Alonso de Ercilla y Zúñiga, nació un 7 de agosto de 1533 en Madrid, aunque sus padres, Fortún García de Ercilla y Leonor de Zúñiga procedían de Bermeo. Su padre, doctor en ambos derechos y miembro del Consejo Real, quedó prácticamente arruinado con motivo de un pleito por el señorío de Bobadilla. Carlos I, agradecido por los servicios prestados a la Corona, reclamó a la familia de García de Ercilla a su corte, pasando la madre de Alonso a ser admitida como dama de la emperatriz Isabel de Portugal. Mientras tanto, Alonso pasó a ser paje del príncipe Felipe, lo cual permitió que adquiriese una profunda formación, aprendiendo latín, francés, italiano y alemán.
En 1555, partió hacia Chile, donde se habían sublevado los araucanos. En 1556 acompañó a García Hurtado de Mendoza, recién nombrado gobernador y capitán general de Chile. Allí permaneció durante diecisiete meses, participando en las batallas de Lagunilla, Quiapo y Millarupue, donde contempló la muerte de Caupolicán, quién sería el protagonista de su poema, La Araucana, poema de exaltación militar de 37 cantos, en donde se narran los hechos más significativos de la guerra contra los araucanos, mapuches. Poema que comenzó a escribir en plena campaña utilizando cortezas, cueros y pedazos de cartas.
El propio Ercilla expresa las motivaciones de la obra con estas palabras:
[…] por el agravio que algunos españoles recibirían quedando sus hazañas en perpetuo silencio, faltando quien las escriba; no por ser ellas pequeñas, pero porque la tierra es tan remota y apartada y la postrera que los españoles han pisado por la parte del Perú, que no se puede tener della casi noticia, y por el mal aparejo y poco tiempo que para escribir hay con la ocupación de la guerra, que no da lugar a ello; así el que pude hurtar, lo gasté en este libro, el cual, porque fuese más cierto y verdadero, se hizo en la misma guerra y en los mismos pasos y sitios, escribiendo muchas veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de cartas, algunos tan pequeños que no cabían seis versos, que no me costó después poco trabajo juntarlos […].
En marzo de 1558 don García Hurtado fundó la ciudad de Osorno y, cuando se realizaba una fiesta en la nueva ciudad con la participación de todos sus vecinos, salió don García por una puerta falsa de su casa cubriendo el rostro con un casco de visera cerrado, acompañado de Alonso de Ercilla y Pedro Olmos de Aguilera. De improviso se incorporó Juan de Pineda, quien estaba enemistado con Alonso de Ercilla por rencillas anteriores y en un momento dado ambos sacaron espadas produciéndose un confuso incidente. Don García se percató de la situación y arremetió contra el más exaltado, que era Alonso de Ercilla, y lo derribó con un golpe de maza. Malherido, Alonso de Ercilla corrió a una iglesia y buscó asilo. El gobernador mandó encarcelarlos y degollar a ambos contendientes al día siguiente. La vecindad y muchas personas influyentes, considerando injusta la condena, trataron de persuadir a García Hurtado y Mendoza, pero los preparativos para la ejecución prosiguieron y la esperanza de salvarlos estaba perdida. Entonces dos mujeres, una española y otra india, se acercaron a la casa de don García y se introdujeron por la ventana y por medio de súplicas lograron conmover el duro corazón del gobernador, quien perdonó la vida a los sentenciados. Alonso de Ercilla siguió preso tres meses más y luego fue desterrado al Perú. Escribiría don Alonso en su épico poema La Araucana respecto de este serio incidente:
“Ni digo cómo al fin por accidente
del mozo capitán acelerado
fui sacado injustamente
a la plaza a ser públicamente degollado;
ni la larga prisión impertinente
donde estuve tan sin culpa molestado
ni mil otras miserias de otra suerte,
de comportar más grave que la muerte”
Regresó a España en 1563, para publicar en 1569 la primera parte de su gran obra, dedicada a Felipe II, quién le nombró gentil hombre de la Corte y caballero de Santiago. En 1570 contrajo matrimonio con doña María de Bazán, que aportó una dote de varios millones de maravedíes, lo cual, en palabras del propio Ercilla le permitió instalarse en Madrid y vivir sin preocupaciones y dedicar todo su tiempo a escribir la segunda (1578) y tercera (1589) parte de su Araucana, gentilicio usado por Alonso de la palabra en mapudungun rauko, o sea, tierra gredosa, arcillosa de un blanco azulado.
La publicación de La Araucana dio pie a que el entonces virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza, que se sintió poco reconocido por su labor en el relato, encargara otro poema épico, Arauco Domado (1596), al poeta chileno Pedro de Oña, es decir, el primer texto poético publicado por un autor nacido en Chile.
La Araucana fue considerada por Cervantes como una de las mejores obras épicas en verso castellano que haya producido España y la salva novelísticamente del fuego a que fue sometida la biblioteca de don Quijote.
Marcelino Menéndez Pelayo señaló que «No hay literatura en el mundo que tenga tan noble principio como la de Chile, la cual empieza nada menos que con La Araucana, obra de ingenio español, ciertamente, pero tan ligada con el suelo que su autor pisó como conquistador, y con las gentes que allí venció, admiró y compadeció a un tiempo, que sería grave omisión dejar de saludar de paso la grave figura de Ercilla”.
Alonso de Ercilla falleció en Madrid a los 61 años en 1594. Sus restos reposan en el Convento de San José situado en la ciudad de Ocaña en Toledo. Sus restos estuvieron varios siglos bajo el altar en una cripta donde se enterraban las monjas conventuales fallecidas, pero fueron trasladados a la iglesia anexa al monasterio para que pudiesen ser visitados con más facilidad.
Francisco Gilet
Bibliografia
La Arauca, estudio preliminar y edición de Isaías Palenque.
A. Bello, “La Araucana de Alonso de Ercilla”
H. Montes, Estudios sobre “La araucana”, Valparaíso,
J. Caillet Bois, Ercilla y “La Araucana”, Santiago de Chile,