La ayuda española a la independencia de Estados Unidos frente a Gran Bretaña resultó importante, mucho más que la francesa. La figura de Bernardo de Gálvez, que cuenta con estatua en el Capitolio de Washington, fue decisiva. Pero otros actores españoles desempeñaron también un importante papel. Es el caso del ceutí Fernando de Leyba, que, enfermo de malaria y con un puñado de soldados (29 regulares españoles y 281 civiles, en su mayoría franceses) consiguió derrotar a 300 británicos y 900 aliados indígenas, en San Luis, impidiendo así que Gran Bretaña entrara en el delta del Mississippi y cortara las líneas de abastecimiento, a través de las cuales España ayudaba a los rebeldes norteamericanos dirigidos por George Washington.
Esa victoria en San Luis, así como los logros de Galvez y el resto de españoles implicados en el triunfo de la revolución norteamericana frente al sempiterno enemigo – la pérfida Albión- en tiempos de Carlos III, se malograrían por la nefasta diplomacia de Carlos IV.
La memoria de la gesta de Leyba, como la de la mayor parte de los españoles en Estados Unidos, ha permanecido prácticamente desconocida, para los propios españoles, y para los estadounidenses, ajenos a la herencia hispana de su nación. Al rescate de parte de esa memoria viene el informe “Fernando de Leyba, el ceutí que cambió la Guerra de Independencia americana”, publicado ahora por el Hispanic Council, con la colaboración del Ministerio de Defensa español, y presentado recientemente en Ceuta.
Fue hace exactamente 241 años, el 26 de mayo de 1781. El capitán Fernando de Leyba estaba destinado en el último confín del Imperio español, el pueblo de San Luis, de apenas unos cientos de habitantes, la mayoría de los cuales se sentían franceses, en la desembocadura de los ríos Mississippi y Missouri. Éste era el último centro de poder español en la Luisiana.
Un territorio tan grande como cuatro veces España, poblado por unos 20.000 europeos, de los que alrededor del 15% eran españoles. La mayoría, sobre todo al norte del delta del Mississippi, eran tramperos (los conocidos como coureurs du bois o corredores del bosque franceses), que comerciaban con pieles de castor, con los indios.
Para los británicos, conquistar San Luis era tanto aplastar la rebelión como destruir la presencia española en América del Norte. Los regulares ingleses se estaban empleando a fondo contra los milicianos de Washington, en el frente del Este, pero los comerciantes de Fort Detroit creyeron ver una oportunidad.
Parecía fácil la conquista de la ciudad, con una débil protección. Los 28 soldados de Leyba serían presa fácil, ¿o no? Contra todo pronóstico, los soldados españoles y la milicia de campesinos y tramperos derrotaron al enemigo. Con esa derrota, Gran Bretaña perdió la oportunidad de conquistar la cuarta mayor cuenca fluvial del mundo.
Leyba apenas sobrevivió cinco semanas a su victoria. Así, se evitó el triste trance de ver que su esfuerzo y sacrificio y el de sus hombres no sirvieron de nada. España llegó en una posición de fuerza al Tratado de París, de 1783, en el que se decidió el nacimiento de los Estados Unidos; pero once años después, el rey Carlos IV regaló toda la Luisiana a Napoleón, a cambio del reino de Etruria, en Italia que el corso nunca llegó a entregarle. Pocos meses después, Francia vendía la Luisiana a Estados Unidos, convirtiéndose, así, la joven república, en imperio. Lamentable epílogo a la prolongada presencia de España en unos territorios que descubrió y civilizó antes que nadie.
Jesús Caraballo