Fidel Pagés Miravé nació en Huesca el 26 de enero de 1886 y falleció en Quintanapalla (Burgos), el 21 de noviembre de 1923.
En 1901 inició sus estudios de Medicina en la Universidad de Zaragoza, donde se licenció en 1908, tras lo cual opositó al cuerpo de Sanidad Militar, siendo destinado al Hospital Militar de Carabanchel, en Madrid.
Sería el primero de los 18 destinos, en los que afrontó 8 conflictos de guerra. Gran investigador, dio a luz 14 artículos científicos relacionados con el dolor y la cirugía.
En 1909 fue destinado a la Sección de Tropas de Sanidad Militar de Melilla, de donde al año siguiente regresaría a su destino de Madrid, donde le fue reconocida su labor en Melilla, otorgándole la Cruz de 1.ª Clase del Mérito Militar con distintivo rojo y pensionada.
En 1914, sus investigaciones para el tratamiento de las heridas por arma de fuego le depararon menciones honoríficas, y en 1916 fue destinado al Estado Mayor Central del Ejército, tras lo cual, y ya en el curso de la Primera Guerra Mundial, avalado por su dominio del idioma francés y alemán, en 1917 fue destinado a Austria como delegado del embajador de España para inspeccionar los campamentos de prisioneros. Entre abril y septiembre realizó un elevado número de intervenciones en el Hospital Militar de Viena, donde se espoleó su espíritu en busca de alternativas analgésicas para sus pacientes.
En 1918 fue nombrado secretario de redacción de la Revista de Sanidad Militar y en 1919, fue cofundador de la Revista Española de Cirugía, dando paso a su nueva actuación como docente, atendiendo especialmente los cuidados postoperatorios, la esterilización de los materiales, la anestesia local y general…
Abundando en este último aspecto, en 1921 haría público en la Revista Española de Cirugía su trabajo sobre la “Anestesia metamérica”, sin lugar a dudas el más destacado de sus estudios, donde realiza una descripción de la técnica que hoy conocemos como anestesia epidural, donde detalla con exactitud forma y manera de aplicar la misma, con experiencias previamente realizadas en 43 pacientes.
Un éxito sin precedentes en la historia de la medicina en lo tocante a la anestesia que permite abordar procedimientos quirúrgicos en pacientes en los que no se puede utilizar la anestesia general.
Pero si por sí este objetivo es suficiente, el método permite también su aplicación en otras situaciones, siendo que es utilizado con éxito en el parto sin dolor, y a pesar de los continuos avances que han posibilitado múltiples opciones, la anestesia epidural sigue siendo una herramienta fundamental.
Sin embargo estos éxitos, que además estaban documentados en publicaciones técnicas, no le fueron reconocidos universalmente al doctor Pagés. El motivo no es otro que la eterna sumisión de España.
Su artículo “Anestesia Metamérica” fue publicado en español en el año 1921, y eso no es válido hasta que en 1961 no fue traducido al inglés y en 1975 al francés, por lo que otros autores, como Dogliotti, profesor de cirugía de Módena, en 1931, y obviando el trabajo de Pagés publicado 10 años antes, publicó un trabajo sobre el mismo asunto. Afortunadamente, hoy sí es reconocido el mérito del doctor Pagés, y todo gracias a los cirujanos argentinos Alberto Gutiérrez y Tomás Rodríguez Mata, que en el IX Congreso de la Sociedad Internacional de Cirugía celebrado en Madrid en 1932, y cuando Dogliotti presentaba “su descubrimiento” sin mencionar el trabajo de Pagés, que había fallecido en 1923, fueron los primeros en recordar y en reivindicar para Pagés la paternidad del método.
La evidencia posibilitó que en 1935 fuese reconocido el mérito de Fidel Pagés en la Reunión de la Sociedad Italiana de Anestesia.
Sería un espaldarazo que posibilitaría que por fin, en España, fuese también reconocido cuando en 1957 la Asamblea General de la Sociedad Española de Anestesiología y Reanimación creó el premio Fidel Pagés.
Pero no fue hasta la década de los noventa cuando su obra fue divulgada.
Si la muerte no se hubiese cruzado en su camino el 21 de noviembre de 1923, en un accidente de tráfico, posiblemente hoy estaríamos hablando, no ya de un benefactor de la humanidad, como hacemos hoy, sino de un benefactor gigante.
En el Tratado de la Historia de la Medicina Universal no aparece ningún dato sobre él.
Cesáreo Jarabo