Elisabet Safortesa Gual-Desmur, la dama emparedada

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Jaume I

De las leyendas misteriosas de la isla de Mallorca que se han ido transmitiendo de generación en generación, se encuentra la historia de la mujer que murió emparedada en la Catedral de Palma de Mallorca. Es la historia de doña Elisabet Safortesa Gual-Desmur, que junto con sus dos hermanos, Pere Joan y Guillem, formaba parte de la Casa de Safortesa, una familia acomodada de la alta aristocracia catalana, que se instaló en Mallorca tras la conquista del Rei en Jaume I.

Elisabet no es la única mujer que allí descansa. También lo hacen Esclaramunda de Mallorca (Mallorca, ? – 1371), descendiente directa de la familia real mallorquina y sobrina del rey Sancho I; o Beatriu de Pinós (Catalunya, 1433 – Palma, 1485), fundadora del Estudio General Luliano, origen de la Universitat de les Illes Balears. En la oscuridad de la cripta de la nave Epistolar, en una pared, reza: “aquí descansan las cenizas de María Jusepa Desbrui”, cuya historia se desconoce.

EL PERSONAJE

Casa pairal de Tagamenent

Nació en la solariega casa de la calle de Sant Bartomeu, en el año 1530, hija de Magdalena Gual-Desmur y Mateu de Tagamenent, del que ha pasado a la historia su casa de la plaza que tiene hoy el nombre de Plaza Tagamanent y que fue la casa vecina en la que residió Catalina Thomàs i Gallard, la que después fue la santa mallorquina popularmente conocida como La Beateta. De hecho, la santa niña, tras conocerse en 1548, vivió con Elisabet durante los años 1549 y 1950, ya que, fue su sirvienta y ella fue quien la enseño a leer, escribir y a bordar, una época en la que ambas jóvenes se hicieron muy amigas. Siete años más tarde (1555), a los 21 años, ‘Sor Tomaseta’ entró como monja en el histórico Convent de Santa Magdalena, permaneciendo allí hasta su muerte y donde se puede visitar la capilla de su sepulcro y ver su cuerpo incorrupto en un ataúd de cristal.

Cardenal Antoni Despuig

Elisabet, que profesaba una gran admiración por Catalina, estuvo a punto de seguir sus pasos, pero acabó casándose con un aristócrata catalán. Sin embargo, el matrimonio no duró mucho, ya que él falleció poco después de la boda. En la biografía que de la santa mallorquina hace el cardenal Antoni Despuig aparecen diversas referencias a Elisabet, pero el episodio muestra la singularidad de la vida de esta dama de la nobleza mallorquina, extraído de la mencionada biografía, es lo que se cuenta a continuación: En su juventud, Elisabet tenía deseos de ser religiosa, y esperaba llevar a buen puerto sus planes en el convento de Santa Magdalena con su compañera Catalina; pero, esta le anunció que nunca se pondría ningún velo religioso sobre su cabeza. Poco después se casó con un noble caballero llamado Jordi de Santjoan, que tenía el cargo de procurador real.

Pese a la diferencia de estado civil, Elisabet y Catalina mantuvieron el contacto; Elisabet iba a visitarla al convento y existió entre ambas un afecto cordial. A los pocos años de casada, Elisabet enviudó siendo consolada por Catalina. Quedó tan desengañada de las vanidades del mundo, y al ver la santidad de Catalina, su amiga y mentora, tomó la dura resolución de encerrarse de por vida, en clausura, previa autorización del Capítulo de la Seu, en una pequeña estancia situada al lado de la capilla de Sant Pere de la Seu, al lado de la Epístola, espacio que todavía subsistía en época del cardenal Despuig. Se especula que la causa de esta decisión fue el mal de amores ya que, a pesar de ser joven, hermosa y rica, eligió encerrarse en lugar de aceptar los pretendientes que tenía.

