Es el escritor militar del siglo, el profeta de la guerra (Napoleón III)
Madrid, 16 de julio de 1872.
Hace calor en el número 47 de la calle San Vicente. En la acera los niños juegas tirándose jarras de agua, rompiendo el silencio de la habitación donde un hombre agoniza en la cama.
Como buen militar, las cosas de valor de Francisco Villamartín se pueden contar con los dedos de una mano: su traje de comandante y su espada descansan en una silla, aguardando el momento de su muerte para acompañarlo en su último viaje; justo encima, una imagen de la Virgen de la Caridad, patrona de Cartagena, que le lleva acompañando desde que su madre se la regaló de pequeño y a quien le tanta devoción que incluso se atrevió a escribirle un sesenta y cuatro cuartetas aconsonantadas
Póstrate de rodillas, Cartagena;
a la Madre de Dios Omnipotente,
sagrada Virgen de ternura llena,
adora con espíritu ferviente;
Humilde besa su divina planta,
admira los milagros, los favores
que debes a esa Virgen sacrosanta.
Señora Celestial de los Dolores.
Resuenan los primeros versos en la cabeza del militar mientras desvía la mirada a su más preciada posesión y a la vez la que más dolor le ha causado: su libro Nociones del arte militar, la obra donde recoge, o pretendió recoger, todo el arte militar español.
Es ese libro una de las causas principales de su tragedia por la enorme deuda que le ocasionó su edición, aunque no la única. La suerte, habitualmente esquiva en su vida, le ha llevado a morir pobre, joven y a dejar viuda a una mujer que, infectada por su mala fortuna, ha tenido que ver morir a su única hija en común. Pero a pesar de esto no se arrepiente de haber escrito el libro. Aún mantiene la esperanza de que en algún momento alguien descubra el verdadero valor de su trabajo.
El día arrecia con fuerza, pero la noche se cierne sobre sus ojos, acompañado de un estertor que parece dulcificarse cuando Villamartín vuelve la vista al rostro sereno de la Virgen de la Caridad.
—Quién sabe —se dice antes de cerrar los ojos para siempre— , quizás haya valido la pena, después de todo.
EL PERSONAJE
Francisco Solano Liborio Francisco de Paula Carlos Tomás Leandro Villamartín y Ruiz, hijo del subteniente de infantería don Bruno Villamartín del Villar y de doña Segunda Ruiz de la Peña Salazar, nació en la Calle del Carmen de Cartagena el 23 de julio de 1833. Imbuido de la vocación familiar, a los catorce años ingresó en el Colegio General Militar de Toledo y a los dieciséis salió promovido a subteniente de Infantería, siendo destinado al regimiento Gerona, conocido con el sobrenombre de El Temido, unidad a la que regresa tras su paso por el Regimiento de Saboya.
En 1854 se produjo el pronunciamiento militar conocido como Vicalvarada y Villamartín salió a la calle junto a su regimiento para poner fin a la insurrección, acto que le valió ganarse el ascenso a teniente por la gracia general concedida entonces. Más tarde participó en diversas operaciones en Burgos y Castilla la Nueva, marchando con sus tropas hasta Barcelona, donde tuvo que defender el cuartel de San Pablo del 18 al 22 de julio de 1856 con tan solo una veintena de soldados; de allí se llevó un balazo en la pierna derecha y un ascenso a capitán.
Solicitó y obtuvo servir en Cuba, donde permaneció durante tres años, cuando el clima, su mala salud y la nostalgia de su patria le llevaron a regresar en 1860. En 1861 se le confirió un nuevo destino al Regimiento de Infantería de Toledo, guarnecido en Madrid, donde se entregó a sus dos pasiones: el servicio a su patria y su ferviente interés por el mundo de las letras.
NOCIONES DEL ARTE MILITAR
La figura del comandante don Francisco Villamartín es, con la del marqués de Santa Cruz de Marcendo, una de las más brillantes de nuestro pensamiento militar que, por esa rara idiosincrasia española, solo fue celebrada cuando Napoleón III alabó la obra de Villamartín.(Faustino Rubalcaba Troncoso, director de CESEDEN)
Nociones del arte militar fue publicada en 1862 por el mismo Villamartín con un fuerte desembolso, en una época en la que el Ejército y la concepción de la guerra experimentaban profundas transformaciones a causa del desarrollo técnico aportado por la Revolución Industrial.
