de una mujer que fue esposa, madre y abuela de reyes, María de Molina. Una abuela que, fallecido Fernando el Emplazado, teniendo su heredero Alfonso solamente un año de edad, actuó como regente de su nieto hasta que, en 1327, alcanzó la mayoría de edad con 15 años.

Su primera misión como rey fue el poner orden en sus reinos, León y Castilla, demostrando unas dotes innatas como gobernante y una carencia de prejuicios al ordenar la ejecución de todo aquel noble que se le oponía a su poder, cual Juan de Haro, el Tuerto. De él se tiene dicho; É fue este rey Don Alfonso no muy grande de cuerpo; mas de buen talle, é de buena fuerza, é blanco, é rubio, é franco, é esforzado, é venturoso en guerras.

Contrajo un primer matrimonio, anulado no habiendo sido consumado, con Constanza Manuel, hija de don Juan Manuel. Posteriormente quedó recluida en el castillo de Toro bajo el cuidado de su aya Teresa. don Juan Manuel, reclamó su hija al rey Alfonso XI el cual se negó a entregársela, por lo que don Juan Manuel le declaró la guerra en sucesivas ocasiones hasta que este se la devolvió en 1328 después de firmar la paz. En 1327 se casó con María de Portugal, hija del rey de Portugal, Alfonso IV, a fin de estrechar lazos con este reino.

Todavía contrajo un tercer matrimonio, en esta ocasión con su amante, ya fallecida María de Portugal, es decir, con Leonor de Guzmán, de la cual tuvo diez hijos, entre ellos el futuro sucesor de Pedro I, es decir, Enrique II. Independientemente de todo lo anterior, supo hacer frente a las revueltas no solamente de Alfonso de la Cerda, en 1331, sino también de don Juan Manuel y de Alfonso VIII de Portugal, con el trato a sus esposas como motivación. Sea por ello, sea por falta de tesorería, desatendió en ese período la reconquista, perdiendo en 1332 Gibraltar.

Sin embargo, a finales de 1340, alcanzada la victoria en la batalla del Salado, cercó Alcalá la Real, que consiguió tomar el 15 de agosto de 1341, sin que Yusuf I, ni su visir Ridwan consiguieran aprovisionarla ni romper el cerco. El general de los «defensores de la fe» africanos, Ozmín, intentó llevar a las tropas cristianas a una trampa, pero el maestre de Santiago no cayó en ella y el 15 de agosto de 1340, Alcalá la Real tuvo que rendirse. Días después lo harían Priego, Carcabuey, Rute y la torre Matrera. Los expulsados de Alcalá fueron asentados en Moclín para que mantuviesen su deseo de revancha. Luego vino la batalla del río Palmones y finalmente la toma de Algeciras en 1344 tras un largo sitio.

Iniciado la guerra de los Cien Años, no tuvo reparo alguno en unir sus esfuerzos con el rey francés, firmando para ello una tregua con el musulmán de cuatro años. Aunque no queda claro quién rompió dicha tregua, lo cierto es que comenzó la conquista de Gibraltar para la corona castellana.

A Alfonso XI, aparte de ayudarle a vencer en el río Salado, su gran energía le permitió mantener controlada y sometida a la nobleza, siempre levantisca. Por ello se ganó el sobrenombre de Justiciero. Sus aficiones también incluían la caza, recorriendo los pueblos leoneses para tal fin. Tanto fue que, durante su reinado se escribió el conocido como Libro de la Montería de Alfonso XI, cuyo autor se mantiene todavía en discusión. Aunque, con certeza, al rey se le atribuye una Cantiga de amor dirigida a Leonor de Guzmán.

Alfonso XI falleció durante el sitio de Gibraltar, contagiado de la peste negra, en la noche del 25 de marzo de 1350, en plena Semana Santa. Llevados sus restos a Sevilla, fueron trasladados en 13871 a la Capilla Real de la Catedral de Córdoba, donde permaneció durante más de trescientos años, haciendo compañía a su padre, Fernando IV.

Francisco Gilet.

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