Nació en Madrid el 7 de abril de 1893. Historiador, es probablemente el mejor medievalista de España.
Gran estudioso, fue discípulo de Eduardo de Hinojosa, de quién afirmó que aprendíó a dudar y a buscar la verdad con ahínco.
En 1911 produjo su primer artículo de investigación. Se trataba de “Aportaciones para la Historia. Ávila desde 1808 a 1814”. En 1914, publicó su primer trabajo sobre la Edad Media: “La potestad real y los señoríos en Asturias, León y Castilla durante los siglos VIII al XIII”. En 1917 vendría “Vías romanas del valle del Duero y Castilla la Nueva”, y al año siguiente “Vías romanas de Briviesca a Pamplona y de Briviesca a Zaragoza”. Había empezado una carrera que no sería truncada sino por la muerte.
En 1914 de doctoró en Filosofía y Letras con una tesis titulada La Monarquía en Asturias, León y Castilla durante los siglos VIII al XIII. La Potestad Real y los Señoríos, que publicaría ese mismo año.
Entre 1921 y 1922 estudió las instituciones sociales y políticas del Reino de Asturias, y en 1924, publicó un interesante trabajo sobre “Las Behetrías. La encomendación en Asturias, León y Castilla” completado tres años después por otro que se titulaba “Muchas más páginas sobre las behetrías”.
Contando 28 años, en 1926, ganó por oposición la cátedra de Historia de España de la Universidad de Barcelona, pasando posteriormente a Valladolid, y luego a Madrid, de cuya Universidad fue nombrado rector el 11 de enero de 1932.
Nombrado miembro de la Real Academia de la Historia, ese mismo año, publicó sus Lecturas de Historia de España y su extraordinario “España y el Islam”.
Y es que la capacidad productiva de D. Claudio era extraordinaria. Así, hasta 1942 publicó “Las Cortes de Castilla: en el período de tránsito de la Edad Media a la Moderna. 1188-1520”, “La caballería visigoda”, “Notas para el estudio de los historiadores hispanoárabes de los siglos VIII y IX”, “Una vía romana en Asturias. La vía de La Mesa y de Lutos”, “La repoblación del reino asturleonés”, “Alfonso el Sabio y la economía dirigida”, “En torno a los orígenes del feudalismo”, “Ruina y extinción del municipio romano en España e instituciones que lo reemplazan”, “El Ajbar Maymua: cuestiones historiográficas que suscita”, “El precio de la vida en el reino asturleonés hace mil años” y “Otra vez Guadalete y Covadonga”.
Fue consejero de Instrucción Pública entre 1931 y 1933 cuando fue nombrado ministro de Estado; vicepresidente de las Cortes en 1936, y embajador de España en Lisboa, de donde finalmente se exiliaría en Argentina, donde fundaría el Instituto de Historia de España y la revista Cuadernos de Historia de España.
Español a carta cabal, con un ideario inequívocamente hispanista, mantuvo una acalorada polémica con Américo Castro, que tuvo como fruto su extraordinario trabajo “España, un enigma histórico”, que vio la luz el año 1957, y que es una dura réplica a la obra “España en la Historia”, cercana al espíritu negro legendario, publicada por Castro el año anterior.
Con la publicación de “La España musulmana. Según los autores islamitas y cristianos medievales”, en 1946, hace un aporte extraordinario al conocimiento del tema, aportando documentos de multitud de autores musulmanes de la época de la invasión.
Un arduo trabajo que no le impidió dar a la luz, ese mismo año, tres trabajos más sobre el reino visigodo, que son referencia para todo interesado en el medievalismo español.
Y entre esa fecha y 1956, ocho nuevos trabajos de envergadura sobre distintos temas de la España medieval. Y todo en un lenguaje cercano, cálido, enamorado de la Historia y enamorado de España.
Siguió publicando nuevos y enjundiosos trabajos, y en 1963, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires le ofreció un homenaje en el que se destacó la importancia del gran erudito que era don Claudio.