Nociones es, según las propias palabras del autor, “un curso completo de arte militar para España, basado en nuestra historia bélica y en la idiosincrasia del soldado español”. Es precisamente esta intención lo que convierte este libro en una obra básica de filosofía de la guerra, en la que se hace un estudio sobre el concepto del mando, la psicología y ética militar, además de su interpretación histórica basada en tres cuestiones capitales: señalar las influencias recíprocas entre la guerra y las formas sociales, considerar las posibilidades bélicas del progreso industrial, y destacar las notas del carácter español en su aspecto guerrero. Así, haciendo un recorrido de lo general a particular, analiza distintos aspectos relacionados con el fenómeno bélico: cuestiones generales de política militar, evolución de la Historia Militar hasta el siglo XIX, aspectos de estrategia y táctica, análisis de diferentes armas y una descripción de elementos que constituyen la esencia de las operaciones.
Villamartín empezó sus Nociones estando destinado en Cuba, motivado seguramente por la falta en la cultura militar española de un libro de referencia que pudiera librarla de fuentes extranjeras, a veces ofensivas y erróneas “en la que se nos deprime muchas veces y se nos olvida otras, plagadas de errores de escuela y de errores de hijos del espíritu patrio, basadas en principios y reglas aplicables a otros países y esos ejércitos, pero de ningún modo a los nuestros” (marqués del Duero).
Las Nociones de arte militar fueron en su tiempo una revelación y aún constituyen una pieza clave entre los tratados militares más importantes junto al Discurso sobre la disciplina militar de Sancho de Londoño y las Reflexiones militares del marqués de Santa Cruz de Marcenado.
En 1864, se le recompensó por este libro nombrándole Caballero de la Orden de Carlos III, pero la valía del libro realmente provino de Francia, y más concretamente de Napoleón III, pero a pesar de eso su mejor libro le endeudó para toda la vida, pues quedó sin vender la mayor parte de la edición.
Veo mi pobreza, mis apuros, los atrasos que me ha proporcionado mi obra, la escasísima protección que se me ha dado […]Bien es verdad que yo no valgo para solicitar.
El reconocimiento a su obra llegó con el tiempo: Díez Alegría lo definió como una “verdadera enciclopedia de la teoría militar de su tiempo”; el general Cuartero alabó la trascendencia de una “planificación del método y de la moderna concepción de las operaciones militares”, adelantándose un siglo enseña lo que se entendería por Política de Defensa, mientras Joaquín Berenguer incide en que el cartagenero estaba describiendo en su libro, sin saberlo, los primeros pilares de la polemología, esto es, estudio objetivo y científico de las guerras como fenómeno social susceptible de observación, encaminado a prevenir y resolver los conflictos internacionales que las pueden desencadenar.
Desde que Villamartín escribió su definición de disciplina, esa fue en el Ejército español la oficial y única, exigida de memoria a los cadetes hasta la segunda mitad del siglo XX, lo único memorístico junto a las Ordenanzas y la definición de guerra, también suya, único autor militar que recibe el tratamiento de clásico vigente.
AÑOS DE BATALLA, AÑOS DE ESCRITURA
Examínense pueblo a pueblo, siglo a siglo, las analogías que existen entre la constitución moral y material de los ejércitos y el adelantamiento social, y se verá que los hechos militares, han contestado siempre exactamente con la victoria ó la derrota al estado moral y material de la sociedad’ (Francisco Villamartín).
En 1862 se casó con Clotilde Lagoanére y Tullós, a la que conocería en Cartagena cuando su padre fue allí destinado como cónsul de Francia.
Desde marzo de 1863 escribía en su destino del Batallón de Cazadores de Montaña de Arapiles, en Madrid. En ese año publicó el folleto Napoleón III y la Academia de Ciencias, demostrando que existe una ciencia militar. Este libro le valió un nuevo reconocimiento por parte del francés, quien llegó a concederle la Cruz de la Legión de Honor.
A partir de enero de 1864 perteneció al Consejo de Redención y Enganches, donde concluyó otros dos folletos: la Historia de la Orden de San Fernando (1864), y la Historia de las Órdenes de Caballería (1865), año en el que fue ascendido a comandante.
En esta época se produjo el fallecimiento de su única hija le afectó de manera especial pues como él mismo confesaría, toda su vida se sustentaba en los afectos que obtenía de su familia, dejando esta trágica pérdida un vacío del que no se recuperó nunca.
En 1866 estuvo destinado en la Escuela de Tiro de Infantería y escribiría Manual del viajero en el Escorial en un intento por mejorar su situación económica , así como el satírico Tuerto rey, y en mayo de 1868 se le nombró ayudante del capitán general Pavía, marqués de Novaliches quien, al caer herido durante el pronunciamiento de la Marina en la bahía de Cádiz que enfrentó a las tropas de Novaliches con las de los sublevados de Serrano, le ascendió a teniente coronel en el campo de batalla, pero los revolucionarios victoriosos le anularían el ascenso.