Una pequeña estancia

A pesar de que la idea estaba prohibida y era ilegal, doña Isabel, respaldada por su posición social y económica, decidió llevarlo a cabo en 1576. Y aunque en un principio los responsables de la Catedral se negaran, la joven y rica Elisabet logró su objetivo a base de insistencia. La singularidad de esta petición hizo dudar al Capítulo Catedralicio, que aceptó después de la reiterada contundencia de la solicitud de tan rigurosa cláusula; así, los Actos Capitulares de la Seu de los días 21 de marzo y 7 de abril de 1576, reflejan la gracia que se le hizo: Un possit se retraere, et caudere intus Ecclessiam Sedis.

La familia Zaforteza estaba muy relacionada con la catedral y la Capilla de San Pedro. Los dos hermanos de Elisabet, Jeroni y Gregori Zaforteza, eran canónigos de la Catedral y también ostentaban otros cargos de gran relevancia dentro del Cabildo. Además, también costearon la ejecución de algún tipo de obra o reforma en el interior de la capilla, razón por la cual el escudo de armas de la familia Zaforteza aparecía en las claves de bóveda de la capilla antes del incendio de 1819.

EMPAREDADA HASTA MORIR

Su amiga monja había fallecido dos años antes (1574) y ella llevaba casi cuatro de viuda. En su celda, situada donde ahora está ubicado el mural de Miquel Barceló, en la capilla del Santísimo, pasó los siguientes 13 años.

Una vez en su espacio penitencial, Elisabet ordenó tapar la puerta que da paso al Mirador, y se instaló un pequeño torno por dónde sobrevivía con las sobras que la gente le proporcionaba a través del mismo, que era el mínimo alimento necesario para que pudiera comer y beber. Igualmente, también le dejaron una pequeña ventana que se comunicaba con la capilla de san Pedro (actualmente del Santísimo), a través de la que podía oír misa y rezar. Este ventanuco se tapió a principios del siglo XIX, cuando el ruido que emitía la familia secular que habitaba este espacio perturbaba el culto dentro de la capilla.

En la parte inferior del muro que da a la capilla que usaba para las largas horas de oración a las que se entregaba, se abrió una pequeña ventana, visible desde el exterior de la catedral, ubicada a más de dos metros de altura y que fue, desde 1576, su única conexión con el mundo exterior. En aquel rincón cerrado de la Seu acabó su vida el 16 de noviembre de 1589, después de 13 años de reclusión voluntaria.

En el Portal del Mirador de la Catedral de Palma, que da al mar, se encuentra una escultura que homenajea al libro del Árbol de la Ciencia, de Ramón Llull, el intelectual mallorquín más relevante de todos los tiempos. Hoy en día, al pasear por el Mirador, encima del espacio de las Voltes, aún se puede ver, adosado al ábside lateral correspondiente a la capilla de Sant Pere, el muro que cerraba el espacio de la Dama Emparedada, así como también los restos del portal cegado y dos pequeñísimas troneras (ventanas pequeñas).

Santa Catalina Thomás

Allí nació la leyenda de ‘La Dama Emparedada’, nombre por el que la conoció el pueblo, y cuyos lamentos algunos palmesanos garantizaron escuchar durante siglos al pasar por La Seu, donde todavía se puede observar los restos del portal cegado que hizo cerrar y la pequeñísima ventana por la que podía respirar la brisa marina. Tal vez oirían los lamentos de la dama, pidiendo a Dios ayuda para sobrellevar el claustro y morir pronto para subir al cielo y encontrarse con su amiga: la santa mallorquina.

Tras su fallecimiento, su cuerpo sin vida fue sacado de la celda para ser enterrado en el antiguo convento de Santo Domingo. Sin embargo, cuando este fue derribado en 1837, su rastro se perdió. Según las hipótesis, los restos de Elisabet pudieron haber sido trasladados, en secreto, a la iglesia de Santa Eulalia, o incluso al Parlament de les Illes Balears, pero no hay pruebas que respalden ninguna de estas hipótesis. La partida original de enterramiento de Elisabet Safortesa aparece en el libro de administración de la Sacristía del real Convento de Santo Domingo.

Jaime Mascaró Munar

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