La vida de don Claudio no había llegado a su fin, y por tanto, sus estudios tampoco. En esta constante investigación histórica, dio a la luz un trabajo esencial para el estudio de la Reconquista (cierto que todo su trabajo lo es, pero para este comentarista, se encuentra entre los mejores: “Despoblación y repoblación en la cuenca del Duero”, en la que señala que la cuenca del Duero quedó desierta hacia mediados del siglo VIII, siendo producto de la estrategia cristiana en su tarea de Reconquista.
Y en 1972 publicó “Orígenes de la nación española: estudios críticos sobre la historia del reino de Asturias”, cuya lectura es, sin lugar a duda, esencial para un español de hoy.
La historia ha sido en verdad una perdurable guerra civil del hombre contra sí mismo; es decir de unos hombres contra los otros hombres. De unos hombres contra otros: por señorearlos y vivir de su trabajo; por obligarlos a adorar a sus dioses y a pensar como ellos […] Si creyera en las interpretaciones providencialista o materialista de la Historia y en que el hombre carece a natura de libertad, el ámbito se me ensombrecería hasta la angustia […] porque creo que el hombre es libertad, que la historia […] es la hazaña de la libertad y la libertad es la hazaña de la historia.
Reyna Pastor, su discípula, dijo de él lo siguiente:
Sánchez Albornoz fue también un gran maestro. Sus clases, las generales sobre historia de España, que dictaba para todos los alumnos de la Facultad, estaban siempre repletas de estudiantes que iban a oír sus palabras eruditas pero llenas de contenido. Clases que impartía para que el alumno comprendiera, para moverlo a la reflexión y al estudio.
Fue doctor honoris causa por las Universidades de Burdeos, Gante, Tubinga, Lima, Buenos Aires, Oviedo, Valladolid y Lisboa. En 1980 se le entregó en Buenos Aires la Medalla de Oro de la provincia de Ávila y la Medalla de Oro de la ciudad de Ávila. Tres años después, en 1983, recibió la Gran Cruz de Carlos III. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1984 y el 28 de junio de ese mismo año, fue nombrado Hijo Adoptivo de la provincia de León. Poco antes de morir se constituyó la Fundación cultural que lleva su nombre al servicio de la comunidad científica, educativa y de la sociedad del conocimiento.
Pero todos esos honores, concedidos por unas instituciones que nada tienen que ver con el espíritu de la obra de Sánchez Albornoz, no parece que hayan sido concedidos para enaltecer su gran obra, sino para ocultarla al conocimiento público. Hoy, la obra de Claudio Sánchez Albornoz no se estudia en ninguna universidad española, y la Fundación que con tanta alharaca se constituyó en vida del autor, se encuentra inoperativa, con un enlace en internet que no se actualiza desde 2009, siendo que su actividad es nula ya desde bastante antes.
Tres colegios, uno en Almansa, otro en Alcorcón y otro en Burgos, llevan su nombre. Es toda la representación que este inmenso historiador tiene en la cultura española… Y en la Universidad, ni está ni se le espera.
Sí, se auto exilió en 1939, fue presidente de la espuria república en el exilio y se manifestó contrario al régimen del 18 de julio, pero ni ese hecho anima a los poderes públicos a divulgar como se merece la inmensa producción histórica de Claudio Sánchez Albornoz. Y es que Claudio Sánchez Albornoz es un español que pone al alcance la grandeza de España. Claudio Sánchez Albornoz debe ser conocido y reconocido.
Falleció en Ávila el 8 de julio de 1984
Gloria a Claudio Sánchez Albornoz.
Cesáreo Jarabo
Genial como siempre, querido Cesareo. Otro ejemplo este de como obviar -en funcion del bien general- detalles negativos que no solo perjudicarian la figura del homenajeado sino que malquistarian a mucha gente.
Un abrazo