Tras el triunfo revolucionario, la carrera de Villamartín quedó congelada por pertenecer éste al bando vencido y mantener su fidelidad a Pavía, quien se negó a prestar juramento de fidelidad al nuevo gobierno instaurado bajo la regencia del general Serrano, lo que supuso la destitución de su cargo y la defenestración del cartagenero. Dada la situación, se vio obligado a centrar su actividad colaborando en varios periódicos, sobre todo en La Discusión, dirigida por Pi y Margall, e incluso fundó uno, La Fuerza Pública, que no debió de alcanzar media docena de números. También Intervino como orador en el Ateneo del Ejército y la Armada (“Ateneo Militar”), propugnando reformas militares.
Murió muy pobre en el número 47 de la calle San Vicente de Madrid el 16 de julio de 1872, a los treinta y ocho años. Se creó una comisión en memoria del Comandante Villamartín para recaudar fondos con el fin de que los restos del militar pudieran ser depositados en un monumento que se construiría en el Cementerio de San Justo y Pastor de Madrid, acto que se llevó a cabo el 23 de junio de 1880 y que contó con una donación del rey Alfonso XII.
VILLAMARTÍN, POETA
Con ser un poema correctamente escrito en orden a todo requisito literario, más que el gusto de Villamartín por la literatura, revela su «cartagenerismo» acentuado quizá en la última etapa de su vida, cuando las tristezas, los desengaños y soledad traían a su memoria el recuerdo de los años felices, transcurridos en el entorno familiar de Cartagena.(Colao Sánchez).
A Villamartín se le conoce un poema sobre la Virgen de la Caridad de Cartagena. Es un poema apasionado, con todas las características de la poesía romántica de su tiempo y que demuestra su honda religiosidad de
¿Alguna vez rogaste, Patria mía,
y tu ruego la Virgen no escuchó?
¿Fuiste llorando al templo de María
y María tu llanto no enjugó?
La estructura se ajusta al gusto romántico de la época: el amor apasionado, amor imposible pero sin barreras o imposible y que siempre conduce a un trágico destino. Se representa a la muerte como única forma de escapar a la dura realidad y el rechazo; esta es también la liberación del alma.
El cólera los aires envenena,
atmósfera de muerte se respira
y su trono fatal sienta con ira
el tirano del Asi en Cartagena.
El teniente coronel Redondo destacó su “triste figura”, quijotesca y romántica, diríase becqueriana: “Figura patética de las letras militares, Villamartín es uno de nuestros grandes solitarios, gigante labrado en la soledad del esfuerzo individual, sin otro estímulo que su personalísima vocación”.
Son los muertos de noche conducidos,
con misterio, sin pompa funeraria,
y rasga el aire funeral plegaria
ayes, voces, sollozos y gemidos.
RECONOCIMIENTOS
*En 1872, el Ateneo del Ejército y de la Armada organizó una sesión académica en su memoria como reconocimiento a sus méritos militares, científicos y literarios. Dentro del pensamiento histórico-militar se le ha llegado a situar al lado de importantes figuras como Clausewitz, Lloyd o Marmont.
*En 1879 el Ayuntamiento de Cartagena acordó la adquisición de un retrato suyo para la Sala de Sesiones como uno de sus hijos ilustres.
*En 1883 se editan unas Obras selectas de Villamartín, cuya recaudación fue donada a sus familiares.
*En 1888 un grupo de escritores militares celebraron una velada literaria en su memoria en el Centro del Ejército y de la Armada.
*En 1890 en Cartagena Virgilio Cabanellas, coronel retirado y amigo de la familia, publicó Veladas Militares , ilustrando parte de la vida familiar de Villamartín.
*En el año 1925 el Ejército dispone un homenaje nacional en la ciudad de Toledo para conmemorar el aniversario del cartagenero. Al acto acudieron distintas Unidades de Infantería y todas las Academias Militares y de la Armada además de autoridades militares y civiles junto al Gobierno en pleno y el rey Alfonso XII
Como Rey y como español, recojo gustoso el espíritu que anima este hermoso acto de confraternidad del Ejército, la Marina y el pueblo, para honrar a un español glorioso (Alfonso XII).
*En 1925 el Ayuntamiento de Cartagena le dedicó un monumento conmemorativo, obra de Benlliure, que se situó en el Paseo de la Vega. Un año después se inauguró un nuevo monumento en la Plaza de la Merced. En 1990 se erigió otro monumento, este de tamaño natural, en el Acuartelamiento de Tentegorra en Cartagena.
*En Cartagena existe el Aula de Cultura e Historia Militar ‘Comandante Villamartín’.
Ricardo Aller Hernández
Español valiente e inteligente